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Jin GuangYao alzó las orejas. Alguien se acercaba. Echó una ojeada al reloj en la pared y comprobó lo que ya suponía: faltaban cinco para las ocho. Eso dejaba una sola opción como visitante.


Abandonó su refugio y fue a sentarse ante la puerta.


ZeWu-Jun. ZeWu-Jun venía. Desde la noche antes había estado pensando qué hacer. ¿Debía esconderse y observar al otro hombre? ¿O debía mostrarse enseguida? Existía la posibilidad de que ZeWu-Jun le reconociera. Si eso ocurría, podrá rescatarle.


O podría decidir juzgarle por sus crímenes, algo que no pudo hacer la primera vez.


Una parte de Jin GuangYao, sin embargo, se llenó de esperanza con una perspectiva: Lan XiChen podría sentir culpa. Sí, culpa.


"... Nunca pensé en hacerte daño."


Sus palabras en el templo habían sido ciertas. Nunca consideró hacerle daño a Lan XiChen y al final, ZeWu-Jun había sabido que era sincero.


Recordar los sucesos del último día de su vida, desvió los pensamientos de Jin GuangYao hacia el templo, el templo que construyera para su madre, para que ella fuera adorada. Lo había planeado todo para ese momento, para el día en que su madre se convirtiera en una diosa y tuviera una posibilidad de una vida mejor.


Respingó cuando sonó la campana y se irguió atento.


Nie MingJue salió del cuarto, gruñendo por lo bajo. Se dirigió a la puerta, pasándose una mano por el cabello húmedo.


Jin GuangYao desvió su atención hacia su compañero de condena. ¡Vaya! Por una vez, las ropas modernas le hacían justicia a ChiFeng-Zun: pantalones de seda negros adecuadamente planchados, camisa blanca de cuello redondo, chaleco negro ceñido al torso y un interesante adorno que rodeaba el cuello y quedaba bajo el chaleco.


Observando a su carcelero, Jin GuangYao se perdió el momento en que abrió la puerta.



—MingJue.

—XiChen — respondió el hombre, frunciendo el ceño —. Puntual como siempre. ¿Tu primo...?

—Atendiendo una llamada: Jin Rulan está en España con sus padres. ¿Tu gato...? Jiggy, ¿no?


Nie MingJue dio un paso atrás y con un gesto, indicó al gato en medio de la sala.


Jin GuangYao observó la puerta abierta, el pasillo iluminado... la libertad...


"No te escapes, ¿sí? Me va a encantar vivir contigo."


Sacudió la cabeza y apenas reaccionó a tiempo cuando una mano blanca de elegantes dedos buscó su cabeza.


—Ten cuidado —advirtió Nie MingJue —. Es pequeño; pero peligroso. Un verdadero monstruo versión bolsillo.


Monstruo versión bolsillo, ¿eh?


Jin GuangYao se inclinó, metiendo la cabeza debajo de la mano de Lan XiChen. Ronroneó bien fuerte mientras se deslizaba, apsando todo el lomo por la palma abierta.


—¿Peligroso, a-Jue? —rio el Lan —. ¡Es una dulzura!


Jin GuangYao giró en el lugar y se dejó caer, ofreciendo la panza a las caricias de ZeWu-Jun. En tanto recibía amables rascadas, alzó la vista para ver a Nie MingJue: el hombre fruncía el ceño como nunca –incluso peor que en su vida anterior. Jin GuangYao se relamió la nariz en la mejor imitación felina de sacar la lengua. Incluso llevó su actuación hasta el punto de entrecerrar los ojos –no los cerró, naturalmente; pero Nie MingJue n notaría la ligera diferencia. Sintió que Lan XiChen retiraba la mano y se irguió con un maullido, estirando las patas delanteras para atrapar los largos dedos.


—Oh —dijo Lan XiChen, sonriendo divertido—. No quieres que me vaya, ¿eh? Te gusta que te rasquen la panza, ¿eh? ¿MingJue-xiong no te rasca la pancita?


Ni que pudiera, ronroneó Jin GuangYao y desvió la mirada en dirección a Nie MingJue.


El hombre no solo fruncía el ceño: también apretaba la boca en una delgada línea. Jin GuangYao se quedó muy quieto, observándolo, recodando todas las veces en que le viera esa misma expresión en el pasado, todas las veces en que Lan XiChen le protegiera y mimara... esa había sido la expresión de Nie MingJue.


—Si ya terminaste de malcriar a mi gato — dijo Nie MingJue —, te recuerdo que llegamos tarde a tu... evento de caridad.


Jin GuangYao maulló, disgustado y se incorporó para dirigirse al sofá y acomodarse en una esquina.


Nie MingJue le dedicó otra mirada severa y entró para buscar su chaqueta. Jin GuangYao lo ignoró, lamiéndose las patas delanteras.


—¡Bien! ¿Dónde está ese lindo gatito?



En esta vida... miauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora