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10 de mayo del 2000

Hoy no tengo ánimos para escribir porque tú estás bajando de peso y no quieres comer. Yo estoy perdiendo todo el pelo de la preocupación, apenas me dedico tiempo para alimentarme, inventándote la leche con mil cosas, de diferentes sabores y consistencias, más dulce, menos dulce, mezclada con sagú, con crema de arroz, con natilla... pero tú no quieres nada, sólo el pecho.

Estás muy intranquila. No se te puede dejar sola ni en la cuna, porque te das golpes; tus movimientos son imprecisos y con la madera de la cuna te das duro. La cosa es que, mientras tú duermes, yo puedo hacer algo, pero cuando despiertas te tengo cargada todo el tiempo, a pesar de que te entretienes sola.

El otro día te puse en una colchoneta en el piso, te forré todo de almohadas y delante puse un nylon, por si te salías no quedaras sólo en el piso. Lo que no calculé fue la forma en que podías salirte: te pusiste en tus cuatro extremidades, en pose de gateo, y te levantaste en tus piernecitas; la fuerza te llevó de cabeza sobre el nylon hacia el piso, casi delante de mí. Yo apurada y muy nerviosa te recogí, sentía tremendo sentimiento de culpa y, desde entonces, sólo te quedas sola en tu cuna cuando estás dormida, y eso es por breves momentos, porque aún así, te estoy dando vueltas y calculo, de acuerdo a lo que has comido, el tiempo que puedes dormir.

Algunos días puedo hacerlo todo y me queda tiempo para descansar y escribirte, pero otros, a las 12:00 del día, sólo me he ocupado de ti, tu comida y tu ropa.

El diario de mi pequeña DaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora