Venganza De La Inocencia III

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Ahora la mandíbula del monstruo colgaba de un delgado hilo, su cabeza estaba undida hacia dentro, y en su rostro donde antes estaban sus dos ojos ahora solo habían dos cuencas vacias, su nariz parecía haber sido arrancada brutalmente de una mordida, y sus labios inexistentes dejan ver las encías desnudas. Tenía pedazos de cuero cabelludo colgandole de la cabeza, y en su cuerpo el rastro del odio y el desprecio era aún peor. Sus piernas habían sido arrancadas, y sus muslos estaban totalmente desgarrados, tanto que su fémur estaba a la vista entre sangre y carne desgarrada. Los antebrazos habían sido arrancados del los brazos, tenía huesos rotos que sobresalían, costillas y una clavícula. Su abdomen totalmente desgarrado deja salir los órganos que antes reposaba sanos dentro, y la entrepierna no era más que sangre y pedazos de carne, era la parte del cuerpo peor afectada. Pero a pesar de todo eso el hombre respiraba, respiraba y sentía el infierno de cada parte de su cuerpo, incluida las desprendidas. Creía que era algo imposible, una pesadilla de la que no podía despertar. El cuerpo humano no soporta tanto destrozo, tenía que estar muerto, tenía el derecho de poder desprenderse de su cuerpo y poder descansar tranquilo, desaparecer por lo menos, pero eso no era para él, esa era su nueva maldición. Vivir para siempre en ese estado, sin poder sanar nunca, sin dejar de sentir nunca. Su cerebro nunca se apagaria o dejaría de funcionar por más despedazado que estuviera, quien le había hecho todo eso se lo había dejado bien en claro. Por más que su brazo terminará en la basura, lleno de gusanos e insectos, donde pondrían sus huevos y esas crías se alimentará de él, sentiría todo eso, hasta el mínimo cosquilleo. En su cabeza pensó que quizás llegaría un momento en el que se acostumbraria a ese dolor, pero ese ser le dijo que eso no podría ser, que nadie nunca se acostumbraba a ese dolor, mucho menos al vivir sin poder vivir, seria lo peor de todo.

El invitado de la niña ahora estaba cubierto de sangre, al igual que toda la habitación. La niña ya no lloraba, pero no se quería acercar a donde estaba el monstruo, el miedo había regresado. Su invitado fue donde ella y le sonrió, eso le daba seguridad a ella y él lo sabía. La tomó de bajo de los brazos y la alzó, la abrazo y le prometió que todo había terminado, que nadie le volvería a hacer nada nunca más. Era lo único que ella quería, poder estar tranquila en las noches, sin estar atenta a la puerta, con miedo de que se abriera y ver una figura dibujada entre la oscuridad. Con lágrimas en los ojos le agradeció, no podía dejar de hacerlo. La dejó en el suelo y la tomó de la mano, juntos subieron la escalera del sótano que daba a la cocina, y luego a la sala, donde estaban los padres de la niña.

Al ver de reojo dos figuras paradas en la puerta que daba a la cocina, ambos adultos los miraron fijo y quedaron aterrorizados. La niña les sonreía con su elegante vestido teñido de rojo, como sus pies y manos, pero ellos habían quedado perplejos con la persona que la llevaba de la mano, era un ser demoníaco, enorme. Ambos habían quedó muy asustados, no sabían cómo reaccionar, siquiera llamar a su hija para que no se acercara a esa cosa, dejarla a salvo junto a ellos, que no podrían protejerla ante tal criatura
La primera en hablar fue la niña. Les presento a su nuevo amigo y les dijo que había estado jugando con el en el sótano, que había sido a esa hora porque era el horario libre de su amigo, como cuando ellos le decían que hablarían en su tiempo libre cuando ella lloraba pidiéndoles que no se fueran a trabajar todavía. Les dijo que ya no se tendrían que preocupar por ella, él la había invitado a su casa, donde tenía un cuarto solo para ella con otras amigas que jugarían con ella todo el día y le darían regalos todos los día, comería todo el chocolate que quisiera sin enfermarse y pasteles cubiertos de crema. Les decía todo eso contenta y jugando con sus pies, desparramando la sangre de la suela por el impecable suelo de madera de la sala. El acompañante de la niña les saludo con la mano y siguieron su camino hasta la puerta de entrada donde desaparecieron de la vista de ambos. Se miraron sin poder articular palabra alguna y rápidamente siguieron el rastro de sangre que habían dejado en el suelo hasta el sótano y se encontraron con la terrible escena. La mujer vómito y él no podía creer lo que estaba viendo. El hombre presto atención a la mesa y vio un sobre grande de color rojo lo tomó en sus manos y se las mancho con el material del sobre, se llevó la mano a la nariz y ante el fuerte hedor de la habitación, no pudo distinguir el olor de eso que le había manchado los dedos. Escucharon un grave y horrendo alarido de parte del cuerpo demacrado, y la mujer salió corriendo de allí, el hombre con más miedo aún corrio tras ella, no quería estar solo allí abajo. Ya arriba llamaron enseguida a la policía.

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