Acuerdo.

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Minos vio con tristeza como Radamanthys se marchaba sin atreverse a decir nada al respecto, como si creyera que iba al matadero, porque sabía que lo que tuviera que decir Valentine, era una mentira.

Porque conocía a los alfas mejor que nadie y aunque parecieran sus amigos o aliados, todos siempre eran iguales, siempre buscaban algo que al no entregarles, lo tomaban a la fuerza.

Y el amor por el que esperaban no era más que una dolorosa ilusión, una mentira, un espejismo que no debían seguir, que no deberían desear mas, que no deberian perseguir como polillas siguiendo una llama.

-¿Te encuentras bien?

Era extraño que Aiacos fuera quien le preguntaba eso, el buen Aiacos que había perdido a Violate, por lo cual no era justo que lo atormentara con sus recuerdos o sus temores, así que solo asintió, estaba bien, siempre y cuando ese alfa ya no se acercaba mas a el.

-Soy yo quien debe preguntar eso, no tu, Aiacos.

El tercer juez de las almas, que era su hermano porque se trataba de uno de los hijos de Zeus, pero no porque hayan nacido de la misma madre, negó eso, él comprendía el miedo de Minos y estar rodeado de alfas no era para nada agradable para el.

-Se que… en mi siguiente vida volveré a verla, pero aun asi, me duele no estar con ella, no quedarme a su lado.

Minos fue quien encontraba esas palabras absurdas, Violate se sacrificó por su bien y el verle caer habría sido la peor tortura de todas, por lo cual, abrazando al juez de cabello negro, le permitió llorar en su regazo, pensando que se trataba de un egoista, porque su amigo había perdido demasiado, el no.

-Claro que sí, volverán a estar juntos.

Aunque, por alguna razón, no estaban del todo seguros, las almas destruidas por los cazadores desaparecian, era como si no volvieran a reencarnar y eso les preocupaba a ambos.

-Volverás a verla.

Cheshire veía ese intercambio en silencio, esperando que Radamanthys estuviera bien, con quien siempre había sido muy grosero, porque le parecía divertida la forma en la cual guardaba silencio, como se molestaba pero no se atrevía a lastimarlo.

Y pensaba que se debía al miedo que le tenía a Pandora eso que le evitaba atacarlo, pero no era cierto supuso, tal vez siempre le vio como un niño, alguien que no atacaria porque lo pensaba injusto.

Como lo fue todo su trato, durante muchas vidas, preguntándose entonces, si acaso sus aliados no creían lo mismo, que solo era un niño, un muchacho, o una mascota y eso le molestaba demasiado, especialmente, porque solo Radamanthys, después de su fuga, le prestaba atención.

Así que se los demostraría, les enseñaría que podía ser un guerrero tan bueno como ellos, que podía defenderse y aprender, no era solo el entretenimiento de Pandora, no era un esclavo, además, quería regresarle su amabilidad a Radamanthys, sin el, probablemente en ese momento ya no estaría vivo.

Lo recordaba bien, su sorpresa cuando Pandora destruyó un calavera de onix, como si fuera la cabeza de un cíclope, la que al estrellarse abrió los sellos que protegían al Inframundo de los cazadores, abrió las puertas que conectaban su mundo con el exterior.

Cheshire no sabía bien qué ocurría, no lo entendía, porque su ama haría algo como eso, mucho menos cuando esos dioses ingresaron con sus lobos y sus cazadores en el Inframundo, con una sonrisa perversa.

Una cosa que parecía una cabra tocaba una tocada que le adormecio el cuerpo, haciéndole caer de rodillas, llevando sus manos a sus oídos, al mismo tiempo que otro dios, uno de cabello negro usaba su cosmos para contaminar el agua, el vino, la comida del Inframundo con su locura y poco después, los dos hermanos, Apolo y Artemisa tocaban sus cuernos de caza, llamando a los espectros que no eran omegas, dando inicio a la cacería.

Cacería.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora