El saber que no era correspondida no hizo más que empeorarlo. Por lógica, Amelie estuvo en plan de "tratar de odiar a James Potter a toda costa". Pero le era imposible. Principalmente por el hecho en que no podía dejar de pensar en él. Mientras más se proponía odiarlo, más lo amaba. Irónico, ¿no?
Estaba perdida en sus pensamientos mientras caminaba junto a Kyle y Hua a las clases de aparición. Observo como los merodeadores caminaban unos pasos más por delante de ellas y las chicas de su alrededor no disimulaban en lanzarles miradas perversas y risitas tontas.
Con su cabello azabache al viento, James dio media vuelta y les sonrió de medio lado, para luego acercarse a Hua y darle un beso en la mejilla. Se le ocurrían muchas cosas y calificativos despectivos, pero no sabía en qué orden gritar todos ellos. James era quien tenía la culpa, aunque él no lo supiera.
-Oye, Moore. Tal vez... -comenzó a contar James, en el mismo instante que llegaron al Gran Comedor. Habían retirado todas las mesas.
-Después me dices. -lo corto Amelie con brusquedad. Tenían clases, ¿no es así?
Además... ¿A quién engañaba? No quería hablar con él. Con deleite, contemplo como James la miraba contrariado y confuso. Definitivamente, era más guapo sin su ojo morado.
Los alumnos se reunieron alrededor de los jefes de sus casas y de un mago de pequeña estatura. Amelie dedujo que el misterioso hombre debía ser el instructor de Aparición enviado por el ministerio. Era muy pálido, más de lo que cualquier persona normal podría ser y tenía hasta el último pelo de su cabellera de un traslucido color blanco.
-Buenos días -saludo el mago-. Me llamo Wilkie Twycross y seré su instructor de Aparición. Como quizás sepan, en circunstancias normales no es posible aparecerse o desaparecer en Hogwarts. Pero la directora ha levantado el sortilegio por la próxima hora, exclusivamente dentro del Gran Salón. Bien, ahora me gustaría que se ubicaran dejando un espacio de un metro y medio entre cada uno de ustedes y la persona que tengan delante.
Inmediatamente, todos los alumnos comenzaron a dispersarse a lo largo y ancho del Gran Comedor en un ruidoso bullicio. Estiraban sus manos hacia adelante y atrás tratando de pedir espacio. Finalmente, los jefes de las cuatro casas gritaron «¡Silencio!».
-Gracias -volvió a hablar Twycross- Y ahora... -con un simple movimiento de varita, un colorido aro de hule de apareció frente a cada alumno- ¡Cuando uno desaparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión, desenvoltura!
»Primer paso: fijen la mente con firmeza en el destino deseado, que en sus casos es el interior del aro. Segundo paso: ¡Centren su decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejen que el deseo de entrar en el desborde sus mentes e invada cada una de sus partículas!
Ahora mismo, lo único que se le ocurría a Amelie con D para esta ridícula clase era: "Demanda de dinero". Y para su muy expresivo instructor: "decrepito docente deschavetado". ¡Vaya! Al parecer, el uso de las tres D no solo se le daba a él.
A partir de ahora, no tendría que preocuparse por en qué orden gritaría sus ideas. La D era una muy buena idea para describir todo.
Fijo sus ojos verdes en el aro y trato de concentrarse en los tips que había dado Twycross, pero le era imposible. Se sentía patética, no sólo por el hecho que de parecían disparates, si no, también, es que no podía mantener su seriedad si miraba a sus compañeros. Dean Finnigan miraba su aro con tanta concentración de que Amelie creyó que no respiraba. Y Hua, a su derecha, se estaba poniendo colorada.
-Tercer paso -continuo hablando el instructor-: cuando de la orden... ¡giren sobre ustedes mismos, sientan como se funden en la nada y muévanse con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡uno!
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Amelie Moore y la maldición de los Potter
Hayran KurguHasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella tendrá un don que se creía extinguido. Muy pocas personas saben de su secreto, es tan impresionante que nadie podría ni imaginarlo. Pero par...