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Ese día nada cambió. El ambiente se sentía distinto, pero el sol seguía alumbrando vívidamente como todos los días, las flores emanaban del suelo como todos los días, e incluso, parecía que exclusivamente ese día la naturaleza se sentía más rejuvenecida que nunca. Sin embargo, por otro lado, los jugadores no estaban pasando por un buen momento. Para ellos, estos detalles eran insignificantes, puesto que la vida de un igual había pasado a manos de los seres espirituales de manera injusta. Nadie se esperaba este final de él, no obstante, era el vivo retrato de lo que serían sus últimas páginas en un futuro.


El cuerpo ni siquiera fue velado, simplemente, buscaron un buen lugar en donde la tierra fuera blanda para enterrar el cuerpo allí y dejar que la naturaleza hiciese lo demás.


Dong SiCheng, como era llamado realmente, nunca creyó que su vida terminaría de esa manera, ni mucho menos, sus compañeros. Él un día juró velar por la seguridad de la ciudad, y de un día para otro, amanece muerto en un lugar ilocalizable, en donde ni siquiera los más inteligentes detectives de todo el país serán capaces de encontrarlo. En el fondo, esto era un secreto que sólo ellos conocían, y que así se mantendría, ya que todos tendrán el mismo final que él: morirán, nadie sabrá lo que sucedió y luego, serán olvidados para siempre. Y ese, era el final que nadie quería, uno como el de SiCheng.


Los jugadores permanecieron en sepulcral silencio hasta que el último puñado de tierra fue puesto de vuelta en su lugar. Entre todo el pasto y las hojas secas repartidas en el suelo, el rectángulo que marcaba el territorio donde se encontraba el fallecido era la única parte que estaba cubierta de tierra húmeda, evidencia de que allí fue dejado el cadáver de algún humano que alguna vez tuvo una vida tan común como la de todos, pero que tuvo un final fatal, mucho más que cualquier otra historia contada.


Poco a poco fueron dejando el lugar, obviamente, siempre acompañados el uno del otro dependiendo del grupo al que pertenecían. Incluso TaeIl, quien había sido el que enterró el cuerpo, había abandonado el lugar, pero Yuta no podía dejar el lugar sin conectar, aunque sea, un eslabón de toda la cadena. Le frustraba y se le hacía curioso a la vez, la manera en la que murió. Frustración, por una parte, puesto que no sabía cómo ni quién había sido, y no tenía ninguna pista aparte de su memoria para encontrar a la persona que se había manchado las manos. Y curiosidad, por otra parte, debido a la osada acción del culpable. Que, pese a las condiciones y el riesgo que conllevaba hacer cosa de tal magnitud, lo haya hecho igual, sin siquiera ser descubierto, sin siquiera dejar rastro de lo ocurrido. O él era muy inteligente, o sólo tenía un muy grande (pero turbio) talento.


—Vámonos, no queda nadie más que nosotros, y debemos avanzar —JaeMin posó su diestra sobre el hombro de su compañero. Yuta, desprendiéndose de sus pensamientos, le replicó:


—No quiero seguir avanzando sin antes encontrar al culpable.


—No puedes hacerlo, no tendrá sentido. ¿Acaso averiguarás las muertes de los otros jugadores también? —le hablaba con suavidad, pero autoridad. Tenían cinco años de diferencia etaria, pero parecía que el que mandaba aquí era el menor.


—No es eso, es sólo por SiCheng —alzó un poco la voz. Su vista no se apartaba del montón de tierra—. Sé que hay alguien detrás de esto, y no se trata de Simón... —esta vez su voz sonó más suave, casi como un murmullo. No quería que le escucharan, sabían que Simón era omnipresente y podía oír hasta la respiración más mínima si su soberanía lo quería así.

simon says ー nctDonde viven las historias. Descúbrelo ahora