Como siempre... hay días y días.
—¡Giorno!
Fue el primer grito de la jornada.
Estaba ocupado en mi oficina cuando Mista entró sin siquiera preguntar.
—A entrenar, es hora —Ordenó sonriente.
Salgo con Mista hace muy poco... acepté salir juntos casi sin saber nada de él pero es un buen tipo, tiene algo que me agrada. Aun así, siempre hay algo nuevo sobre su persona de lo que me debo cuidar.
Recuerdo algunas palabras dichas por Narancia antes de su partida: «Mista es increíble, es mi mejor amigo, pero... Siempre debes estar atento a él»
Hasta el día de hoy pienso en qué me habrá querido decir con eso.
—Estoy algo... —Miré los papeles sobre mi escritorio de mala gana.
Ser el jefe aún era algo nuevo a lo que no me había acostumbrado así que...
—Nop, debes ir. Siempre he sido la fuerza bruta en la pandilla, le he enseñado a todos a usar un arma, y no serás la excepción a mis tradiciones. —Dijo con decisión.
—¿Y Trish qué? ¿A ella no la obligas? —Reí —Además, sé disparar, ¿No recuerdas quién te ayudó allá en Roma? —Le refregué en cara.
—Acertar un par de veces no te hace bueno.
Sentí...
—... Bien, vamos.
Una vez en el enorme jardín que Mista usaba para practicar tiro, me dió una de las varias armas que trae encima constantemente.
Cuando la tomé me detuve un poco en observarla y ver los bellos detalles grabados —No te distraigas. A lo que vinimos. —Dijo Mista dando el primer disparo.
Su ánimo es crucial para mi en este terrible periodo, así que le agradezco de todo corazón que me secuestre de mis deberes y me ayude a distraerme. Con eso en mente olvidé el comentario de antes, supuse que solo lo dijo sin pensar así que le resté importancia.
Apunté al objetivo, inhalé y suspiré para liberar cualquier tensión y duda de mi cuerpo, y un segundo antes de disparar miré directo a los ojos de Mista. Tan oscuros y profundos... No dudo de mi, pero su sola presencia me hace caer.
Disparé.
—Tienes que mirar a tu objetivo, no a mi. —Sonrió y corrió directo a las latas para ver que tan certero fui.
«Sí miré a mi objetivo» Pensé entre risas.
Lo seguí y veo que con un pequeña mueca me dice: —Está bien, le diste, pero fue suerte. No te distraigas para la próxima.
—¿Suerte? El disparo está justo en medio de la lata, como la tuya. —Me defendí ligeramente incómodo por su acusación.
—Ni siquiera miraste a lo que apuntabas JAJAJA —Colocó las mismas latas en dónde estaban —De nuevo, ahora agranda el agujero que hiciste y cierrame la boca.
Apreté la mandibula, empuñé el arma y repetimos el proceso. Mista acertó, yo fallé por un par de centimetros.
—Por suerte me tienes para entrenarte.
—... Que humilde eres, Guido~ —Me reí casi forzadamente.
Practicamos una media hora seguramente, y durante ese tiempo fueron comentarios tras comentarios los que me arrebataron la diversión.
«El arma se toma así, Giorno»
«Si haces eso fallarás, Giorno»
«Yo te enseño, Giorno»
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Uno los dos.
RomanceGiorno Giovanna y Guido Mista tenían una relación bastante complicada, ser el jefe de la mafía no era una tarea fácil ya que debía mantener una imágen. Lo que enfadaba a Mista incontables veces, provócando ciertas dudas sobre ellos en el más joven. ...