Una cita maravillosa.

38 2 1
                                    

No era la primera vez que tenia una cita. Pero si era la primera vez que quedaba con alguien que me gustaba tanto como Fer. Traté de sacar el tema de las cosas que quería contarme de la cabeza y me centré en encontrar algo decente que ponerme  esta noche.

Cuando mi amario ya estaba vacío porque toda la ropa que había dentro estaba esparcida por el suelo de la habitación, mi teléfono comenzó a sonar, Nuria llamaba.

-¿Preparada para el discotequeo de esta noche?- dijo como saludo.

-Nuria, no voy a poder ir...

-¿Por qué? ¿Estas mala? ¿Estas enfadada conm..

-No- dije interrumpiéndola, es que tengo una cita.- sabia que no iba a dejar pasar el tema, a si que aleje la oreja del teléfono y prepare a mis timpanos.

-¡DIOOOOOOS! ¿NO ME DIGAS QUE CON EL HOMBRE DE NEGRO?-dijo ella gritando a más no poder.

-Sí, con Fer-dije sin poder evitar la risa.

-Madre mía cariño, que orgullosa estoy,¿Quieres que vaya para ayudarte? No soy muy buena pero da lo mismo...

-Tranquila, tu sal, creo que me las apañaré.

Mas bien era yo la que ayudaba a Nuria a arreglarse, no es que fuera una experta de la moda, pero no se me daba mal. A ella todo lo contrario, era capaz de combinar un chándal con tacones y quedarse tan agusto.

-Te quiero, suerte, llámame después y cuentame todo.

-Te quiero- dije colgando.

Me decidi por un jersey a tonos grises, con un collar negro y unas mallas negras, lo combine con unas botas color crema y un bolso del mismo color. El pelo lo dejé suelto y rizado y me delinee los ojos. A las siete y media ya estaba más que lista.

La verdad es que no estaba nerviosa, probablemente me pondría de los nervios cuando le viese esperándome, pero por el momento me notaba tranquila.

A las ocho menos diez me decidí a bajar pensando que si llegaba antes me daría tiempo a relajarme un poco y a no ser un manojo de nervios andante. Pero me salio mal la jugada, él ya estaba allí.

Tuve ganas de salir corriendo, de hacerme la loca y volver a casa, meterme bajo las sábanas y no salir hasta que mi madre me obligara, pero cuando el me miró, supe que no tuve opción.

-Llegas pronto-dije con una sonrisa intentando mostrar tranquilidad.

-Lo sé, a las siete y media ya estuve listo, y pensé que por venir un poco antes no pasaría nada.-dijo devolviendome la sonrisa, mientras sus mejillas se enrojecían levemente.

-Pensé lo mismo.

-Estas preciosa.

-Venga ya, lo dices porq..

-Porque realmente lo estas.

-Gracias-dije sin poder evitar la sonrisa.

Me contó que había reservado en un sitio del centro, sonó caro, y realmente no quería que pensara que soy una de esas chicas que aceptan salir a cambio de cenas en restaurantes de ensueño y vestidos caros.

-No quiero que gastes dinero en mí.

-Yuri, el dinero no es un problema...

-Tienes cara de estar muriendote por una buena hamburguesa-y en parte era cierto, nos habíamos sentado en mi cafetería, y su mirada siempre estaba posada en mi, para desviarse de vez en cuando a la hamburguesería de la esquina.

Finalmente se rindio.

-¿Sería poco caballeresco anular la cena en el restaurante y cambiarla por dos hamburguesas, alitas de pollo, aros de cebolla y muchas muchas patatas?

- Sería poco caballeresco, pero sería perfecto.

Me cogió de la mano y nos fuimos a cenar. Comimos todo lo que quisimos y más. Estaba tan llena que creo que durante esa cena aumente dos tallas. Durante toda la noche hablamos de cosas banales, sin importancia. Me contó que quiso ser policía porque siempre le había gustado el riesgo, que participo en atletismo muchos años y que no tiene novia desde hace dos años (esto último con mi enrojecimiento de mejillas incluido claro). Él a su vez pareció interesarse mucho en mi afición de cantar y no me quedo más remedio que prometerle un concierto personal.

Ninguno de los dos hablo de ese tema.

Eran las diez, llevábamos casi una hora y media allí, y habíamos terminado de comer hace rato. Él se levanto de la silla y saco su cartera del bolsillo derecho de su pantalón.

-Ni se te ocurra.-dije adivinando lo que pretendía.

-Voy a pagar yo Yuri, no hay excusa que valga.-dijo acercándose a la dependienta.

Me puse delante de él, y nuestros cuerpos chocaron, lance una rápida mirada a sus labios olvidando que estábamos en un sitio público y que probablemente los ojos de Fer no eran los únicos clavados en mi en ese momento.

-Son puros convencionalismos.-dije intentando recobrar la compostura.

-¿Convencionalismos?

-Sí, convencionalismos, como normas no escritas que todo el mundo sigue y en realidad carecen de sentido.

-¿Por ejemplo?-dijo el con notable interés.

- Por ejemplo la costumbre de que siempre sean los chicos los que inviten a las chicas, que sean los hombres los que pidan salir, o casarse a las mujeres. Que en los bailes deban pedir acompañante los chicos. Son normas sin sentido, la mujeres podemos hacerlo, sólo que nadie lo hace porque no es habitual. A si que esta noche invito yo.

No esperé su reacción y me dirigí al mostrador para pagar. Cuando me giré el estaba con una mano en mi cintura y despidiéndose de la camarera con un "¡NO A LOS CONVENCIONALISMOS!".

Salimos de allí riéndonos a carcajadas, y nos sentamos en una fuente que había en un parque por el que hacia mucho que no pasaba.

-No sabes lo difícil que es encontrar a una chica como tú.

-¿Me has estado buscando? -dije de forma pícara.

- Sin descanso, y ahora que por fin te tengo, me gustaría besarte, pero los convencionalismos dicen que...

Lo interrumpi con un beso.

Shh!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora