Minuto de Silencio

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Por una semana todo se encontraba muy bien, al menos para Nile y Marie quienes se habían reconciliado y vuelto más cercanos que antes y eso molestaba mucho al rubio, pues temía que en algún momento su relación llegara a algo más formal, y su temor se cumplió.

- ¿Te vas? - Preguntó confundido al más pequeño de los dos.

- Sí, mi relación con Marie ha estado yendo muy bien y creo que es hora de que los dos comencemos a vivir juntos. - Se excusó.

- ¿Es por algo que hice, no es así? - su corazón latía tan fuerte, no como cuando siempre estaba junto a él, sino por tener que dejarlo ir -, si fue así entonces me disculpo, de verdad, no quiero que estés incómodo conmigo.

- No es así, sólamente quiero interesarme y poner todo el esfuerzo posible en ésta relación, no quiero que sea como en otras que ni siquiera ponía empeño y por mi causa terminábamos. - Lo decía en serio, ya no quería repetir el mismo error una y otra vez, sentir que las cosas iban bien y luego darse cuenta que solo él se sentía así; quería demostrar que sí podía mantener una relación y que podía formar una familia con la persona que amaba... Con la que amaba.

- Entiendo... - Contestó con hilo de voz que desaparecía rápidamente. Días después, Nile se mudó con Marie y Mike sintió cómo todo el departamento se volvió de un color grisáceo, ni los colores de las plantas, ni de los cojines que había comprado junto a él – para que el departamento tuviera más color –, ni la llama de una vela encendida lograba avivar esos colores, ese brillo que él dejaba; perdió la cuenta de las veces que salía del bar junto a él y Erwin y lo esperaba para ir a casa para luego darse cuenta de que no sucedería; de las veces que despertaba y salía de su habitación esperando verlo cocinar, hacerle alguna broma y luego ser golpeado en la cabeza a puño cerrado; de verlo sentado en el sofá leyendo mientras acariciaba a Gata quien se encontaría en su regazo.
   Erwin lo llamaba siempre para saber cómo estaba, qué hacía, si necesitaba algo pero jamás contestaba. Un día dejó de ir al bar junto a los chicos y eso los preocupó demasiado, sobre todo a alguien en especial.

- ¿Tú crees que esté bien? - Preguntó la castaña a su novio quien se portaba indiferente a la situación.

- No veo por qué deberías de preocuparte, ya es un adulto para que pueda valerse por sí mismo, no para que alguien más lo cuide. - Respondió friamente.

- ¡Eres un tonto!, ¡¿no se supone que es tu mejor amigo?!; si él fuera mi mejor amigo yo iría a verlo, ¡eso es lo que hacen los mejores amigos y estoy segura que él lo haría por tí! - Le reclamó y Nile ni se inmutó ni por un segundo, siguió bebiendo su café bien cargado de todos los días y la castaña sólo suspiró. - Bien, no lo hagas... Iré a comprar víveres y después iré a verlo, adiós. - Le dió un beso en los labios y se fue; Nile miró por unos minutos la puerta y rápidamente tomó las llaves de su auto y departamento, tomó su abrigo y se dirigió a la ventana a un lado de las escaleras de incendios que se encontraba cerca de su habitación, abrió la ventana y salió por ésta al exterior para después cerrarla cuidadosamente. Bajó los escalones rápidamente, a veces saltando uno que otro y al llegar al suelo, se dirigió de prisa al departamento del rubio, estuvo varias veces a punto de ser atropellado y otras de hacer que alguien lo fuera. Cuando llegó, abrió con la llave que aún conservaba y lo miró ahí llorando, no por él, por ella.

- Gata, mi pequeña... Despierta por favor... - La acarició y sacudió varias veces intentando que diera indicios de vida mas no obtuvo ninguno.

- ¿Qué pasó? - Le preguntó y éste le miró con dolor para después abalanzársele y darle un muy fuerte abrazo.

- No despierta... Tenía un ratón en su boca y estaba en el suelo con sus hermosos ojitos abiertos... - Hipeaba en cada palabra que soltaba. Nile entendió lo que sucedió, habían algunos huéspedes que siempre le hacían eso a los animales y no les importaba, pero a él sí porque sus acciones podían repercutir en los demás sin tener la culpa.
    Él pelinegro le acarició la espalda lentamente, esperando que con eso se calmase y sintiese más relajado; poco a poco el llanto de él más alto se fue dicipando hasta convertirse en una respiración más lenta y tranquila.

- No me dejes por favor... - Le susurró y Nile le miró unos segundos para después sonreír discretamente.

- Nunca, nunca te dejaré. - Se quedaron así un par de horas más para después salir por una caja y un lugar apropiado para enterrar a la inocente Gata, miraron por unos minutos su improvisada tumba, dándole un significativo minuto de silencio y volvieron al departamento donde se encontraron a Marie quien tocaba insistentemente la puerta del rubio.

- Oh, aquí estás... - Miró a su novio confundida al verlo ahí y más por verlo abrazar al otro. - Creí que no vendrías.

- Gata murió. - Le contestó. La castaña se sorprendió y abrazó a Mike dándole su pésame; entraron al departamento y Nile les preparó un café cargado para él y Mike y uno con leche para la más pequeña. Cuidaron del más alto hasta que quedó dormido en el sofá mientras Nile acariciaba sus hebras rubias.

- Eres muy buen amigo. - Le comentó la castaña.

- Gracias.

- ¿Por qué no eres así conmigo cuando estoy enferma? - Le preguntó con algo de resentimiento por Mike.

- Ésto es diferente; Gata era su mascota, una familia para él. - Le susurró en voz alta y con descontento por la forma en qué había preguntado.

- Lo sé, pero jamás has hecho algo parecido por mí. - Le reclamó. Nile se paró y se le acercó demostrando un aura amenazante que hizo que ella se sintiera más pequeña de lo que era.

- Marie, la única razón por la que salgo contigo es porque mi familia quiere que tenga una propia, así que no confundas las cosas, ¿de acuerdo? - Ella asintió cabizbaja para luego dirigirse a la puerta y abrirla, antes de irse, volteó a ver a Nile quien se encontraba nuevamente acariciando a Mike.

- Nunca va a funcionar, ¿lo sabes, verdad? - Él asintió y volvió a lo que hacía, Marie volvió su vista al suelo, caminó fuera del departamento cerrando la puerta detrás suyo.




- Perder a Gata debió de ser un golpe muy duro para tí. - Contestó con melancolía recordando cuando murió su perro y ella solo era una niña.

- Lo fue, y el clima nublado de otoño no ayubada a sentirme mejor. - Unas cuantas lágrimas se albergaron entre sus ojos pero se negaba a dejarlas salir.

- ¿Qué pasó con Nile y tú? - Preguntó la doctora.

- No cambió mucho, él siguió viviendo con Marie, aunque volvimos a hablar más y a veces salíamos a comer.

- ¿Cuál fue la gota que derramó el vaso? - Preguntó queriendo llegar al fondo de todo.

- Fue hace una semana, cuando dijo que se casaría con Marie...

Amor PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora