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-Sabes quién soy, ¿no? – dijo sacando la pistola y cargándola. – Súbeme al coche y llévame a algún sitio seguro donde podamos estar los dos hasta que me recupere. Me has partido una pierna, joder. – Fue incorporándose lentamente gimiendo de dolor. – O me llevas a algún sitio o te juro que te meto un tiro y te meto en un sitio donde nadie jamás te encontrará. – Venga, andando. – Agarró mi brazo.

Subí en el coche y esperé a que él subiera.

-Dame la pistola. – susurré. Recordé lo que Marcos me había enseñado. Tenía que controlar el miedo para así no tenerlo.

- ¿Qué? ¿Estás gilipollas? Arranca.

- He dicho que me des la pistola. Sino te aseguro que vas de cabeza a la prisión de máxima seguridad. –Esta vez no susurré, lo dije con firmeza. Me puso la pistola en la sien, noté como el sudor comenzaba a recorrer mi pecho.

- ¿Por qué iba a dártela?

-Porque te estás desangrando. -Miré su herida. – Con esa herida no vas a llegar a más de dos kilómetros sin desangrarte.

- ¿Y tú que sabrás? – gruñó.

Aproveché y metí el dedo en su herida con fuerza, se debilitó y agarré la pistola.

-Porque soy médica y puedo hacer que se corte la sangre con... 10 puntos de sutura o puedo hacer que te desangres incluso más rápido. – Miré la herida y la presioné taponándola. Él suspiró aliviado.

-Vale, joder.

-Ni se te ocurra hacerme nada porque vas de cabeza a máxima seguridad.

-Creo que es más inteligente que me cures la pierna y luego te mate. Así nos ahorramos una muerte. – Dijo con furia.

Asentí lentamente y alcé las cejas. Metí otro dedo dentro de su herida notando la sangre chorreando en los dedos, retorcí estos. No me importaba. Él grito alto de dolor.

-No vas a asesinarme. Si te atreves a mencionarlo siquiera te abriré esa herida dos centímetros más e irás de cabeza a la tumba en menos de que cuente diez.

-Vale, fiera. – Dijo colocándose bien en el asiento, rendido.

-Y mañana me limpias eso, lo estás llenando con sangre todo. – Suspiré quitándole el seguro a la pistola y metiéndola en el borde de mi pantalón.

-Está bien... - dijo cansado. – creo que me voy a desmayar.

-Mantente despierto. – dije y saqué de mi bolso una botella de agua – Bebe y échate esto. Te va a doler, pero no empeorará la herida. – Le pasé un botecito de alcohol. Él asintió.

Arranqué el coche y partí hacia mi casa. Cuando se notaba decaído se echaba alcohol y gemía de dolor. Llegamos al garaje y aparqué corriendo. Salí del coche y fui a ayudar a Luis. Agarré su brazo y lo coloqué alrededor de mis hombros.

-Ve a la pata coja si puedes. – Susurré. Miré el coche. Había perdido alrededor de tres cuartos de litro de sangre o incluso uno. Con dos litros el oxígeno no llegaría al cerebro y moriría.

- ¿Cómo te llamas? – preguntó. Le eché una mirada sin entender a qué venía que me preguntase eso. - Quiero centrarme en otra cosa y no pensar que me estoy desangrando.

-Ágata – susurré llevándole hasta mi casa. Él hizo una señal para que continuase hablando. – No trabajo, pero estudié medicina hace unos años. Vivo sola en este piso y bueno, me gusta vivir la vida.

-Eres inteligente, chica. – susurró medio dormido, le di en la cara para que espabilase.

Abrí la puerta de mi casa y corrí con él al sofá. Le tumbé y fui a cerrar la puerta.

Cuando el sol caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora