Capítulo 1

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Capítulo 1



Después de tanto tiempo a bordo de la "Pandemonium", sentir la luz del sol sobre la piel era una sensación extraña. Resultaba agradable, aunque mucho menos de lo que recordaba. Ana tenía grabada en la memoria la primera vez que había pisado tierra firme tras abandonar el sector Scatha dos años atrás, y la sensación había sido muchísimo más placentera. En aquel entonces, acostumbrada al frío invernal de su planeta natal, Sighrith, el cambio había sido tan brusco que había quedado en shock durante unos segundos, maravillada ante la sensación de calidez. En aquel entonces, sin embargo, la temperatura y los rayos del sol resultaban agradables, pero no lo suficiente como para hacerla olvidar el motivo de su viaje.

—Ana, ¿qué tal si disfrutas un poco del paisaje? Te irá bien para calmar los nervios.

Ana viajaba a bordo de un transporte ligero por uno de los caminos que atravesaban la isla Raylee en compañía de Tiamat, David Havelock y Elim Tilmaz. Hacía más de una hora que habían aterrizado en el soleado puerto de Blysse, y desde entonces no habían dejado de viajar de un lugar a otro y de conocer gente. Mucha gente.

—¿Tú crees? —respondió ella, volviendo la mirada hacia David Havelock, el único hombre de los que la rodeaban que pertenecía a su vida pasada—. Me cuesta creerlo.

—Al menos inténtalo.

Se encontraban en Egglatur, uno de los siete planetas que conformaban el sistema Vhayssal, muy lejos de su Sighrith natal. El planeta, al igual que todo el sistema, pertenecía oficialmente al Reino; el rex había sido elegido por el Círculo Interior de la Suprema, y sus habitantes cumplían con sus deberes: pagaban los impuestos y fingían adorar a la líder de la Humanidad. Se trataba de un lugar tranquilo y pacífico, aparentemente ideal para gozar de una vida apacible. Sin embargo, Egglatur albergaba un gran secreto.

—No lo estás intentando —insistió Havelock—. Te va a acabar dando un infarto: ¿quieres relajarte de una maldita vez? ¡Estás en territorio seguro!

—Déjala: no vas a lograr que entre en razón —intervino Elim con la mirada fija en la ventana. El joven parecía fascinado por el paisaje tropical de la isla—. Cuando algo se le mete en la cabeza no hay quien se lo quite: es testaruda por naturaleza.

Elim Tilmaz no se equivocaba: Ana había cambiado mucho a lo largo de los últimos dos años, pero la terquedad no la había abandonado. La princesa seguía siendo tan obstinada como el primer día, y se enorgullecía de ello. Claro que no era la única. Tilmaz tampoco era alguien que acostumbrase a dar su brazo a torcer, y muchísimo menos con ella. Desde su enfrentamiento en la biblioteca de Belladet, en el planeta Helena, el sighriano había iniciado una guerra fría contra la mujer que ni tan siquiera las inacabables jornadas de viaje juntos había logrado suavizar.

Como solía decir Tiamat, lo suyo no tenía solución.

—Te he oído, Elim —advirtió la joven.

—Por supuesto que me has oído —respondió éste a regañadientes—. Esa era la idea.

—Oh, vamos... —intervino el alienígena con un suspiro—. Calmaros de una vez los dos, ¿de acuerdo? Intentemos fingir un poco de seriedad.

Desde que dejase atrás K-12, Tiamat había cambiado de apariencia en decenas de ocasión. Normalmente iba probando nuevos aspectos, dependiendo de su estado de ánimo, pero en ocasiones como aquella en la que el resto de la tripulación estaba presente se decantaba por la imagen de una mujer joven y esbelta que recordaba mucho a Maggie Dawson. A Ana no le gustaba demasiado que emplease aquella apariencia, pues su mera visión despertaba en ella los recuerdos de lo vivido en K-12, pero se reservaba su opinión para evitar más conflictos.

Dama de Verano - 3era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora