El chico caminaba lentamente, oculto entre las sombras, no tenía prisa alguna puesto que la noche era joven, tampoco quería correr a cometer el acto que marcaría el inicio de una vida aún más oscura que los corredores del internado.No era que quisiera matar a la chica del cuarto al final del pasillo, simplemente tenía que hacerlo, debía matarla, era la única manera como podía compensar a aquella persona que lo había criado.
No es que su tío fuera el mejor hombre del mundo, a decir verdad no tenía pensamientos amigables hacia él, siendo sincero, le tenía algo de odio, sin embargo, gracias a él había tenido algo similar a un hogar.
Tampoco estaba de acuerdo con lo que hacía, y menos aún con lo que le había encargado hacer, hubiera preferido que su tío se encargara personalmente en vez de obligarlo a él.
Se notaba que no tenía el valor de sus predecesores, era un maldito cobarde.
¿Matar a alguien inocente? No era en absoluto algo que quisiera. Esa chica no merecía morir, pero era necesario para cumplir la ambición de su tío mientras que para él era la primera vez que iba a matar a un ser humano, pero por el momento no tenía dudas. Sabía lo que debís hacer, incluso si no se sentía listo.
Subió en silencio las escaleras que daban al dormitorio mientras trataba de despejar su mente, él rara vez pasaba la noche en el internado, cosa que nadie parecía notar, algo que aprovechaba siempre...
Se colocó la capucha mientras avanzaba al final del pasillo, ya podía ver el cuarto.
Se suponía que tenía que hacer que pareciera un suicidio, por lo cual se había apropiado del diario de la chica para analizar su letra y ya había hecho una nota en la que explicaba por qué se suicidaba.
Todo era una maldita farsa que él había tenido que orquestar, seguramente todos lo creerían, la chica era muy tímida y casi no hablaba con nadie, además hacía menos de un mes que habían iniciado las clases, no había quién la conociera bien.
Sabía por su diario que era muy depresiva y se menospreciaba a sí misma, por lo que intentaba a toda costa autoconvencerse de que le hacía un favor al matarla... pero no era suficiente, incluso ahora, mientras abría la puerta con la llave copia que había tomado de la oficina del conserje, incluso en ese momento ya sabía que esa muerte le acecharía siempre.
Ella estaba dormida, por su rostro, parecía que hubiera estado llorando antes de dormir, considerando el espejo en su mesa, tal vez... el joven odió la costumbre de las chicas de sentirse menos ante otras personas, la verdad era que siempre tenían algo a su favor. Ésta tenía un rostro inocente y un cabello muy suave, aunque tenía pecas, ¿Pero a quién no le gusta una chica con pecas?
Apartó esos pensamientos de su mente: no podía tenerle piedad, había llegado hasta ahí para matarla, su rostro de niña solo empeoraba las cosas... ¿Cuántos años tendría? ¿Dieciséis? No... tenía que dejar de pensar en eso.
Con lentitud, sacó el cuchillo con el cual debía ponerle fin a su vida, en su mano, el arma letal parecía palpitar, como si presintiera que iba a ser usado y estuviera ansioso.
A pesar de la poca visibilidad, el joven pudo notar que era como si en el filo del cuchillo se viera reflejada la sonrisa de la propia muerte, saboreando desde ya la sangre de su siguiente víctima, anhelando alimentarse de la desesperación, el miedo... y por qué no, de la vida de esa pobre chica.
Irónico y tal vez absurdo: la muerte se alimenta de la vida, así como la vida se alimenta de la muerte.
¿Cuál era su nombre? Intentó recordarlo, no lo hizo, estuvo a punto de suspirar aliviado, pensó que si no la conocía sería menos la culpa que inevitablemente sentiría, pero no fue así.
Matar a alguien que no conocía era aún peor.
Alzó el cuchillo con una mano que se negaba a permanecer firme... solo debía clavarlo en el corazón de la chica, acabar con su vida de una vez por todas... pero una parte de sí era como otra mano que le impedía actuar.
Estaba consciente de que ella no volvería a despertar, también de que su alma no iba a tener paz, por lo que se odió por condenarla a ese destino.
Se obligó a actuar rápido, sin pensarlo más, porque pensar lo torturaba terriblemente y le hacía desear ser él quien mueriera.
Con una mano le tapó la boca y con la otra clavó el cuchillo en su pequeño corazón.
¡Cuánto hubiera dado por que ella no abriera los ojos y lo mirara antes de morir!
La sangre la salpicó el rostro, que permaneció oculto bajo la capucha, tanto el camisón que ella llevaba como las sábanas se tiñeron en un color carmesí que emanaba una energía de odio, como si quisiera consumirlo...
Agradeció que estuviera lloviendo, luego, colocó ambas manos de la chica en la empuñadura de aquella hoja maldita, después de todo, debía parecer un suicidio, le cerró los ojos... y se marchó tras colocar la hoja de despedida en la mesa.
La visión de aquellos ojos no le abandonaba, encima una voz resonaba en su mente diciendo: "La asesinaste, es tu pecado".
No sabía si era o no su conciencia, pero ya no importaba, había cumplido con su deber.
Era la primera vez que mataba, seguro que no iba a ser la última.
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El Contrato. |TERMINADA|
ParanormalAmelia, una chica irascible, sensible y curiosa. Ian, un joven bastante alocado que adora hacer bromas. Chiara, una persona sumamente hiperactiva. Elizabeth, de quien dicen que es una obsesionada con el dinero. Aurora, una música con grandes sueños...