Capítulo 18
Las horas pasaban muy lentamente. Tumbada en la cama de su habitación, con la vista clavada en el techo y una amarga sensación de vacío atenazándole la garganta, Ana se mantenía en silencio, sumida en sus pensamientos. Llevaba horas encerrada, sin tener contacto con nadie, plenamente consciente de que las cosas no estaban bien más allá del umbral de su puerta.
Nunca se había considerado una persona egoísta. Durante una etapa de su vida había sido muy caprichosa y consentida. Ana había pedido y su servicio le había obedecido. También había sido muy irresponsable: como princesa, Ana se había creído con el derecho de hacer y deshacer a su gusto sin temor alguno a las consecuencias. Sin embargo, a pesar de todo ello, nunca había sido una persona egoísta. Ana siempre había estado dispuesta a ayudar y apoyar a los suyos, poniendo incluso el bienestar de los otros por delante del suyo. Lamentablemente, en aquel entonces, todo había cambiado. Ana sabía que debía estar fuera, apoyando a sus compañeros en aquellos tristes momentos, pero se veía totalmente incapaz. Encerrada en su habitación, Ana era incapaz de enfrentarse al último giro de los acontecimientos.
No sabía cómo hacerlo.
Tras pasar unas horas tumbada, la joven decidió tratar de serenar su menta dándose una larga ducha de agua caliente. A continuación, algo más relajada y cómoda con ropas vaporosas, se detuvo frente al espejo de la cómoda.
Le costaba reconocer a la mujer que tenía ante sus ojos.
Cogió el cepillo y empezó a peinarse el cabello mojado. Resultaba curioso pensar que, unos años atrás, era otra persona quien se encargaba de aquel tipo de tareas. Peinarla, vestirla, calzarla...
—Todo ha cambiado demasiado... —murmuró Ana por lo bajo.
—Pero por suerte siempre hay tiempo para que todo vuelva a la normalidad...
A pesar del sobresalto, Ana sonrió al escuchar su voz. Hacía días que no sabía nada de él, y había empezado a temer que hubiese llegado a perderse. Por suerte, Elspeth estaba allí, mirándola con una sonrisa cómplice desde el otro lado del espejo.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Aunque en las últimas horas había dejado el tema de su hermano en un segundo plano, Ana tenía muy presentes las palabras de Daeva y Banshee al respecto.
Demasiado presentes.
—Te veo triste, hermana, y eso es algo que no me gusta.
—Las cosas se complican día tras día, Elspeth.
—¿Crees que no lo sé? Yo lo sé todo, Ana —aseguró el reflejo de Elspeth—. Aunque no me veas, te aseguro que te sigo de cerca. Te vigilo desde las sombras... y sé qué es eso que tanto te preocupa. Sabes que me asquea profundamente que hayas confraternizado con el enemigo, no te voy a mentir, pero te quiero lo suficiente como para poder llegar a perdonarte el día de mañana. He pensado que, cuando logres liberarme, tú, mi futuro sobrino y yo nos iremos. Nos iremos muy lejos de aquí y empezaremos desde cero. No será fácil, pero...
El golpeteo de unos nudillos sobre la puerta interrumpió las palabras de Elspeth. Ana volvió la mirada hacia la puerta, sorprendida, y permaneció unos segundos estática. Poco después, pasados unos segundos, la insistencia de los golpes la pusieron en movimiento. Ana recorrió la sala con paso rápido, lanzó un fugaz vistazo al espejo para asegurarse de que Elspeth ya no estaba allí y abrió la puerta. Al otro lado del umbral, con el rostro ensombrecido y los ojos vidriosos, se encontraba Veryn Dewinter.
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Dama de Verano - 3era parte
Science FictionEl viaje debe continuar. Tras sobrevivir al último enfrentamiento con los sirvientes del Capitán en K-12, acompañada por sus fieles camaradas, Ana se enfrenta a la última etapa de su viaje con el peso a sus espaldas de una promesa que podría marcar...