Solo Tú

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Estaban los dos en un completo silencio, las hojas revoloteaban, el viento arreciaba y las gotas de agua golpeaban la ventana. Pensaban en qué sería que harían ahora, las palabras exactas que saldrían de sus bocas, pero ¿qué era lo que querían expresar?, ¿qué era lo que pensaban sobre ellos mismos y su relación?, ¿qué deseaban más que nada en el mundo uno del otro?, no lo sabían, pero sólo querían abrir la boca y hablar.

- Ya no me casaré con Marie. - Habló de repente. Éso sorprendió a Mike y, en el fondo, hizo que una inmensa alegría y alivio lo llenaran por completo.

- ¿Por qué? - Preguntó intentando que sus emociones no fueran descubiertas, pero Nile ya las había notado porque él también se sentía de esa misma forma.

- No me puedo casar con alguien a quien no amo. - Rascó su nuca con la vista en el suelo en un acto de vergüenza.

- ¿No dijiste que era "la buena"? - Le recordó.

- Sí, pero no la amo como a tí. - Mike quedó inmóvil con esa confesión; él pelinegro se acercó lentamente, cruzando las piernas sensualmente a cada paso, haciendo que él rubio lo comenzara a desear más y más a cada segundo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, acarició el rostro del más alto, tomó sus mejillas y antes de acercarse más lo volvió a decir, pero ahora directamente. - Te amo, Mike. - Y lo besó, un beso que demostraba cuánto amor le tenía y en el cual se fundieron lentamente hasta que éste llegó a ser desenfrenado y sofocante. Llegaron a la habitación del rubio entre tropiezos y caricias un tanto salvajes; ésa noche, entre caricias y miradas cómplices, entre sonidos obscenos y suspiros de placer, entre rechinidos y susurros de un "te amo", entre la lluvia y relámpagos, se hicieron uno, no sólo físicamente, sino también espiritualmente.

- Creí que no ten gustaban los hombres. - Él rubio acarició su rostro con delicadeza mientras que éste lo disfrutaba.

- No me gustan, sólo tú. - Y eso hizo que él más alto se sintiera especial, se sintiera, por fin, algo más que sólo un "mejor amigo", se sintió amado. Él pelinegro miró sus labios por unos segundos para después besarlos, entre más besos habían entre los dos, más caricias se daban, y entre más caricias, más demostraciones físicas de su amor creaban.




La doctora Ackerman había terminado de trabajar temprano, guardó todos sus materiales de trabajos de su portafolio y salió de su consultorio en dirección a la salida del edificio para esperar a que llegaran por ella; esperaba ansiosamente llegar a casa y descanzar sin tener que preocuparse de nada más; pero claro, no contaba con que vendría alguien a verla a la entrada del edificio, después de tres largos años.

- ¿¡Otra vez tú aquí?!, creí que ya no volvería a verte... Sin ofender. - Dirigió sus palabras al rubio que la había asustado y la veía con una de sus ya clásicas sonrisas.

- ¡Ah! hola, ¿cómo estás? yo bien, gracias por preguntar. - Contestó sarcásticamente recibiendo de respuesta un bufido de exasperación.

- ¿Por qué estás aquí? - Interrogó fastidiada por lo que pensaba que pasaría después: una sesión más.

- Bueno, hace tres años, en ésta misma fecha y hora vine a verte para hablarte sobre mis problemas emocionales. Me hiciste la misma pregunta que ahora: "¿por qué estás aquí?" y ya tengo la respuesta: vine a verte porque necesitaba sentirme listo para decirle a Nile lo que sentía por él y tú lograste que lo hiciera y más, me hiciste confiar en que él de verdad iba a aceptar y lo hizo. Soy muy felíz con él y con Gata de Nieve y...

- ¿"Gata de Nieve"? - Preguntó interrumpiéndolo.

- Oh sí, es una gatita que adoptamos, no pudimos ponernos de acuerdo sobre los nombres así que decidimos combinarlos.

- Ustedes son terribles con los nombres para gatos; especialmente tú. - Lo señaló y éste comenzó a reirse nerviosamente mientras se rascaba la nuca.

- En fin, tú me ayudaste y me haría muy felíz que tú fueras nuestra dama de honor.

- ¿Qué? - Preguntó sorprendida y confundida.

- Nos vamos a casar y queremos que seas la madrina. - La azabache se quedó en blanco unos minutos, pero cuando pudo recobrar el sentido, lo miró y asintió dando a entender que aceptaría ser la dama de honor; se dieron un abrazo muy fuerte y agradable, uno que un pelinegro pudo observar; Mike al notar a su observador, corrió a darle un muy fuerte abrazo a éste el cual fue correspondido con recelo.

- ¿Sabes Mike?, - le llamó la doctora - tenías razón cuando dijiste que tenía cara de chiva; - él rubio intentó contener su risa mientras que él pelinegro veía a la señorita con furia - aunque tú también tienes cara de perro. - Eso hizo que él más alto se sintiera ofendido y su pareja comenzara a burlarse de él. Se despidieron de la doctora cuando llegó por ella su actual pareja: una rubia de ojos azules y mirada fría; ellos fueron a su departamento, al llegar, le dieron de comer a la pequeña gatita, leyeron juntos, cenaron y bebieron café juntos, vieron una película juntos, se dieron una ducha juntos y fueron a dormir juntos. Todo lo hacían juntos, ¿por qué? porque habían pasado demasiado tiempo pensando en que serían rechazados por él otro en vez de amarse y disfrutarse como siempre habían anhelado. No importaban los retardos en sus citas, sus cancelaciones por trabajo y otros incovenientes que parecían no querer dejarlos estar un momento juntos, ellos disfrutarían el tiempo que fuese y los pasarían de una forma agradable. Ya no perderían más tiempo; encontrarían la forma de estar juntos aún si significaba estar un momento para darse o prestarse algo; como Mike lo había hecho desde hace tanto tiempo.

- Buenas noches, Nile. - Se despidió del pelinegro mientras lo abrazaba de la cintura.

- Buenas noches, Mike. - Sintieron cómo la pequeña gatita de nombre extraño se posicionaba en medio de los dos como todas las noches. Se dieron un lindo y tierno beso para después disponerse a dormir.
    Y así, fue como ése amor platónico de secundaria que parecía ser imposible, se convirtió en un amor maduro, real y genuino.

Amor PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora