Capítulo 6

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—Hay todo tipo de palabras. Puedes usar cualquiera, lo único necesario es que uses una en dobles sentidos, completamente recomendable de escuchar las veces que sea necesario para interpretar —dice Franco, mientras hojea un poco las hojas que necesita revisar. 

Rin lo observa mientras habla, pero cuando finaliza se dedica a observar la blanca y limpia primer hoja del cuaderno que le ha obsequiado su profesor. Se encuentran en la cafetería, es la una de la mañana, ayer se habían encontrado ahí y hoy estaban también ahí.

—Es fácil decirlo, pero también necesito fuentes de inspiración... dije que estas nuevas canciones aún no van a estar listas.

—No necesitas estar enamorado para escribir de amor, no necesitas haber sufrido una perdida para hablar de muerte, no necesitas hacer cosas para hablar sobre ello —suelta, de una forma tranquila. 

La idea de Rin metiéndose con un hombre aún no le cabe en la cabeza, simplemente ha manchado su pensamientos desde que se lo dijo. Se sentía como un problema, no le gustaba que alguien experimentara solo por hacerlo, mucho menos en temas de sexualidad, es delicado. Franco, como un hombre atraído por otros, sabe que aquel tema no es para jugar, podría alguien salir herido, no necesariamente Rin. 

—En mi cabeza, sí. No puedo escribir algo que no vivo, de esa forma nunca podría transmitir algo real —responde y cierra el cuaderno. El ambiente es algo tranquilo, como suele serlo alrededor de Franco.

—¿No piensas en la salud tuya y ajena?

—Pienso en mucho, profesor Franco —alza un poco las cejas y toma el pequeño recipiente con sal—. Me pregunto muchas cosas, indago en mucho y analizo como nadie. Levar solía ser igual de analítico, pero se ha enamorado y hasta ahí a llegado su capacidad para observar sobre los demás.

—¿No es eso cruel?

Rin niega y la sal cae por la mesa, como siempre sucede cada vez que toca algo. Rin no parece inmutarse o precipitarse a limpiar, como normalmente lo hace. Simplemente observa el desastre que ha causado...

—No es cruel. Es la realidad.

—¿Qué sucede contigo? —Franco dice, algo rudo. Deja sus papeles de lado, para poder acercar prestar atención como debe de ser—. Hoy no has ido a mi clase tampoco y llegaste en un auto desconocido a las diez de la noche, huele a alcohol y no dejas de actuar de forma desconocida. Dime ahora mismo lo que ha sucedido, ¿En dónde estabas?

Rin alza la vista y alza un poco las cejas, el gesto simplemente hiela la sangre de Franco, porque aquella mirada parecía la de Angelo, Poe y Scott meses atrás, cuando pensaban que él era molesto por entrometerse en sus vidas. Franco tiene que acomodarse mejor en su asiento y tragar en grueso.

Rin recuerda las manos sobre su piel, bajo su camisa, acariciando, pellizcando y causando dolor en sus pezones, dedos ásperos y largo recorriendo sus nalgas, tocando su pene y metiendo una polla ajena en su boca. Le había dolido la garganta, le había dolido que le pegaran como "castigo", le dolió cuando no quiso seguir haciéndolo. No había llegado a más, pero prácticamente se sentía como un sucio ser... 

... los toqueteos no habían pasado de ser solo eso con aquel hombre, era incómodo, por supuesto. Pero las cosas simplemente no fueron más inocentes, ese día había faltado para reunirse con él, después de todo sería su jefe en la discografía y lo había admirado mucho toda su vida. Habían ido al apartamento del hombre, Rin había sido torpe, quebró un trofeo y como consecuencia lo "castigaron" de esa forma. No estaba preparado del todo aún.

Pero lo peor había sido que, mientras su mente quedaba en blanco por el shock luego de que aquel hombre casi le rompiera la garganta por forzarlo a mamársela, había pensado en muchas cosas, había pensando en su surte tan mierda y en el lío que se había metido. Mientras lo bañaba aquel hombre, en medio del silencio horrible y el dolor de cuerpo, pensó en Franco y se preguntó: "¿Habría sido así si lo hubiera hecho con él?"

El arte de tu torpeza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora