Capítulo I

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Bienvenida.

La universidad quedaba cerca de la frontera con otro estado, estaba a unas 5 horas de viaje de la ciudad.

5

Tediosas

Horas

Todo sea por el profesionalismo.
Después de ver unos 7 carteles diciendo : usted está saliendo de Arizona, vuelva pronto; montañas, árboles, carretera y más carretera llegamos.

Un letrero enorme de bienvenida se alzaba sobre un muro que no dejaba ver hacia dentro.

-¿Qué será esa carretera que sigue de largo? -le pregunté a mi tía señalando un camino que se perdía en el extenso bosque.

-No se, no viene en el GPS.

Nos recibió un hombre en la cabina que allí había y al enseñarle mi identificación me dejó pasar, a mi tía no.

-No se permite la entrada de autos. -espetó aquel señor.

-Está bien. -dijo ella decepcionada ¡que venía manejando 5 horas y no la iban a dejar pasar tan siquiera al baño!

-Dame un abrazo. -me despedí de ella y el señor me ayudó con las maletas.

Hasta que el auto no dejara de ser visible este tipo no me iba a dejar pasar.

-Al cruzar estas puertas solo hay Internet en la biblioteca para las investigaciones necesarias, así que si quiere hablar con alguien más están las cabinas telefónicas. -el señor me dedicó una sonrisa y asentí. -Lo lamento por no dejar pasar a la señora, pero reglas son reglas.

Le hizo señas a uno de los 9 guardias que se encontraban allí custodiando la entrada para que se quedara en la cabina y comenzó a caminar.

-Vale...

Al entrar se veía un hermoso y extenso campus, césped recién podado, un edificio colonial de 4 pisos de un gran tamaño cuya estructura se parecía al de mi preparatoria pero con más clase. Había una fuente delante que se reflejaba al terminar el sendero de piedras por el que íbamos. Y a lo lejos se vislumbraban algunas pequeñas edificaciones.

-Vamos, te llevaré con el director.

¿Director? Wao, me siento especial. No todos los días te recibe el director.

Mientras subíamos unas cuántas escaleras de madera me fijé en los pasillos y puertas de lo que parecían aulas.

Creo que ya encontré mis salones de clases.

Llegué muerta del cansancio a la cuarta planta y entramos en la oficina del director. Un señor canoso de unos cincuenta años me recibió con un apretón de manos que le devolví. Le dijo al guardia que se fuera y habló.

-Bienvenida.

Señor, eso era lo que decía el cartel. Porfavaaarrr.

-Gracias.

-Llega usted un poco tarde.

-¿A qué se refiere? ¿Ya empezaron las clases?

Estoy a punto de tener un ataque epiléptico.

-No no, es que se supone que debía estar aquí hace dos días. Ya todos los dormitorios están repartidos. -dijo rascándose la nuca.

Si claro, el director no se encarga de recibir a los novatos.

-Entonces no tengo donde dormir.

-Tampoco. Solo digo que la mayoría de las orientaciones fueron dadas.

-Ah...disculpe...-bajé la cabeza.

-No te preocupes, en el sitio web no ponía cuándo debías venir y al encargado se le olvidó avisarte. -explicó con profesionalidad.

-Entonces, ¿qué va a pasar conmigo?

-Señorita Diana, sus notas son impecables, encajará perfecto aquí. En cuánto a su dormitorio yo la guiaré.

Firmamos unos papeles, el dichoso acuerdo de confidencialidad lo sellé con mi dedo gordo y bajamos.

Me dio un recorrido por las instalaciones, la cafetería, el cajero automático por si quería sacar dinero para comprar la comida más cara(cosa que no iba hacer) , las aulas y los dormitorios.

-Todas las fraternidades están llenas. -quería decir que todas las casas de niños ricos ya estaban ocupadas.

-Está bien.

-Pero hay pequeñas cabañas, la tuya es esta. -dijo señalando una casita de color blanco con unas grandes ventanas que se veía todo lo que había dentro.

Me dio las llave y abrí las puertas de corredera. -Las reglas son las siguientes.

Me fijé en un juego de muebles pequeño que yacía en la sala, con una televisión por cable de unas 32 pulgadas. Había una nevera de tamaño medio, algunos cuadros que guindaban de la pared y un teléfono fijo al que nadamas podía llamar a la administración por si necesita toallas, o si se estaba muriendo mi compañero y cosas así. Todo lo que había visto desde fuera, como que no había privacidad...

Ya veo por qué está universidad era tan cara a pesar de que esta es una simple cabaña.

-No puedes estar afuera después de las 12, las fiestas son hasta esa hora los fines de semana y pidiendo permiso con antelación para comprar bebidas alcohólicas y si tienes relaciones sexuales asegúrate de que no te descubran y protégete porque no queremos niños rondando por aquí.

¿En serio estamos teniendo esta conversación? Ni que fuera a follar a plena luz del día en un salón de clases.

-No puedes beber alcohol ni fumar durante los días de escuela, si se te descubre consumiendo sustancias tóxicas se te puede expulsar. Está prohibido tomar las medicinas de los laboratorios fuera de clase sin una prescripción de tus profesores o mía. No puedes salir del campus sin autorización y si te tratas de fugar, tendrás que hacer tus maletas. -hizo una pausa.

Una universidad interna...es divertido...decían.

-Hay Internet en la biblioteca por si quieres usarlo y teléfonos públicos para llamar a tu casa. Y recuerda, nuestros métodos de enseñanza no pueden ser divulgados.

Esa fue la carta de los NOs más grande de la historia.

Ah mira que bien, al menos hacen fiestas y se puede beber alcohol.

-Solo por curiosidad, ¿por qué no se puede decir, un ejemplo, que me enseñaron a darle antidepresivos a los locos?

-No es eso, la discreción es lo mejor que tiene este lugar. Y después en clases te explicaremos por qué. Por cierto, la palabra locos no está permitida aquí, para que te vayas acostumbrando con tu futura profesión.

-¿Usted es doctor?

-Si, soy psicólogo pero solo dirijo esta institución.-abrió la puerta para irse -Ah, los días de lluvia está terminantemente prohibido salir de tu cabaña.

¿Y si quería sentir el agua de lluvia correr por mi piel? Eso es terapéutico.

-Okey...

-Los libros que vas a utilizar están todos en el librero de tu cuarto. Tu compañero llegará en cualquier momento. Me alegro mucho que haya escogido esta universidad, espero que sea de su agrado.

-Yo también. -sonreí y se fue.

El juego de la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora