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Casi 4 años de edad, pálido, ojos claros y pelo oscuro, así era el hijo de Cristian aunque el todavía no lo sabía, mas poco le quedaba, da igual hacía donde huyera iban a dar con él igualmente.

Cristian realmente se enamoró de Paulina, y cuando sus caminos se separaron pensó que nunca más volvería a sentirlo hasta que conoció a Noa.

Así que Cristian cogió una pequeña maleta con algunas pertenencias y viajó al norte, en busca de una nueva vida, tranquila, fuera del escándalo, fuera de su pasado, aunque en su mente siempre estará Noa, y tiene la esperanza de un día verla.

En el tren camino al norte del país Cristian se pregunta como irán las cosas, si Noa estará bien o al menos viva todavía, y como buen enamorado se llevo una foto de ella consigo. 

Pero camino al tren encuentra algo raro, tiene sensaciones de nerviosismo, no se siente seguro, puede que sea por esos dos hombres de negros que lo miran de reojo muy a menudo, o el recuerdo que le trae la chica de enfrente, como si su rostro lo hubiera visto antes.

Se acerca la parada de Cristian y a la hora de salir se le cae la foto de Noa sin darse cuenta, cuando aquella chica rubia que estaba sentada le toca el hombro por la espalda:

CHICA: Disculpa, creo que esto es tuyo

CRISTIAN: Gracias, sí es mio

CHICA: ¿Tú chica? 

CRISTIAN: Bueno no, sí, o sea no sé realmente...

CHICA: Pareces enamorado, realmente conozco esa mirada.

CRISTIAN: ¿Lo siento, pero nos conocemos de algo?

CHICA: ¿Quieres mirarme a los ojos? 

CRISTIAN: Paulina...

CHICA: La misma

Paulina discreta le da una tarjeta a Cristian haciendo señas a los dos hombres de negro.

*NOTA*

"Estás en peligro, se supone que debería de darte una dirección para tu ejecución, pero nunca quise eso para ti, necesito que confíes en mi, y vayas a la estación de autobuses y cojas la línea 315, cuando vayan a chequear tu ticket tienes que decirle al supervisor la frase "navidad ha llegado" el luego te indicará a donde ir, te estaré esperando"

PAULINA: Ahora vete y se discreto, no hagas pregunta, solo haz lo que te digo.

Cristian bajo del tren y decidió obedecer en sus instrucciones, confiando plenamente en ella. Así que sí, fue a aquella estación de tren cogió aquella línea la 315 y dijo la frase "navidad ha llegado", después del trayecto el supervisor lo montó en un coche negro que estaba esperando y lo llevó a una pequeña cabaña alejada de la ciudad.

*CRISTIAN ENTRA EN LA CABAÑA*

Cuando entra en la cabaña puede ver una cocina limpia con un par de de sándwiches rellenos de una deliciosa tableta de chocolate negro, su preferido, era la merienda que Cristian solía comer en su adolescencia. En el salón puede apreciar un par de juguetes sueltos. En la habitación principal estaba Paulina esperándolo.

PAULINA: Veo que has confiado en mi.

CRISTIAN: No veía otra opción. ¿Por qué me has traído aquí?

PAULINA: Mi hermano está pidiendo tu cabeza

CRISTIAN: ¿Por qué habéis vuelto?

PAULINA: Porque todavía hay asuntos pendientes.

CRISTIAN: ¿Qué asuntos? Ya pagué por lo que hice.

PAULINA: Sabes que con mi hermano no funcionan así las cosas. Él confiaba demasiado en ti. Además hay algo que creo que mereces saber.

CRISTIAN: ¿Qué debo saber?

PAULINA: Ya no es solo que lo delataras, es que... tenemos un hijo...

En ese momento Cristian no supo ni si quiera que decir o hacer.

PAULINA: Tenemos un hijo se llama Miguel, en honor a mi abuelo, falleció dos meses después de que entrara al correccional. 

CRISTIAN: Realmente lo siento. ¿Por qué nunca me dijiste nada?

PAULINA: Lo intenté pero no cogías mis llamadas.

CRISTIAN: Lo único que recibí fueron amenazas, yo y mi familia.

PAULINA: No era lo que yo pedí, sabes que nunca te haría daño, a pesar del daño que me causastes.

CRISTIAN: No tenía otra opción.

PAULINA: Podrías haberme ayudado a mi al menos, yo te amaba, no hubiera parado hasta sacarte de donde quiera que hubieras estado.

CRISTIAN: Créeme que quería, pero no podía, y jamás me lo perdonaré. Yo también estaba enamorado de ti.

PAULINA: No me mientas... pero da igual creo que ya te he perdonado por ello...

CRISTIAN: Por favor hazlo...

Cristian y Paulina se miran fijamente y se acercan poco a poco, pero Cristian no puede, no puede hacerle eso a Noa.

CRISTIAN: Creo que me estoy equivocando. 

PAULINA: Mírame a los ojos y dímelo, dímelo mirándome a los ojos.

CRISTIAN: No puedo hacerlo.

PAULINA: Dímelo, dime que ya no sientes nada por mi, dime que nunca me has querido, y que lo nuestro solo fue una aventura de críos, dime que me has olvidado. DÍMELO, MIRÁNDOME A LA CARA, DIME QUE NO TE MUERES POR BESARME. Venga dímelo.

En ese momento Cristian no puede contener las ganas, y la agarra de su cara y la acerca a la suya, se funden en un apasionado beso, moviendo sentimientos y emociones, y en ese instante se olvida de Noa, solo existen ellos dos. Él la besa con pasión y ternura mientras le acaricia la cara y ella le toca el pelo, desvaneciéndose ambos entre aquellas sabanas en un acto de amor, con la mismas ganas que la primera vez, con el mismo amor.


Memorias de un amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora