Capítulo 6

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Capítulo 6



—Conozco al Capitán desde hace cuatro siglos, cuando aún se hacía llamar Andrey Ivanov —comenzó Lorah Banshee, zambulléndose en sus propios recuerdos—. Por aquel entonces era un joven encantador con una carrera muy prometedora en el campo de la neurocirugía artificial. Trabajaba en uno de los mejores hospitales de la Tierra y realizaba charlas y conferencias asiduamente en Baviera, en la Universidad de Ciencia Especializada. Estaba casado y tenía dos hijos, unos muchachitos bastante inteligentes que, de haber podido, probablemente hubiesen seguido los pasos de su padre.

—¿Cuatro siglos? —murmuró Ana con perplejidad—. ¿Entonces...?

Los ojos de Banshee centellearon llenos de astucia y experiencia. Incluso oculta tras aquel imponente físico, no podía ocultar lo que su  mirada evidenciaba. Su vida, como la de Ivanov, se remontaba a mucho tiempo atrás.

—Andrey y yo nos conocimos en la Cábala del Águila Negra, un pequeño club social en el que no se trataba precisamente ni la política ni la economía del Reino. Desconozco cómo llegó Andrey a él, pero en mi caso vinieron a buscarme a la universidad en la que impartía clases. Mi mentor, el mismo que el de Ivanov, había investigado sobre mí y confiaba en mi potencial. Y al igual que sucedió conmigo, imagino que pasó lo mismo con Andrey y otros dos viejos camaradas cuyo destino desconozco.

—Necesitamos nombres, Lorah —interrumpió Veryn—. ¿Quién era tu mentor?

Banshee dejó escapar una carcajada aguda, sin humor. Extendió las manos hacia el fuego y las detuvo entre las llamas verdes, sin temor alguno a que lamiesen sus dedos. Ni tan siquiera el fiero elemento se atrevía a enfrentarse a la temible nigromante.

—Tu enemigo no es la Cábala, Veryn Dewinter, así que no los necesitas: mis labios están sellados.

—Sigue —pidió Armin, alzando la mano en señal de silencio hacia su hermano antes de que éste pudiese protestar—. ¿Fue en esa Cábala donde adquiristeis vuestros conocimientos?

—En parte. Fue allí donde nos iniciamos y aprendimos los conceptos básicos, en efecto. No obstante, ha sido el tiempo y la experiencia lo que ha logrado que desarrollásemos nuestras capacidades. —La mujer volvió la vista atrás, hacia los invitados, y la concentró en Ana. Le dedicó una brevísima sonrisa—. Las respuestas no siempre están en los libros.

—Háblanos de Ivanov, Lorah —pidió Veryn, recuperando así la atención de la mujer—. ¿Qué sabes de él? ¿Hasta cuándo estuvisteis en contacto?

La mujer volvió la vista hacia el "Conde", curiosa, y le observó durante unos segundos. A continuación giró sobre sí misma hasta quedar cara a cara con los presentes y juntó las manos sobre el pecho.

Las llamas tras ella se esfumaron con un suave susurro, dejándoles totalmente a oscuras.

—Andrey fue el primero en dejar la Cábala —explicó la mujer. Lorah extendió las manos hacia arriba y de las palmas de éstas surgieron varias llamas verdes, como las de la chimenea, que empezaron a danzar sobre sí mismas, como serpientes—. Ivanov siempre tuvo el deseo de extender el conocimiento: de crear un culto a su alrededor a través del cual transmitir todo su saber a sus súbditos. Él no entendía el motivo por el que aquel conocimiento debía mantenerse oculto; no entendía los límites humanos. Nuestro mentor se lo intentó hacer ver, intentó hacerle entrar en razón recordándole la importancia de mantener en secreto la existencia de la Cábala, pero Ivanov no quiso escucharle. Su rebeldía era tal que, desobedeciendo al maestro, formó su círculo y, llegado el momento, empleó con sus componentes uno de los rituales. Imagino que sabéis de qué suceso estoy hablando.

Dama de Verano - 3era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora