Sexto año

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-¡NO VOY A PERMITIR QUE MI HIJO SEA NOVIO DE LA HIJA DE CHO CHANG! –Chillo Ginny en cuanto se enteró de la “sorpresa” que había escondido su hijo en todo el verano.

-Tampoco es para que hagas tanto escándalo mamá, Hua te caía bien hasta que te enteraste que era hija de Cho –Replico James Sirius, quien ya no era un niño. No, no. Después de seis años ya no era más ese niño debilucho y diminuto que visitaba los zoológicos. Ahora era alto y musculoso con un perfecto abdomen, fruto de las largas horas de entrenamiento de Quidditch. Pero sus demás características no habían cambiado en nada: seguía teniendo ese indomable pelo azabache que se paraba en todas direcciones y unos grandes ojos avellanas como los de su madre, a través de los redondos lentes.

Por la puerta entro Albus Severus, el menor de los hermanos Potter. Acostumbrado a las constantes peleas de su madre y su hermano, se sentó a tomar su desayuno sin preguntar qué era lo que tanto le preocupaba a Ginny. Albus rompía con el prototipo de un hombre Potter y un par de reglas de la maldición: a diferencia de su hermano, no había heredado los ojos de su madre, los suyos eran verde esmeralda, como los de su padre y abuela Lily. Tampoco tenía esa “ceguera extrema”, solo necesitaba de sus lentes cuando debía leer por muchas horas.

Albus no solo era diferente físicamente, si no también con su conducta: era curioso, sí. Pero no era propenso a buscar problemas como su hermano y abuelo James. Si no, que los problemas lo buscaban a él. Y era más parecido a su padre: tranquilo, tímido y aplicado a primera vista.

La puerta de la cocina volvió a abrirse y por ella apareció Harry, lleno de papeleo porque ser jefe de la oficina de aurores no era nada fácil. Por su indomable pelo azabache asomaba alguna que otra cana.

-¡Ah! ¡Bien que te vienes a comer cuando escuchas el nombre de Cho! –lo regaño Ginny con los brazos en jarra. James rio a carcajadas señalando a su padre y Albus miraba todo desde su lugar, muy divertido.

-Ginevra, no comiences. Tengo hambre, no es porque haya escuchado que James anda con Hua. Por cierto muchacho, yo la apruebo –le guiño un ojo Harry a James, mientras chocaban su puño.

-¡CLARO QUE LA APRUEBAS! ¡Solo porque es hija de Cho!

-Ginny, eso fue hace 20 años. ¡Supéralo mujer! Yo no tengo remordimientos con Dean o Michael Corner.

-¡Claro que no! –Exclamo Ginny sarcásticamente- Solo deseaste que se le rompiera el pantalón a Dean en la fiesta de reunión de la clase 1998 por pura amabilidad. ¡Además todo lo que ocurrió con ellos fue en mis años de Ginny Weasley! ¡Por si no te enteraste, soy Ginny Potter!

-Pero, es lo mis…

-¡Y lo que te ocurrió con Cho fue en tus tiempos de Harry Potter! ¡Y SIGUES SIENDO HARRY POTTER!

Harry bufo y decidió que si buscaba ganar la conversación, no debería seguir replicando. James Sirius, en cambio, parecía muy entretenido con la discusión de sus padres, mientras Albus Severus pensaba que a veces parecía ser el más maduro de toda la familia.

¡Pum!

Ese era el sonido de todas las mañanas, cuando Lily Luna (la menor de los Potter y única hija mujer) despertaba y entraba a la cocina con un fuerte golpe en la puerta. Era igual a su madre: pelirroja, ojos avellanas y muchas pecas alrededor de sus hombros y nariz. Y en cuanto el carácter… Bueno, con solo doce años era demasiada terca, extrovertida y reservada, como toda pelirroja.

Amelie Moore y la maldición de los PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora