Londres| La Casa De Papel » Nairobi

n u e v e

Domingo.
22:09 h.

Londres y Nairobi estaban juntas en el despacho que se había apropiado la mayor. Londres estaba sentada en la silla, dando vueltas sobre sí misma y Nairobi escribiendo números en los cristales.

—172 millones. —leyó Londres. Estaba un poco mareada así que decidió dejar de jugar con la silla. —Esto es la puta hostia.

—¡Eh, ¿o animáis a ver la tele?! —Río apareció en el despacho de Nairobi con una sonrisa.

Sin decir nada las dos mujeres le siguieron hasta la habitación donde habían dejado la única televisión de la fábrica.

—¡Dale, niño, dale! —dijo Nairobi muy animada. Londres se sentó en el suelo y Río enchufó la televisión. —Ponlo a ver que dicen de nosotros que esto, vamos, ¡ni el atraco del tren!

Londres no sabía de lo que Nairobi hablaba pero no quitaba la sonrisa que tenía al escucharla.

En unos segundos llegaron también Tokio, Helsinki y Oslo.

Londres se levantó del suelo para ponerse al lado de Oslo. Lo miró unos segundos antes de prestarle atención a la pantalla. Quería tanto a Oslo. No sabía como le había cogido tanto cariño en tan poco y menos sin hablar tanto como lo había hecho con Río o Denver.

Oslo vio que Londres lo miraba así que sacó su puño para que chocaran. Pasó su brazo por los hombro de la chica. Era tan pequeña a su lado.

—"Recordemos que un número indeterminado de asaltantes accedió..." —decía una mujer de uno de los canales más famosos de España.

—Poner cadenas internacionales, dejarse de mediaset. —pidió Londres.

—"¿Qué es lo que quieren los atracadores?"

—La que hemos liao. —dijo Nairobi muy emocionada.

Rieron debido a la emoción que sentían. Es que era increíble. Si hace un año le hubieran dicho a Londres que la iba a liar tanto no se lo hubiera creído. Hubiera pensado que era una locura y que debía acabar la carrera por su padre, pero en ese momento, con la M16 entre sus manos y esa familia en su corazón, su padre era en lo último que pensaba.

—"¿Es un golpe al sistema?" —ahora el que hablaba tenía acento latino. Río volvió a cambiar de canal. —"The largest..."

Tokio se llevó las manos a la cabeza y a la boca. Ninguno se podía creer lo lejos que habían llegado. Es que estaban saliendo hasta en canales internacionales. América latina, Asia, Estado Unidos... Era una ida de olla.

—¡Madre mía! ¡Esto, ni los americanos! —Nairobi le dio un golpe amistoso a Tokio en el hombro. —¡Esto, marca España pero con M16! ¡Toma ya!

Río volvió a cambiar de cadena. Salían dos personas, aparentemente un matrimonio. La mujer lloraba.

—¡Coño, mis padres! —dijo Río ilusionado.

—"Un adolescente... rarillo... —decía su padre.

—"Tímido". —esta vez habló su madre.

—"Tímido. —volvió a hablar el padre. —Nuestro hijo estaba siempre encerrado en la habitación, pero pensábamos que estaba jugando al ordenador o... Pero uno no piensa que es un criminal. —hostias, golpe bajo. —Y luego... lo ves en la tele con un fusil, disparando, con 60 personas encerradas. Y ves que es como esos yihadistas.

Ahí se había pasado.

La cara de Río ya no era para nada como al principio de haber visto a sus padres en televisión.