Robocop

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Coñoemadre carajito.

— Ya les dije ... — tome aire — ¡El yeso no es un condenado papel pa que coloreen!

Paciencia, paciencia...

— ¿Entonces que es? — dijo la pequeña Mun Jo.

— Es una arma pa darle un solo tatequieto a niños necios. — les dije para que dejarán la necedad.

— Unni habla tan raro — dijo la pequeña y siguió rayando el yeso con mariposasitas y escarcha.

Ñuelamadre, no me puedo poner brava con esta niña.

¿Donde está Jun Oh? Acaso...

La puerta principal se abrió y me dejó ver a un niño de ocho años de edad con cara de triunfo.

— Jun Oh. . .

— No hice nada, no empieces a regañarme — se defendió de una vez y se cruzó de brazos.

— Ajam y te creí pues, Echame er cuento muchachito er diablo... ¿Quién coño es tú víctima ahora? — le pregunté y se hizo el loco, entonces escuché el grito del señor Kim, el vecino de su casa.

— ¿Que pasó aquí? — decía y me asomé por la ventana.

Al parecer alguien entro a su jardín y abrió los esparsores de agua con mucha presión, haciendo que el jardín y las paredes de afuera de la casa quedaran emparamadas. Al parecer tenían mucho rato así, por que coco, la pobre mascota del viudo Kim estaba todo mojado y lleno de barro.

— Jun Oh...

— Te lo juro Noona, no hice nada.

— Mira carajito, yo no nací ayer ni me chupo el dedo...

— ¡Yo sí! — dijo Mun Jo metiéndose el pulgar a la boca, se lo quite de ahí aún con mi atención puesta en Jun Oh.

— lo que quiero decir es que... ¡No soy una estúpida! Y tu no eres ningún santo. Ahora, si no quieres que tu mamá se entere de lo que hiciste hoy vas a ir y le vas a pedir disculpas al señor — le dije y me rodó los ojos. — ¡Y no me peles los ojos!.

— ¿¡Por que tengo que ir!? — se quejó, sentía que en cualquier momento me iba a salir con un berrinche y mi paciencia no era de acero.

— Por que yo digo y ya — lo desafie con la mirada y el hizo lo mismo. El carajito se la tiraba de arrechito.

— eres solo mi niñera, ¡No tengo que hacerlo solo por que tú quieras!— dijo y salió corriendo para su cuarto, oí como lanzó la puerta. Que carácter.

Ay no, yo no he parido carajitos aún como para esto.

—esto no es calidad de vida — suspire y miré a Mun Jo, la pequeña estaba más que concentrada en su tarea de adornar el yeso.

Cuándo fui a la entrevista con la señora Jin, la vecina que puso el anuncio para una niñera, me había contratado después de una semana, así que desde hace un mes era oficialmente la niñera de los niños Jin, y no mentía cuando me dijo... no son fáciles.

La señora Jin era una madre soltera. Era hija de una importante família de medicos que también eran dueños de un hospital caro de aquí en Corea, por su trabajo le era imposible hacerce cargo las 24 horas del día de dos niños así que me contó que ellos habían tenido varias niñeras que no duraban ni un mes.

Y las comprendía.

La niña era un amor, pero cuando se ponía comiquita, se ponía comiquita. La semana pasada me había aplicado la ley del hielo por que no le quise poner peppa pig. Es que la marica peppa estresa, y me había acusado con la mamá.

Naguará! JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora