2.- Tubito.

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Segundo día.




Justo como lo había prometido, Obito tenía una pequeña canasta con galletas que se había esmerado en preparar junto a su abuela. ¿Qué significaba eso? Que las galletas seguramente eran deliciosas.

Camino radiante por toda la aldea en dirección a la cede ANBU. Nunca solía llegar temprano, ya que, o se quedaba dormido o alguien necesitaba ayuda ¿y quien era él como para negar la ayuda a los que la necesitaban? Pero esta vez había hecho una excepción y se había desviado a un atajo, apresurándose a llegar lo antes posible al lugar, ansioso de que cierto chico probara las galletas que él había ayudado a preparar.

Cuando divisó el cuartel, aceleró el paso, llegando directamente al área de los casilleros, donde solamente se encontraba Hideaki e Ichiro conversando amenamente entre ellos. Se acercó hacia sus compañeros, buscando con la mirada una cabellera plateada pero fallando en encontrarla. Frunció los labios, ¿había llegado muy temprano?

— Creo que hoy lloverá. — dijo Ichiro pasando un brazo por su hombros, mirando hacia el techo del cuarto. Obito le imitó, un poco confundido.

— ¿Lloverá?

— Me refiero a que como nunca llegas temprano, puede llover en verano. — explicó el rubio, moviendo las manos al mismo tiempo.

Obito se le quedó mirando, fingiendo no entender su punto. No lo culpen, le gusta molestar a las personas.

— ¿Eso quiere decir que madrugar controla el clima? — cuestionó entrecerrando los ojos, riendo en voz baja cuando su compañero rodó los ojos. Bien, eso bastaba.

— Psssst. — susurró Hideaki acercándose a ellos, señalando disimuladamente hacia el otro lado de la habitación. — Llegó tu príncipe azul. — dijo manteniendo el tono de voz confidencial, provocando que Obito girara la cabeza con rapidez hacia donde apuntaba su amigo, ganándose un pequeño golpe en la cabeza con el casillero de Hideaki provocando que sus amigos y otros más en la habitación se rieran de él.

En efecto, el peliplateado veía en su dirección con el ceño fruncido cuando las risas estallaron por su torpeza, probablemente lo haya visto cuando se golpeó y eso solo provocó que apartara la vista avergonzado, sintiendo las mejillas ligeramente calientes.

Bien, era el momento.

Tomó aire, armándose de valor y caminando en su dirección, escondiendo la canasta que contenía las galletas tras su espalda, tratando de no mirar directamente a la mirada curiosa de Kakashi. Todavía estaba avergonzado, gracias.

Una vez llegó frente a él, se detuvo, mirando hacia abajo, directamente al rostro del peliplateado, quien también le miraba sin borrar el ceño fruncido de su cara.

Le extendió la cajita, girando el rostro hacia un costado sintiendo sus mejillas arder con fuerza esta vez. — Tus galletas.

Las risas cesaron, callándose inmediatamente cuando le entregó la canasta al más bajo, todos los presentes -menos sus dos amigos.- le miraron asombrados. Claro, no era cosa de todos los días ver a un Uchiha tener detalles lindos con alguna persona.

Kakashi se quedó en silencio, sin saber cómo reaccionar. Bueno, técnicamente no podía negarlas, él mismo le había sugerido otra cosa en lugar de una rosa y ahora debía pagar por las consecuencias de no medir sus palabras cuando se molestaba.

14 Días. 🌿 ObiKaka. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora