Capítulo 2: Pequeños huérfanos.

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Asomé la cabeza por el muro y todo mi cabello la siguió. Hice un asentimiento y Jayden avanzó por el corredor.

Esa noche teníamos que conseguir una pintura renacentista y llevarla sin un rasguño. Tal vez no era la tarea más peligrosa del mundo, pero nos había costado demasiado infiltrarnos en la casa del magnate.

Caminé sigilosamente y con pasos delicados, a diferencia de mi nuevo compañero que simplemente se dedicaba a ser rápido.

Escuché un ruido y lo tomé del brazo. Le hice señas para que no se moviera y saqué la navaja. Tal vez no era el arma más grande y mejor que tenía, pero me quedaba muy cómoda. Era el único obsequio que dejó mi padre para mí antes de... bueno, antes de que unos tipos lo secuestraran y asesinaran meses después.

Me acerqué a una puerta y la abrí de golpe. Me encontré con los dulces rostros de un niño pequeño y una niña cuidándolo dentro de un clóset diminuto. Sus mejillas estaban bañadas en lágrimas y sus rizos caían desordenados en cascada.

Miré hacia atrás y ví que Jayden estaba esperándome. Le hice una seña para que se acercara y se agachó a mi lado. Llevó una mano a su nuca y luego refregó su cara. Estba nervioso y no sabía qué hacer al igual que yo. A pesar de que trabajaba de eso desde los siete años, nunca había tenido que lidiar con otros niños.

-N-no nos hagan nada... por favor.- susurró la niña al darse cuenta de nuestra indecisión.

Claro que no ibamos a hacerles nada. Nunca hubiera dañado a un pequeño ni hubiera permitido que dañasen a uno en mi presencia. Le sonreí de manera reconfortante e hice ademán de tocarle el cabello. Intentaba que se sintiera bien y no me tuviera miedo.

-No te lastimaremos, bonita.- murmuró mi compañero y le dirigió una mirada tan dulce que me extrañó proviniendo de él.

-¿Por qué están aquí?- le pregunté mientras guardaba el arma para no asustarla más.

La niña soltó un sollozo y escondió su cabeza entre las manos.

-Mataron a mi papi hace no más de una hora.- susurró como pudo.

Abrí mis ojos horrorizada y miré en dirección al corredor. Se escuchaban pasos acercándose, probablemente la genete que había asesinado al padre de los niños.

Tomé al más pequeño en brazos y Jayden a la niña. Ya no me interesaba ser silenciosa, así que corrí como pude por la desconocida casa. Encontré la cocina y una pequeña puerta trasera. Salí por allí y me tumbé detrás de unos árboles frondosos.

-¿Qué hacemos con ellos?- me preguntó mi compañero. Aún teníamos que robar la pintura.

-¿Quiénes son ustedes? ¿Mataron a papi?- dijo la niña intentando sonar fuerte.

Negué con la cabeza y dulcifiqué mi mirada.

-No, cariño. No fuimos nosotros.

-¿Por qué estaban en mi casa?

Me quedé sin palabras y miré a Jayden pidiéndole ayuda, pero el estaba tan callado como yo. Al fin se le ocurrió algo por decir y le respondió a la pequeñita.

-Teníamos que buscar algo, pero no queríamos lastimar a nadie.- se calló por unos segundos.- ¿Cómo te llamas?

-Judy y él es Simon.- señaló al bebé que jugaba con su cabello.- ¿Ustedes?

-Yo soy Jayden y ella es Chloe. Los pondremos a salvo.

Asentí y abracé a Judy que solo buscaba un hombro donde derramar sus lágrimas. La tomé en brazos ya que solo debía tener unos cinco años y caminé sigilosamente por entre los árboles. Encontré una pequeña casita de juegos y la deposité con cuidado allí. Necesitaba hablar con mi pes... digo, compañero. A solas. Él hizo lo mismo con Simon y me siguió a un lugar más cercano.

She's a Fighter ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora