Primera vez.

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No podía con filosofía, y eso que llevaba estudiando toda la tarde, incluso había sacrificado mi sagrada siesta por ella. Pero nada. Y lo intentaba, lo juro, pero cualquier esfuerzo era en vano.

Estaba en segundo de bachillerato, el último curso del instituto, a si que no me podía permitir hacer el tonto. Claro que nunca tuve esta mentalidad años atrás, pero este año era serio, ya sabéis, un examen que decidirá el resto de tu vida, tu camino a seguir, tu destino.

En realidad nunca he sacado notas altas, aprobaba por suerte y me esforzaba muy por debajo de mis posibilidades. Jamás se me pasó por la cabeza desperdiciar un fin de semana en casa estudiando y solía dejar todo para el ultimo momento, y por el último momento no me refiero a que hacía los deberes el ultimo día del fin de semana, me refiero a que los hacia 5 minutos antes de la clase.

Pero este curso las cosas tenían que cambiar, mi madre estaba gastando mucho dinero en mi colegio, a si que si me estaba esforzando, era por ella.

Tras tres horas intentando que Aristóteles se metiera en mi cabeza (sin suerte) decidí encender el móvil.

Cinco segundos después los mensajes empezaron a sonar, todos de mi mejor amiga, Nuria.

-Yuri, he ido a casa de mi tía y me apetecía verte, baja un poco y tomamos algo.

-YURIII BAJAAA.

-DEJA DE ESTUDIAR PORQUE YO NO HE TOCADO UN LIBRO Y AHORA ME ESTOY SINTIENDO CULPABLE.

-COMO NO BAJES TE MATO.

- QUE NOOO, BAJA QUE HE DEJADO LA PISTOLA EN CASA.

El último era de hace un minuto:

-BAJA TU CULO HASTA AQUI, QUE ESTAMOS EN DICIEMBRE Y NO HACE PRECISAMENTE CALOR. VENGA.

Me puse un abrigo calentito y un gorro de lana mientras la escribía "Antes de que leas este mensaje estaré allí abajo". Lancé un beso a mi perrito y salí disparada por la puerta.

En cuanto bajé, la vi cruzada de brazos con cara de pocos amigos.

-Mm.. -Empecé a balbucear una excusa.

-Tranquila, hoy no voy a matarte, porque me vas a invitar a un cola-cao y porque encontrar sitio para esconder tu cadáver es difícil.

-Te quiero.-La dije mientras me acercaba a ella y nos dábamos dos besos sinceros.

Casi siempre solíamos ir a un bar que había debajo de mi casa. Habíamos caído enamoradas de él desde que entramos la primera vez. Estaba decorado con un estilo africano muy original, con sofás de estampado étnico y lámparas en casa mesa, a cada cual más bonita.

-Hola Javi -dijo Nuria mientras yo me limité a agitar la mano y sonreir.

-Hola chicas -dijo Javi con una gran sonrisa

(Esa era una de las cosas que más nos gustaba de aquel sitio, los camareros jamás perdían la sonrisa).

- ¿Nos pones cuando puedas un cola cao y un café bombón? -Dije.

-Por supuesto -dijo antes de girarse para preparar nuestras bebidas.

Nos sentamos en la mesa de siempre, la que tenia la lámpara más pequeña del local, pero la más bonita, estaba llena de purpurina que brillaba en la oscuridad, y cada vez que apagaban las luces, la purpurina se proyectaba en la pared como si fueran estrellas.

Javi llegó con nuestras bebidas, el cola cao era para Nuria, no le gustaba el café. Para mi era una completa pasión, que había intentado transmitirle claro, pero sin éxito.

Nuria me estaba contando nuestros planes para el fin de semana cuando noté un frío repentino que me hizo darme cuenta de que la puerta estaba abierta y de que alguien había entrado.

Y lo vi.

Fue la primera vez que lo vi.

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