Citadela.

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-No tienes nada que temer, conmigo estás seguro. 

Se vio con la necesidad de pronunciar, sin saber muy bien porque, al mismo tiempo que Hefesto volteaba en su dirección, algo perplejo, tal vez preguntándose porque decía esas palabras, sin comprenderlas. 

-A Hermes le gusta fanfarronear y Afrodita nunca ha pensado en mí, ni siquiera para vengarse, no soy nada para ella.

Afrodita, no deseaba que hablara de esa bruja, ya habían llegado al acuerdo común, de que ninguno la deseaba más, que dejaron de amarla hacía mucho tiempo y le molestaba, que Hefesto sonara tan dolido hablando de ella, lo hacía sentir, ignorado. 

-Podrías haberme dicho gracias. 

No era el momento de hablar de tonterías como esa, ambos lo sabían, pero aun asi, no queria que Hefesto estuviera asustado por nada, que pensara que dejaría que Afrodita volviera a lastimarlo, solo porque podía, porque le parecía divertido, parecía. 

-Gracias poderoso dios Ares, dios de la guerra y la belleza masculina… 

Hefesto no le hizo mucho caso, pero elevó los ojos, pensando que era absurdo ese comportamiento, especialmente, porque no era el momento de hablar de tonterías, como tanto le gustaba a su aliado, que podía decir, era su amigo. 

-¿Así está mejor? 

Esa discusión había llamado la atención de algunos de los presentes, especialmente Thanatos, porque recordaba que la primera vez que conversaron, Hefesto fue todo menos amable, o paciente y le hizo retroceder, abandonar su templo, bajo amenaza de ser destruido.

-Si, así está mejor… mucho mejor. 

Para otros, algunos omegas jóvenes cuyo rostro estaba oculto en sus cascos de marinas de poseidón, pensaban que se comportaban como un viejo matrimonio, como si fueran compañeros de muchos años, pero, obviamente eso era un error, porque nadie llegó a pensar, que Afrodita pudiera ser olvidada y que el amante viril y el esposo engañado de la diosa, pudieran congeniar de esa forma. 

-No entiendo porque te tolero. 

Fueron sus palabras, en ese momento, llevando sus manos a sus caderas, esperando porque Poseidón dijera algo más, pero fue Ares, quien avanzó, ofreciéndole una mano a su enemigo, al menos, en las últimas dos guerras, porque su tío, siempre se aliaba con su hermanita. 

-No le hagas caso, mi aliado me adora, Poseidón, y soy un buen aliado, cuido de los míos. 

Era gracioso escuchar esas palabras, especialmente, porque no parecía que Hefesto supiera que era de los suyos, quien buscando en una mochila que llevaba a cuestas, encontró un arma, como un caño, pero miniatura, el que disparó al cielo y al estallar, se formó un símbolo difícil de describir, sorprendiendo a la mayoría. 

-He hablado con algunos otros, al ver esta señal, acudiran con nosotros, tenemos que proteger a los omegas que aún quedan en este mundo. 

Ares entonces tragó saliva, sin saber muy bien cómo serían recibidos, en el que se suponía era su citadela, construida en las reliquias del santuario de Athena, pisando esta tierra sagrada que al sentir su cosmos, se modificó, tomando un color oscuro, retorciéndose para crear algunas efigies suyas, reconstruyendo sus coliseos. 

Y la estatua de su hermana, se caía en pedazos, para dejar en su lugar, una estatua suya, en su carro, forjada de oro, una creación de Hefesto, que le había hecho varias artesanías, armas, estatuas, solo pensando en el. 

Haciendo que se preguntara porque había tantas estatuas suyas y porque, parecía que conocía bien sus rasgos, porque no recordaba haber posado para ninguna de esas maravillas, recordando, que Hermes le había acusado de posar su mirada en alguien mas que no era su esposa. 

Cacería.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora