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El gato salió de entre los arbustos. Se detuvo un momento, estudiando las opciones: cruzar la parte arenosa, hacia los árboles altos... o atravesar el camino de pavimento, hacia las luces. Finalmente, se decidió por los humanos en contra de la Madre Naturaleza - incluso con la posibilidad de encontrar otros gatos o perros callejeros, en los asentamientos humanos era más sencillo hallar comida. Si no encontraba desperdicios, siempre podría contar con los pequeños animales que la basura no comestible atraía. No es que fuera un gato más listo que los demás o con la capacidad cognitiva de un delfín: era puro y simple instinto de supervivencia.

La vibración del suelo hizo que disminuyera la velocidad con que atravesaba la carretera. La luz lo hizo detenerse por completo. Al voltear la cabeza, la luz blanca, potente, le dio de lleno en los ojos, aturdiéndolo. Se quedó inmóvil, pegado al suelo. Hubo un grito, un chirrido, la luz se desvió y el dolor oscureció todo.




Abrió los ojos con esfuerzo. La luz demasiado fuerte le arrancó un gemido y volvió a cerrar los ojos, volteando para enterrar la cara en la almohada.

Su cabeza. Le dolía como si se la hubieran golpeado contra la pared. En repetidas ocasiones. Nunca más le seguiría la corriente a HuaiSang: no importaba cuánto ese chiquillo grande lloriqueara y suplicara, no lo acompañaría a beber mientras escuchaba sus quejas. Es más, ahora que lo pensaba con detenimiento, Nie HuaiSang no parecía realmente afectado por el vino. Aunque balbuceaba y se repetía, sus ojos no se mostraban vidriosos ni su rostro estaba ruborizado. ¿Podría ser que...? No, HuaiSang era demasiado ingenuo para fingir de ese modo. Además, ¿qué motivo tendría para fingir estar ebrio? HuaiSang confiaba en él, le veía como a un hermano.

Sacudió la cabeza y se incorporó a gatas. Con un sonido satisfecho, se estiró, bajando la cabeza entre los brazos, arqueando la espalda hacia abajo, elevando el trasero y extendiendo la cola...


—¡Hey! ¡Así que ya despertaste!


Jin GuangYao pegó un salto para quedar frente a la puerta.

¡Imposible! Ese hombre no podía estar hablándole a él. Ese hombre no podía estar allí. ¡Ese hombre no podía estar vivo! ¡Nie MingJue estaba muerto! ¡Él lo había matado y había cortado su cadáver en pedazos! ¿Qué pesadilla era esta?


Los recuerdos acudieron como una avalancha: el templo de Guanyin, la mirada de Lan XiChen cuando al fin vio bajo sus máscaras –sus numerosas máscaras –HanGuang-Jun y Wei WuXian –en el cuerpo del pequeño XuanYu –actuando como adolescentes enamorados, su propia mano amenazando la vida de a-Ling... su brazo cercenado por Bichen... y su pecho atravesado por Shuoye... antes de ser atrapado por Nie MingJue y su cuello...


Se arqueó, erizando todo el cuerpo.

Muertos. Nie MingJue y él estaban muertos. Enterrados en el mismo ataúd y sellados para permanecer allí hasta el fin de los siglos.

O tal vez no.


¿Habían sido reencarnados? ¿Juntos?


Estudió la apariencia de su hermano jurado y más peligroso enemigo.


Llevaba el cabello corto -¡vaya!, muy corto – lo cual realzaba su mandíbula cuadrada. Una marca blanca partía su ceja izquierda: interesante. En su vida pasada, Nie MingJue había obtenido esa cicatriz apenas unos meses antes de su muerte, durante una cacería nocturna; pero ahora la tenía cuando era evidente que aún no cumplía los treinta y, por alguna razón, Jin GuangYao sospechaba que este Nie MingJue no iba de cacería.

Lo estudió nuevamente, de la cabeza a los pies, sin ceder un centímetro o cambiar su actitud defensiva. Las ropas de Nie MingJue eran diferentes... aunque similares: sobrias, sin adornos, en tonos de verde. Pantalones, ca...¿misa? – aunque no tenía cordones o broches a la vista –botas de cuero... ¿con hebillas de metal? Alzó la vista y entonces se fijó en la cadena que adornaba el cinturón: el ChiFeng-Zun que él conociera nunca usaría algo tan... femenino. ¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿cuánto estuvieron encerrados en el ataúd antes de que sus almas se purificaran y pudieran entrar al ciclo de la reencarnación? Y más importante, ¿por qué estaba conNie MingJue en esta habitación? ¿Seguía siendo castigado? Si era así, ¿por qué no recordaba nada? Si mantenían la misma diferencia de edad que en su vida anterior, él debía de tener unos veinte años ahora... veinte años de los cuales no recordaba nada, ¡nada en absoluto!


—¿Estás bien, gatito?


Lo primero que pensó fue en lo inusual que era escuchar la voz gruesa y grave de ChiFeng-Zun usando diminutivos cariñosos. Lo segundo, y más impactante, ¿por qué demonios Nie MingJue le llamaba 'gatito'?


¿A quién llamas 'gatito', enorme bruto?, gritó furioso.


O sea... maulló  furioso.


Nota: Ah... hola por ahí. Síp, otro más de NieYao aunque probablemente YaoYao va a ser más gato que otra cosa todo el tiempo. No pude evitarlo: mi gata tuvo gatitos y estoy toda gatuna últimamente, ¡y YaoYao hace un gato precioso!

En esta vida... miauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora