Capítulo 9

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Capítulo 9



Los primeros días a bordo de la "Misericorde" resultaron largos y monótonos. Perdida ya la costumbre de viajar a bordo de una nave de aquellas características, Ana pasó la primera jornada de viaje encerrada en su celda, muy cerca del baño. A pesar de que en otros tiempos su cuerpo había llegado a acostumbrarse a viajar por el espacio, la estancia en Raylee había logrado que su organismo desterrase aquellos recuerdos por completo, provocando así que volviesen los mareos, las náuseas y los vómitos. Afortunadamente para Ana, la intimidad de su celda le permitió disfrutar de aquellas vergonzosas horas de viaje en soledad.

El segundo día, algo menos descompuesta y con el ánimo algo más alto, la joven decidió salir de su camarote y pasear por la colosal nave. La "Misericorde" era un lugar grande y espacioso en cuyo interior se desarrollaba una vida muy intensa. Los horarios eran mucho más estrictos que en la "Pandemonium", al igual que los entrenamientos y la disciplina, pero incluso así era relativamente común ver en sus pasadizos, en sus salas o en sus rincones a pasajeros disfrutando de unos minutos de descanso.

Unas horas después, tras haber visitado todos los niveles y las cubiertas de la nave, Ana se encaminó hacia la sala dónde se encontraba Leigh. El día anterior había querido ir a visitarle, ansiosa por ver su estado tras el cambio de localización, pero su pésima condición se lo había permitido. En aquel entonces, sin embargo, ya nada se lo impedía, así que no lo dudó. La joven entró en la estancia, cerró tras de sí y acudió al encuentro de su buen amigo con paso rápido. Él, como de costumbre, la esperaba al otro lado del vidrio, sumergido en el líquido proto-amniótico, con los ojos cerrados y los músculos relajados.

Ana apoyó la mano sobre el cristal, lo más cerca posible de su hombro, y le dedicó una sonrisa. Aquel día la expresión de Leigh parecía muchísimo más vivaz de lo habitual. Parecía, incluso, que estuviese sonriendo.

—Veo que te tratan bien...

—Le tratamos bien, sí.

Aunque no la había oído entrar, Veressa Dewinter se encontraba en la sala, junto a la puerta de entrada. Vestida con ropas oscuras, una bata verde abierta por encima y el cabello rubio suelto, la joven mostraba un aspecto mucho menos intimidante de lo habitual. Es más, con el rostro ligeramente sonrojado y un asomo de sonrisa en los labios, su presencia resultaba incluso agradable.

Ana le respondió con un ligero ademán de cabeza, tratando de disimular su sorpresa. Aquella era la primera vez que Veressa se dirigía a ella desde su llegada a Raylee, y lo agradecía. Después de haber escuchado de boca de su hermano menor que la joven había sufrido algunos cambios en los últimos meses, Ana deseaba poder disipar las dudas sobre ella, y más después de escuchar las palabras de Gorren. Cuanto antes se la pudiese descartar como posible sospechosa, mejor. 

—Te lo agradezco. ¿Te estás ocupando tú de él?

—Entre otros: participo en el proyecto. —La joven avanzó por la estancia con el elegante y grácil paso propio de una bailarían que tanto le caracterizaba hasta alcanzar el tanque donde Leigh permanecía inconsciente—. El doctor Stuart Dantas está a la cabeza, ¿le conoces?

—No por el momento.

—Pues deberías: es bastante bueno. En otros tiempos trabajó en una de las flotas, a bordo de una nave al servicio del Reino. Tras abordarles y juzgar a todos los pasajeros, el propio John Roth decidió perdonarle la vida y darle una oportunidad. Creo que tan solo él y uno de los bellator se salvaron: el resto fue lanzado al espacio.

Dama de Verano - 3era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora