Capítulo III

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Estoy aquí para matarte.

Estaba sentada en la mesa de Kiwi en el desayuno cuando aparecieron sus amigos.

-Hola. -se acercó una linda morena de ojos verdes, cuerpo despampanante y rizos que le caían a ambos lados de la cara y un chico de espejuelos callado.

Yo era una tablita de planchar, metro sesenta y cinco, solo tenía bonitas piernas y una cintura un poco pronunciada. Nariz chiquita pero respingada, mis ojos marrones común y el pelo negro hecho un estropajo que casi siempre lo traía en una cola. Ropa holgada y converse, labios inferiores más grandes que los superiores sin brillo, sin maquillaje. Esa era yo y me gustaba, obviamente le gustaba así a los demás también.

-Hey...-Kiwi levantó la mano y le chocó cinco.

Él era el tipo de chico sociable, cabello castaño, ropa de rico por cierto, pero nunca le había preguntado. Nariz perfilada y personalidad carismática.

Me tocó por debajo de la mesa. -Hey...-a penas pude decir. Al principio soy mala entablando conversaciones, no es que sea antisocial.

-Soy Maya. Con que la nueva...

-Esa soy yo, pero ya no tan nueva. -me animé a decir. -Di, me puedes decir.

-Kiwi ya me dijo. Bienvenida a la montaña rusa.

-¿A qué te refieres? -mordí mi pretzel.

Kiwi le dio una mirada fulminante -Relájate, solo lo decía porque estudiar aquí es muy emocionante. -dijo la chica que ahora me estaba asustando. -¿Te gusta estar aquí?

-Es mi primer mes y, de no ser por los barrotes y los guardias de seguridad diría que esta universidad es perfecta.

Bufó el chico de espujuelos que estaba callado hasta ahora. -Perfecta mi orto...

-Discúlpalo, viene de España y como que no se le da bien hablar y cuando lo hace no suelta nada bueno. -susurró la morena.

-Sigo aquí. -espetó.

-Okey....demasiada información. -rompió Kiwi la tensión y sonó el timbre.

-Ya me voy, tengo farmacología ahora con el señor Crüguer. -me levanté de la mesa. -¿no van a clase?

-Estamos en segundo y tercer año, tenemos más ventajas. -me guiñó un ojo la morena.

Me estaba yendo cuando oí la conversación que habían iniciado en la mesa.

-¿Sabían que el profesor Crüguer es hijo del director?

-Cállate chismosa.

Subí las escaleras y saludé a una compañera de clase. Me sentí un poco mejor cuando empezó por fin el curso, ya conozco gente.

El laboratorio quedaba en segunda planta. Giré el pomo de la puerta y al entrar el aula estaba vacía, me senté en mi lugar a leer cuando alguien me interrumpió y dejé el libro sobre la mesa.

-Señorita Simon's, llega temprano. -dijo el profesor Crüguer con ese tono amable que lo caracterizaba y junto a él había un chico que se arrecostó a la pared. Traía una capucha negra puesta así que no se le veía la cara.

Que tío más raro.

-Usted me conoce.

-Pero, creo que habíamos dicho que esta clase se iba a dar en otro momento ya que el director dijo que se tomaran todos la tarde libre, va a dar una orientación en unas horas.

-Lo siento...se me había olvidado.

Que buenos compañeros tengo.

-Está bien, puedes irte.

Tomé mi bolso y me lo puse al hombro. Cuando iba bajando las escaleras se me olvidó que había dejado el libro y volví para recogerlo.

Pensaba entrar cuando oí una discusión.

-Te dije que no podías aparecer así en la puerta. -parecía el señor Crugüer.

-Quería ver a papá. -dijo la otra voz, supuse que era el chico.

¿Papá?

-Corta ya la mierda. Ambos sabemos que no podías dejar la mansión.

-¿Te refieres a ese manicomio de cojones en el que me han metido? Si, disculpa por querer salir.

-Está la familia junta, eso es lo que importa.

-Es una familia de locos Richi, y sabes bien que no solo están ellos ahí. Papá, tu y yo somos los únicos cuerdos aquí.

¿Qué es lo que estoy oyendo?

-Eso cambió cuando mataste a una familia de conejos entera.

-Tenía 6 años.

-Entonces me puedes explicar qué hacías con esa chica amarrada en el sótano. -se oyó un golpe en la mesa y me tapé la boca para ahogar un grito.

¿Un violador?

-Estaba jugando con ella. Un juego inocente.

-Qué me dices de las personas que desaparecieron en nuestro supuesto viaje de hermanos que te inventaste para salir de la mansión.

¿Hermanos?

-La policía no encontró nada. No tienes como probar que fui yo. -se oyó un suspiro. -me voy devuelta a " casa "

¿Un asesino?

Cuando el señor Crüguer dijo adiós ya supe que era hora de mi retirada así que corrí lo más rápido que pude hasta el pasillo que daba a la escalera más cerca y me senté en el borde con las manos en la cara.

Nock nock nock. Sentí el crujido de la madera y levanté la cabeza.

-Lo oíste todo. ¿No? -una sonrisa ladina y maliciosa se formó en sus labios.

-¿De qué hablas? - trate de no parecer nerviosa. Era el chico del abrigo negro de antes. Tenía el cabello negro y los ojos azul oscuro como cuando se nubla el cielo y va a llover, como su hermano, pero se veía atractivo. Nariz recta y labios normales.

-Está claro que lo oyó todo, señorita Simon's. Porque yo quise.

-¿Eh? -me paré de un salto y él hizo lo mismo. Parecía de unos veinticinco años, metro ochenta y cinco. Tuve que mirar hacia arriba para hablar dándole la cara, era un poste.

-Eso no importa ahora.

-Entonces que hace aquí. -me crucé de brazos para parecer tener el control cuando por dentro estaba cargandome de miedo.

Estoy hablando con un asesino. ¡Duh!

-Estoy aquí para matarte. -empezó a reír pero no le hallé la gracia. -Deberías ver tu cara ahora mismo. ¿Siempre estás así de seria?

-No le encuentro nada gracioso.

Fue caminando hacia mi y poco a poco fui retrocediendo hasta que la baranda de las escaleras hizo que me detuviera.

-Conmigo te ríes cuando yo ría corderito. -su expresión se endureció y poniéndome un cabello detrás de la oreja pude ver mi libro que lo tenía en la otra mano a la espalda.

-Wao, ¿así llamas a todas tus víctimas?

Qué mierda has dicho...me insultaria a mi misma pero la loca sería yo.

-Con que si lo oíste todo. -sus labios seguían siendo una línea. No se si esa era su cara de satisfacción. No podía leerlo, no sabía en qué estaba pensado. Odio no saber algo.

-Si. ¿Por?

-¿Por qué no sales corriendo a contarle a todo el mundo? Debes estar muriendote de miedo.

-Porque no me importa. -Sonreí victoriosa. -Uy, mira como me tiemblan las piernas.

Internamente si me estoy muriendo de miedo.

-No trates de jugar conmigo porque saldrás perdiendo.

-Dame mi libro.

-Estúpido corderito.


El juego de la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora