Capítulo VIII

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{Sueña conmigo}

1 de septiembre del 2016

- No debo beber más, mamá. Mañana tengo una entrevista importante.

Rina hizo oídos sordos a las palabras de Kookie, dichas por la lengua enredada y adormecida debido al vino.

Ella continuó llenando la copa que se encontraba aún por la mitad.

- Pero si no has tomado nada~ No seas flojo, hijo mío.

Disfrazado de mesero contemplo sonriente el gracioso marco, Kookie con la nariz y mejillas enrojecidas, los ojos arrugados en una expresión de confusión absoluta.

Mi pequeño cumple hoy diecinueve años, y su madre se encargó de secuestrarlo para darle la fiesta que merece.

- S... Sí... Supongo que tienes razón... Mi copa todavía está llena.

Acaba diciendo con la típica risa de borracho, sus ojitos al compás de su nariz llenándose de arrugas en la expresión más tierna y hermosa del mundo.

Mi corazón sufrió un brinco con el gesto de Rina para que me acercara a ellos, la pajarita de pronto se me hizo asfixiante.

No me puedo acercar... Menos así, con esta pinta de pingüino de Madagascar.

Al ver mi posición de pronta huída, arrugó el entrecejo amenazante, a su lado Kookie empinándose nuevamente un trago de vino.

- Jungkookie ¿Por qué no vas afuera? Creo que necesitas tomar aire fresco.

- ¿Eh? ¿Yo? No...

- Hazme caso, mocoso, ve afuera a refrescar.

Puso los labios enrojecidos en morros y yo, desde una distancia prudente solamente puedo sonreír por ello.

Es el chico más hermoso que existe...

Se levanta tambaleante, serpentea entre las mesas del restaurante hacia el balcón. Y yo hubiese continuado apreciando su belleza, de no ser por el escalofríos que me recorrió de pies a cabeza.

Guío la mirada hasta la emisora de tales energías malévolas, quien con un gesto de la cabeza me ordena a seguirlo.

Sostengo con fuerza la bandeja de metal entre mis manos y contra mi pecho, niego reiteradas veces con la cabeza; hasta que ella, con una sonrisa, desliza el dedo índice por el ancho de su garganta.

Esta mujer da miedo...

Trago con la suficiente fuerza para ser audible hasta para tres personas cercanas.

Mis pies siguen los pasos de Kookie, el cual ya desapareció por las puertas del balcón.

Tienes diecinueve años, Yoongi, no quince, por Dios.

Craqueo imaginariamente los huesos de mis dedos y relajo los músculos del cuello.

Claro que, aunque yo me sienta cool por haberme dado apoyo psicológico, lo más probable es que parezca que tengo una vara en el trasero.

You belong to me: YoonkookgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora