El juego de la muerte.

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El juego de la muerte.


—Eres un jodido enfermo. —le pegué una bofetada y se sujetó la cara. —Tenía que haberte desmontado el hombro en vez de ese golpe tan flojo que te acabo de dar. —escupí con ira.

—Lo siento...

—Soy yo la que lo siente por ser tan estúpida. ¿Después de todo lo que me hicieron?

Mi curiosidad era tanta que no me podía contener. Los humanos por dentro tenemos ese interruptor apagado toda una vida, el de las restricciones, vivimos bajo ellas para no abandonar nuestra zona de confort y tranquilidad. Nadie nos habla del peligro, seguimos la monotonía del diario y cuando por fin aparece una traba, un NO, ese NO que tanto nos jode, es cuando más SI decimos. Sobre todo cuando hace un tiempo dejamos atrás nuestro pasado.

Entonces el interruptor se prende sin saber que tipo de maquinaria pesada hemos encendido, la incertidumbre de lo desconocido nos invade y la adrenalina que no conocías porque siempre estabas encerrado en la burbuja de lo normal, hace que cada vez más nos adentremos en un peligro inminente. Y tu pasado es nada en comparación con lo que puede venirse.

Si hubieras adivinado que cierta universidad a la que querías ir no tenía los métodos más convencionales para enseñar, ¿aún así desearías ir?

Llegas a desconocer tus límites, la ambición de saber cosas que no puedes saber, te llevan a situaciones peores de las que te imaginarías, y ahí es cuando dirás:

Debería haberme quedado en casa. A la mierda el estudio.

El juego de la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora