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13 de abril del 2000

Tengo nuevamente, la oportunidad de escribirte algo más después de 8 días.

Ahora estás en una colchoneta, en el piso del cuarto; no estás muy conforme, yo escribo un poco y juego otro poquito contigo. Aquí tienes un elefantito de goma azul, un juguete plástico para aliviar las encías y 8 cucharitas de colores que te regaló tu papá.

Dani, tú naciste un sábado, 27 de noviembre de 1999, a la 1:43 de la madrugada. Pesaste al nacer 3060 gramos (6.74 libras) y medías 48 centímetros. Tu papá y yo te esperábamos desde el 21 de noviembre, y desde el día 18 de ese mes yo tuve que ir para el hospital.

Para que tú vinieras al mundo, tu mamá pasó varias horas de dolor, que hoy se compensan con la inmensa alegría que tu bienestar le proporciona. Desde las 10:00 de la mañana del día 26, tu mamá empezó a sentir dolores que fueron más fuertes cada vez, pero tu mamá no lloró; sólo una vez se le salieron las lágrimas, cuando tu abuela de Mayarí Arriba llamó por teléfono para saber cómo yo estaba. Una enfermera me dijo: "Zoraida, llamó tu mamá. ¿Qué le digo?". Yo dije: "Diga que estoy bien", aunque ya los dolores eran bastante fuertes.

Pero lo más importante fue que tú llegaste 7 u 8 horas después y, mientras tu papá angustiado esperaba afuera con una amiga mía, que compartió todo ese difícil momento, otra amiga ginecóloga fue quien me hizo el parto. Se portó muy bien y fue muy bueno sentir a alguien conocido que te ayudara.

Annia, que así se llama la ginecóloga que te ayudó a salir, dijo al mismo instante: "¡Es una niña, y es igualita a Eber!"

Tú naciste con algo de falta de aire, por eso no te pude tener en ese momento a mi lado, y no te vi más hasta 14 horas después. Aunque yo estaba muy débil, ese momento para mí es indescriptible.

A los 3 días vinimos para la casa, me acompañaron los colegas del trabajo. Aquí todos te esperaban.

Durante el primer mes, comías y dormías mucho. No fuiste llorona y siempre estuviste muy saludable.

Me costaba trabajo manipularte con el ombliguito aún sin sanar, y para bañarte era otro problema, pero siempre lo hice yo. Sólo te bañó una enfermera en el hospital, porque yo aún no podía.

El diario de mi pequeña DaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora