Desahogo

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Caminaba hasta la sala para comenzar con una nueva sesión en donde tendría una pequeña plática con un nuevo paciente. Así eran todos los días, de lunes a viernes mientras que el fin de semana descanzaba de escuchar de todos los problemas que tenían sus pacientes para concentrarse en los suyos. Hoy como otros día su paciente lo esperaba en la sala, según lo que había escrito en el formulario él tenía depresión así como otros de sus pacientes, ya sabía lo que le aguardaba, una infancia terrible, padres en conflicto todo el tiempo, crecer sin amor y si crecía con un poco, la persona que se lo daba o quería algo a cambio o sólamente desaparecía de su vida como si jamás hubiera existido, sólo en sus recuerdos. Éso era lo que creía que pasaría como con todos.

   Se sentó en su silla mientras ojeaba las páginas con algunos datos del paciente y algunas páginas en blanco donde escribiría sobre lo que notaba en él y lo que era recomendable hacer para ayudarlo a que su depresión minorizara y con el tiempo desapareciera. Posó sus ojos detrás de los lentes que usaba continuamente para ver al hombre frente a él: alto, varonil, bigote y cabellera rubias, atractivo; cualquiera pensaría que era una persona cualquiera, pero la doctora Mikasa Ackerman, especializada en psicología sabía bien que esas personas que parecían alguien cualquiera podían ocultar cosas muy tétricas que no dejaban hacer relucir.

- Bien señor Mike, ¿cómo se encuentra hoy?. - Preguntó como  acostumbraba hacer con sus demás pacientes.

- Bien, pero la verdad no estoy aquí para hablar sobre la depresión. - Contestó exasperado.

- ¿Por qué?, ¿no vino por voluntad propia?. - Interrogó para psicoanalizarlo más a fondo.

- En realidad sí, pero era mentira lo de que tengo depresión. - Contestó con honestidad, la doctora enarcó una ceja mirándole por unos cuantos segundos y pensando en las palabras que saldrían de su boca.

- Entonces, ¿por qué está aquí?. - Interrogó nuevamente.

- Necesito desahogarme con alguien. - Volvió a contestar con honestidad.

- ¿Por qué no recurrió a algún familiar o amigo de confianza? - Sentía que su paciente tenía un conflicto consigo mismo, estaba segura que la desconfianza a sus más allegados la llevaría a algo sumamente importante en él y que podría remediarlo como lo hizo con sus otros pacientes.

- Ya lo hice y siguen diciéndome lo mismo. 

- ¿Lo mismo a qué?

- Que tengo que olvidarlo, que debo de conocer a otras personas que "un clavo saca a otro clavo", lo típico. - Contestó cansado de recordar lo que siempre le decían. La azabache le miró algo confundida pero pensó que eso los llevaría a encontrar el por qué de su depresión.

- Entonces, ¿qué me puedes decir de tu infancia?, ¿cómo fue?. - Preguntó enderezándose en su asiento.

- Ya le dije que no tengo depresión. 

- Entonces, ¿por qué está aquí?. - Preguntó nuevamente.

- Necesito un consejo profesional de mis sentimientos por Nile. - Respondió; la doctora se preguntaba si eso tenía algún sentido para que tomase alguna sesión, mas no podía pensar en uno en ese momento.

- ¿Y quién es Nile? - Preguntó para volver a enfocarse en su trabajo.

- Es de quien estoy enamorado.

- ¿Y cómo te diste cuenta? - Puso la punta de su lápiz en la libreta que tenía en su otra mano, lista para cuando debiera de escribir.

- Cuando íbamos en secundaria. Llevábamos algún tiempo siendo amigos y nos llevábamos muy bien, pero empecé a sentirme raro y enojado cada vez que lo veía con alguien más.

Amor PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora