Capítulo 9

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Franco ladea la cabeza y observa con fijeza la escena frente a sus ojos, Dante frunce el ceño un poco y ambos mayores se observan una vez más. El sonido de la lluvia afuera es una señal de que deberían de hacer algo, como adultos, mayormente Franco.

—¿Qué crees que esté soñando? —cuestiona Franco y Dante le palmea la espalda y agita las llaves de su auto un poco.

—No lo sé, pero debes despertarlo. Me iré ahora mismo, recuerda que me has invitado a tu casa —advierte el azabache, antes de alejarse y salir del lugar.

Son las nueve de la mañana y el día se encuentra demasiado oscuro, como cuando habían llegado. Rin se había quedado dormido y soñaba que besaba a Franco en el departamento del mismo, se sentía completamente real, pero la realidad es que Franco ojea sutilmente algunas de las letras que ha escrito esa madrugada.

Sin embargo, Franco muere por echarse una siesta y no tarda en mover a su alumno para que despierte finalmente. Cuando Rin abre los ojos, su boca se siente seca y sola, no como en aquella imagen que volaba en su mente y lo peor... no se encontraba en casa de Franco, ni se encontraba rodeado de él. Estaba dormido en el restaurante, con el mismo mayor despertandolo y sintió que iba a desfallecer de la vergüenza y de de la miseria. 

—Rin, es hora de que nos marchemos de aquí. Debes de tomar una siesta en un lugar adecuado, ¿Imaginas que no estuviera yo acá? Piensa en la seguridad —pide, tomando las cosas de su estudiante como si fueran propias.

—No soy un niño, profesor —Rin suspira, antes de pasar la palma de su mano contra su rostro. El sueño hace que no quiera observar al mayor, siente que podría verse demasiado obvio ante la incomodidad—. No sea ridículo.

—Por favor, cuidemos el tono que utilizas conmigo —sonríe un amable albino, puede cualquier notar la falsedad absoluta en su expresión y resulta ser bastante curioso—. No te dejes llevar por mi buen trato, Rin.

Era cierto, pero Rin tampoco tiene que echarse hacia atrás en aquella situación. Extiende su mano y toma sus propias cosas, arrebatándolas de los brazos de Franco, porque era todo su culpa propia. Ese hombre no puede ir por allí siendo así con todos sus estudiantes.

—Puede marcharse usted, yo planeo quedarme a desayunar mientras termino un par de cosas.

—No digas cosas tan tontas, yo te iré a dejar a tu lugar —Franco frunce el ceño, mientras ve a Rin dejar las cosas en donde se mantenían anteriormente, parece inmerso en evitar su mirada—. Has pasado aquí toda la noche.

—¿Pero a usted qué mierda le importa?

El silencio ronda por el lugar. Franco observa a Rin, quien ahora mismo frunce el ceño y se ve como si realmente estuviera sintiéndose algo incómodo y molesto por toda la atención que está recibiendo de parte de su mayor. 

La tensión es notoria para cualquiera que se encuentre ahí, de hecho, lo es para Colette Jhonsson. La única mesera disponible por aquel fin de semana, quien se encuentra presenciando la escena desde la cocina, en compañía de la cocinera. Ambas no desean interrumpir, aquel momento parecía bastante privado.

—Nadie va a entrar con este clima —Colette le dice a Veronica, quien cocina algo para ellas dos.

Mientras Rin se acomoda nuevamente en su asiento, Franco mete ambas manos en los bolsillos de sus pantalones y chasquea la lengua. Probablemente lo estaba haciendo sentir incómodo, pero no es como si Rin le estuviese rechazando en todo aquel tiempo, ¿Verdad? Todo ha sido de parte de ambos, recíproco. 

¿El mayor es el único comportándose como un niño? Claro que no, pensaba más en todo el daño que podría ocasionar Rin por su curiosidad. Sin saber que Rin ya tiene claro sus sentimientos y nunca había pensando exactamente en negarse ante lo que su corazón sintiera.

El arte de tu torpeza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora