Capítulo IV: El Cuarto Maldito

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28 días antes del Presente
Domingo

Amelia:

Segundo amanecer en el Internado y ya odiaba seriamente la odiosa alarma de Aurora, era lo peor del mundo. El colmo es que ella no parecía notarlo.

Concedo el hecho de que les ahorraba a muchas el dinero de una alarma propia y que si se hubiera dañado probablemente todas nos habríamos quedado dormidas por la costumbre de esperar a que sonara el despertador de Amelia, que por cierto, cada mañana reproducía un tema de rock muy escandaloso.

Era el día en que no habían clases y todos se dedicaban a hacer cosas en sus respectivos clubes, yo no tenía uno, por lo que consideré pedirle ayuda a Elizabeth para encontrar el apropiado, aunque me interesaba el de arte no era muy buena en eso y seguro que si había un club de literatura no iba a darme dinero.

No me malinterpreten, Eli no me estaba influenciando con su obsesión capitalista, pero no podía contar con que Alan me llevara dinero, él tenía su propia carrera qué pagar además de sus otros gastos, no podía hacerle eso a mi hermano.

En ese momento recordé que Alan me había prometido llegar el domingo con las cosas que me faltaban y justamente era domingo, por lo que me alegré mucho, ¡Cuánto lo había extrañado ya!

Sin embargo, hubo algo que nubló mi felicidad: el sueño que había tenido con Zed ordenándome que me marchara. Mi instinto me decía que tenía que hacerle caso, pero la lógica contradecía eso puesto que no podría salir del Internado en menos de cinco años.

Me levanté de la cama y fui a la mesa por mi teléfono, encontrándolo desconectado y con el cargador enrollado a pesar de que no recordaba haber hecho tal cosa, lo había conectado antes de irme a dormir.

Entonces reparé en mi brazo izquierdo: tenía una marca que claramente era de una mano, mi piel estaba amoratada en ése sector, ¿Cómo era posible? Toqué el área incrédula, dolía mucho.

Como si fuera una explicación, recordé que en el sueño alguien me había tomado del brazo para alejarme de Zed, precisamente en ése lugar.

Sacudí la cabeza, tenía que ser coincidencia, aunque eso no explicaba la marca de mi brazo.

Decidí preparar la bañera de mi cuarto con agua caliente y tras un baño la marca estaba casi desvanecida, lo que me hizo pensar que en algún momento alguien con las manos realmente frías me había tocado, traté de recordar quién podría haberlo hecho, pero aparte de algunos apretones de manos con las personas que había conocido no se me ocurría nadie que hubiera podido tocarme el brazo y si alguien con las manos frías lo hubiese hecho sin duda lo recordaría.

Decidí olvidarme de eso y tras vestirme salí a tocar la puerta del cuarto de Aurora, que no respondió.

-Ya se fué. -Me dijo una chica.

Me desilusioné al enterarme de que no me había esperado y lo reflejé suspirando.

-Así que eres la de ése cuarto. -Dijo aquella chica señalándolo.

-Sí. -Dije mirando al techo.

- ¿Todo bien en ese cuarto? -Preguntó.

-No he notado que tenga nada malo.

La chica pareció sorprenderse con mi respuesta y decidí preguntarle el por qué de su sorpresa.

-Ese cuarto está maldito. Verás que no vivirás mucho. -Dijo antes de irse.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar sus palabras y estoy segura de que temblé un poco, lentamente me giré a ver mi cuarto y pude ver que ciertamente se veía bastante siniestro; al fondo del pasillo, en un ángulo donde no le daba la luz y emanaba alguna especie de energía extraña.

El Contrato. |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora