d o c e

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Domingo.
19:02h
57 horas de atraco.

—¿Qué pasa? —Londres preguntó.

Berlín y ella habían ido juntos a la cámara acorazada en la que Moscú estaba cavando. Berlín al escuchar música se puso a cantar. Estaba sonando la canción que el Profesor les había enseñado en Toledo. Londres se unió a los demás cantando, bailando, saltando... celebrando.

—¿Qué pasa? ¿Qué fiesta os tenéis aquí montada? ¿Qué pasa? —Denver entró, tan confundido como uno minutos atrás estaba Londres.

—¡Eh, eh, eh, eh! —animaba Moscú.

Denver hiló en unos segundos lo que estaba pasando, justo cuando la canción iba a romper. Se puso a cantar igual que el resto.

—¿Qué os pasa? —apareció Nairobi.

Londres rodó los ojos y la agarró de la mano para que viera el interior de la cámara acorazada. Nairobi reaccionó igual que el resto.

Hicieron un coro y bailaron y cantaron en círculos mientras Tokio tiraba billetes hasta que la canción acabó.

Sin duda, fue el momento que más felices fueron ahí dentro. Y entonces, se relajaron.

Después del momento de euforia cada uno se puso a hacer lo suyo. Londres estaba en el despacho de Berlín esperando a que Nairobi trajera a la profesora del instituto británico. Allí estaban Ariadna y Alison.

—Pasa. —se escuchó la voz de Nairobi. La profesora y ella pasaron dentro. —Y siéntate. —cerró la puerta y se quedó de pie al lado de Londres.

—Mercedes... —empezó a hablar Berlín. —Hola. La he llamado para ver que hacemos con su alumna. —tomó asiento. —Se ha escapado y la hemos encontrado encerrada en una caja fuerte. ¿A qué cree usted que responde esta rebeldía? ¿Será quizás la rebeldía de las vírgenes?

Londres miró con ambas cejas alzadas a Berlín. Ya iba a empezar con sus mierdas.

No iba a darle el discurso de que la virginidad no existe, que es un concepto inventado del patriarcado. No le daría la charla de nuevo.

—¿Qué coño dices de vírgenes, tío? —le dijo Nairobi.

—Nairobi, en muchas especies lo vemos. —se quejó Berlín. —Las vírgenes son rebeldes porque todavía están sin desbravar. Con todos los respetos lo digo, pasa como con las yeguas. Hasta que no se doman, hasta que no se montan, pueden salir corriendo, dan coces, son completamente imprevisibles. Habrá oído usted hablar de este concepto, ¿no, profesora?

—¿Tú te escuchas cuándo hablas, eh? ¿Escuchas las gilipolleces que dices, Berlín? —Londres lo miraba flipando.

—¿A qué edad perdiste tu virginidad, Londres? —Berlín se giró para mirar a su compañera.

Londres suspiró intentando calmarse.

—Si te refieres a la primera vez que me acosté con alguien fue a los dieciséis años. —respondió de forma cortante.

—¿Y usted Mercedes? —ahora miraba a la profesora. —Mercedes, no pasa nada. Hable, por favor, estamos aquí. En familia, en confianza. No se deje impresionar por la promiscuidad de Londres, es otra generación, otra época. Profesora...

Londres alzó su m16 dispuesta a darle un culatazo en la cabeza a Berlín pero la mano de Nairobi le frenó. Londres negó pero hizo caso a Nairobi y se quedó quieta.

—Eh... Pues... Eh... Yo es que soy de un pueblecito de Soria.

—Ajá.

—A los veinticuatro.

Londres| La Casa De Papel » NairobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora