Venganza De La Inocencia II

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La sangre escurra del rostro del monstruo hasta formar un pequeño charco de sangre en el suelo. La cara, ya irreconocible por los golpes y heridas, mostraba el dolor por el que él monstruo estaba aa pasando, merecido dolor. La niña no estaba satisfecha con lo logrado hasta el momento, quería más sangre, sufrimiento, dolor y agonía para ese horrendo monstruo. Mientras, el invitado de la niña disfrutaba de ese manjar de dolor humano, pero aún estaba hambriento y quería más, al igual que la niña, el dolor debía continuar.

Volvieron ambos a la mesa y pudieron ver una pinza afilada a la vez, era como tijeras, pero con más filo y fuerza, para cortar cosas más duras y gruesas, como un dedo. El pensamiento se les vino a ambos a la vez. Eran complementarios, él nunca creyó que encontraría a alguien en la vida así, mucho menos una cachorra humana. Esas crías que gozan de la fama de la dulsura e inocencia. La niña sólo pensaba en venganza y en el mayor sufrimiento para el monstruo.

La pequeña tomó las pinzas y fueron hasta donde el monstruo, que respiraba agitado e intranquilo, ahogando gemido de dolor y aguantando el sufrimiento. Cuando sintió los dedos del ser de manos grandes tocar las suyas se terminó de alterar totalmente. No, no quería más, no lo soportaría, eso ya era demaciado, no merecía más dolor, sólo quería que todo el dolor terminará, sólo podía pensar, basta, por favor basta. Pero si se lo merecía, eso y todo el sufrimiento del mundo, o eso creían sus verdugos.

El invitado tomó la mano derecha del monstruo, con los dedos rotos y un poco sangrados, y le preciono con ambas manos la palma, es tirándole los dedos. El monstruo intentó resistir, pero estaba perdiendo la fuerza, la pérdida de sangre y el dolor se la estaban llevando. Solo esperaba el final, esperaba llegar de una vez a la muerte. Aunque lo que le esperara después no fuera nada, la idea le resultaba complaciente en comparación a su actual tortura.

Cayó, junto a incesantes chorros de sangre el primer dedo, el pulgar de la mano izquierda, callendo en el suelo, sobre el charco de sangre. Así le siguieron dos, tres, hasta que los cinco dedos de cada mano terminarán en el suelo. El monstruo no paraba de llorar y gritar en silencio, el dolor era insoportable. Quería que eso terminará de una vez, pero era mucho lo que le faltaba para terminar esa tortura.

La niña sonreía, alegre, disfrutando del momento. La sangre del monstruo ya había manchado gran parte del vestido, mayormente el bajo de este. Sus manos estaban cubiertas totalmente de ese color carmesí, y en el rostro tenía pequeñas manchas, como si se hubiera tocado accidentalmente. Los pequeños ojitos de la niña tenían un especial, la venganza se había transformado en el mayor placer de la niña en ese momento; su invitado lo veía, y cada vez se convencía más del destino de la bella pequeña.

El monstruo callo, por fin, inconsciente, en medio de su propia miseria, su sangre. No tuvo el privilegio de soñar, o siquiera poder usar su cerebro por algún momento, como si se hubiera bloqueado esa parte de su mente, como si alguien no lo dejara pasar. El invitado de la niña ahora era quien gobernaba y dirigía allí, pero el trato con la niña no era hacerlo sufrir sólo, cosa que podría hacer, pero la niña se había ganado parte de su respeto, y cumpliría su palabra. Solo no lo dejó soñar. Mientras la niña miraba la sangre y las heridas del monstruo, como si fuera un deceo hecho realidad, lo que era. Volvió anciosa y con euforia de vuelta a la mesa y tocó admirando cada herramienta, pensando que podría hacer con cada una de ellas, y más de mil formas para terminar con la vida de ese ser inmundo. - - - Se decidió por robarle con una gringa el líquido de las rodillas y poder venderlo - - - . Se decidió por un monton de agujas. El invitado ató las muñecas del monstruo a la silla y la chica metió cada aguja, tomandose su tiempo, siguiendo el camino de las venas de cada brazo. Al ver eso, a travez de una capa de sangre, el monstruo se desesperó aún más. Con despreocupación tomó la primera, aún insertada en la carne del monstruo la empezó a remover, y uniendo poco a poco. El sentimiento de algo removiendose dentro de su brazo, hiso que despertará la anciedad en el monstruo. Ese montón de agujas insertadas en él, y ese sentir eran parte de lo peor de su tortura, su miedo a las agujas y el miedo a él daño interno lo hicieron desesperarse, se removida con fuerza, intentando safarse, con fuerza y furia. Desesperación era la palabra que lo describía en ese momento.

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