Capítulo 2

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Capítulo 2



Por primera vez en mucho tiempo, nada despertó a Ana. La joven durmió hasta despertar por sí misma, al fin totalmente descansada. Abrió los ojos con lentitud, dejando atrás los sueños que la habían acompañado a lo largo de toda la noche, y contempló el techo de la estancia. En él, pintado con todo lujo de detalles, había una bonita escena marítima en la que una sirena de cabellos azulados hechizaba a una decena de marineros con su dulce canto. Ana permaneció unos segundos observándola, disfrutando de la paz del silencioso lugar, hasta que finalmente se levantó. En la "Pandemonium" siempre había ruido. Ya fuese por sus tripulantes o por la propia nave, el sonido era un compañero de viaje constante. En aquel lugar, sin embargo, no se oía nada.

Absolutamente nada.

Aprovechando que las losas del suelo estaban aclimatadas, Ana fue descalza al baño. Presionó el botón de llenado de la bañera circular de color coral que había situada en el centro de la sala y aguardó unos segundos a que se llenase. Poco después metió la mano para comprobar la temperatura.

Tal y como era de esperar, era perfecta.



Más tarde, ya aseada y vestida con un conjunto de vaporosas prendas blancas que había encontrado en su armario, Ana entró en la cocina en busca de algo con lo que llenar el estómago. Aceptó unas cuantas piezas de fruta expresamente elegidas por uno de los cocineros y añadió a la bandeja un cuenco de "namelias", una especie de sopa de arroz y pescado tradicional de Dali. Por último llenó una taza de refresco de teína helado y salió a la terraza para disfrutar del desayuno.

Unos minutos después, procedentes de la playa y con arena aún en las botas, David Havelock y Liam Dahl se unieron a ella.

—Buenos días, Ana —saludó Havelock—. ¿Has dormido bien?

Tomaron asiento en la mesa donde Ana estaba desayunando. Tenían muy buen aspecto tras una larga noche de sueño reparador; se mostraban muy relajados, como si no tuviesen ningún tipo de preocupación, y por el modo en el que sonreían, parecían bastante animados. De hecho, tal era el cambio de Havelock ahora vestido con una sencilla camisa blanca, unas zapatillas y unos pantalones cómodos, que parecía otra persona. Lejos quedaba ya la imagen del  guerrero eterno con la barba a medio afeitar y un cigarrillo entre los labios: el hombre que tenía ante sus ojos era otro totalmente diferente.

Liam Dahl, en cambio, seguía vistiendo con el mismo uniforme blanco del día anterior, aunque en aquella ocasión llevaba la guerrera abierta. Al parecer, aquella era la indumentaria oficial de la división.

—Bastante bien —respondió Ana tras levantarse para saludar a Liam Dahl con dos besos en las mejillas—. Hacía mucho tiempo que no dormía tan profundamente.

—Es la magia de la isla —aseguró su primo, volviendo la mirada hacia la playa—. Vayas donde vayas, se respira paz.

Era innegable que tenía razón. Aunque llevaba poco más de veinticuatro horas en la isla, la joven ya se había embriagado de la tranquilidad de Raylee. No sabía si era por la paz que se respiraba o por la pureza del aire, o incluso por la belleza de sus paisajes, pero era evidente que aquel lugar tenía algo especial.

 —En cuanto acabes iremos a visitar Duskwall, ¿de acuerdo? —prosiguió Liam—. No está demasiado lejos de aquí, pero nos llevará unas horas de viaje. Durante la madrugada de ayer tu amigo llegó al laboratorio, así que para cuando nosotros lleguemos ya estará todo preparado para que puedas visitarlo.

Dama de Verano - 3era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora