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Sábado.
18:00H.

Helsinki fue a ver a Berlín. Entró en la sala corriendo y agitado.

—Herido grave. —dijo como pudo. Entre su poco manejo del idioma y que le costaba hablar, a Londres y Berlín les costó entender lo que el serbio dijo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Londres dejando su baraja de cartas sobre la mesa. Berlín hizo lo mismo que ella.

—Han disparado a rehenes.

—Londres avisa a Tokio para que traiga el material sanitario. Te vas a encargar tú de prepararlo todo. —dijo Berlín manteniendo la calma. —Helsinki tú trae algo que sirva de camilla.

Londres salió corriendo de la habitación para avisar a Tokio y que pudiera preparar las cosas. Mientras ellas se encargaban el herido estaba ya listo para ir a la "camilla".

—Agua, agua, por favor.

Alguien lo dijo pero Londres estaba tan concentrada en su trabajo que no sabría decir quién habló.

Río le pasó una botella de agua a Denver para darle al herido. Londres intentaba mantener la calma bajo los gritos de Tokio.

—Arturo, sujétate. —le gritaba Tokio. Si trataba así al herido iba a ser peor para él. —¡Río, Río!

—Alcohol, alcohol, alcohol. —repetía Denver. No era la primera vez que le escuchaban pedir alcohol desesperadamente pero esa vez sí que lo necesitaban.

—Necesito que te quites la mano de ahí. —pidió Londres. Miró la cara del herido un segundo. Era Arturo. —Y que dejes de chillar, por favor, que no te vas a morir ni nada.

32 horas de atraco.

—Necesito hablar con mi mujer, por favor. Necesito hablar con mi mujer. —lloraba.

—Arturo, que no te va a pasar nada. Te vamos a sacar la bala y todo va a estar bien. —le decía Río.

Londres no lo tenía tan claro. Ella aún no había acabado la carrera y los cursos de primeros auxilios del Profesor no eran suficiente para sacar una bala.

—Cava inferior. Renal derecha. Izquierda. Mesentérica. Pulmonar derecha. Izquierda. Este es el corazón. Cava. Subclavia derecha e izquierda. Braquial. Humeral. Yugular interna. Yugular externa. —decía el Profesor mientras pasaba un rotulador azul por el cuerpo de Río. —Y en rojo las arterias más importantes.

—Eh, para, para, para. —dijo Denver. —Vamos a ver. ¿Tú quieres que aprendamos medicina así, con dos rotuladores?

Hombre no era la forma más ortodoxa ni la más efectiva pero era la que había.

—Si alguno recibe un disparo no va a poder ir a un hospital. Os las tenéis que apañar allí dentro.

—Va a ser un puñetero suicidio.

Con esa actitud seguro que sí.

—Calla ya, coño.

—No, una cosa es que nos encerremos en esa ratonera. Otra cosa, es que nos matemos.

—Denver. —le llamó Berlín. —Te estamos pudiendo que aprendas a sacar una bala. No empieces con la épica del extrarradio.

—A ver que no es tan difícil, sabes. —dijo Nairobi. —Coges la pinza, sacas la bala sin joder nada más. Ya está.

¿En qué mundo de luz y color era así de fácil?

—Ah, sin joder nada más que un tiro. Mira, a mí si me dan un tiro, me lleváis al hospital. Que quede claro.

Londres| La Casa De Papel » NairobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora