Hay algunas cosas que cambiaré. Es lo que a mi me hubiera gustado ver en la telenovela, espero que les guste.
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Es el diablo encarnado pero no podía desprenderme de Él. Era pura maldad, no había bondad ni arrepentimiento en su alma, sin embargo no lo soltaba. Lo odiaba pero... No lo sé... Era atractivo, no puedo negarlo, y algo me hacía pensarlo... Despierta sentimientos en mi tan contradictorios pero igual de intensos...
Hacía varios días que había recuperado la vista pero Él nunca lo notó, al menos hasta ahora, ni preguntó absolutamente nada.
Sé que me había hecho la vida de cuadritos pero no podía marcharme de su lado, ¿Por qué no podía hacerlo? ¿Qué era esa fuerza que me atraía a Él?Me encontraba en mi cuarto, sentada en mi cama, pensando en Él. ¿QUÉ DEMONIOS ESTOY HACIENDO? Es absurdo e ilógico pero desde que lo vi, en cuanto recuperé la visión, no sale de mi cabeza ni de mis fantasías... ¿Por qué? ¿Qué clase de condena estoy sufriendo?
-Cristina-Me llama mientras entra a la habitación lentamente.
-¿Qué sucede, Federico?-Le pregunto clavando mi mirada en su rostro, tal vez no debería haberlo hecho...-¿Federico?-Le pregunto, a la vez que me levanto de la cama. Él no despega su vista de la mía.
De repente, pega su cuerpo sosteniéndose de la pared, como si hubiera visto un fantasma. Me acerco a socorrerlo, como lo hubiera hecho por cualquiera y no porque me importe... Al menos de eso me trato de convencer.
-¿Estás borracho, Federico?-Al quedar frente a frente, Él me imposibilita el caminar sosteniéndome de los brazos.
-Puedes ver, Cristina-Afirma completamente seguro, ¿Pero qué...-Y no trates de negarlo, puedo ver la luz que reflejan, la misma que un día perdieron.
-Qué tu quitaste, querrás decir-Contraataco.
-Eso quiere decir que es cierto-Ignora completamente mis palabras.
-Sí, así es. Me hice la operación y funcionó-Digo con media sonrisa retadora en la cara.
A pesar de encontrarme a la defensiva, sus manos en mi cuerpo me quemaban. Quería soltarme pero Él me lo impedía. Al contrario, deslizó sus manos hacía mi cintura y, no sé porque, yo se lo permití.
-Perdóname, Cristina, perdóname por todo el daño que te he hecho-Suplica, mientras me acerca más a su cuerpo, quedando tan cerca que nuestras respiraciones se entremezclan.
-No te creo nada, Federico. No creo en tu arrepentimiento, no confío en ti-Logro soltarme y me doy la vuelta. Él pega su cuerpo al mío, mientras me sostiene en la cintura inmovilizándome.
-¿No te han enseñado que no se le da la espalda a tus enemigos?-Susurra en mi oído, logrando que todo mi cuerpo se erice.
Baja con sus besos a mi cuello, mientras sus inquietas manos se meten en mi blusa y acarician la piel desnuda que encuentran.
-¿Qué pretendes, Federico?-Mi respiración comienza a agitarse, a la vez que un gemido involuntario se escapa de mi boca mientras sus manos acarician mis pechos y continúa besando mi cuello. ¿Qué me pasa? Yo no puedo sentir nada por Él, nada...
-No mucho... Tú sabes que no soy un hombre muy romántico, ni tierno, y que soy un bruto...-Dice al mismo tiempo que una de sus manos desabrocha y se desliza adentro de mi pantalón y comienza a acariciarme. Los gemidos salen sin control-Pero voy a demostrarte a mi manera que te amo-Introduce uno de sus dedos en mi interior. Adiós control, adiós razón...