Tenía tantos libros nuevos en su valija que había pensado en la idea de usar magia frente a los muggles en cuanto tuvo que bajar las escaleras. Claro que no lo hizo, pero luego se arrepintió. A James tan sólo le dolían los pies de tanto caminar, en cambio, a Amelie le dolía todo. ¿Por qué? Apenas había bajado un sólo peldaño levantando su valija y la jaula de su lechuza, cuando trastabillo con sus mismos pies y rodó escalón por escalón hasta llegar al piso del pasillo que abría a las plataformas de la estación de King's Cross.
James -quien al parecer sólo tenía buenos reflejos montando una escoba-, se reía a carcajadas de ella desde la punta más alta de la escalera.
-Vaya que eres torpe, Moore -se burló, en cuanto llegó hasta ella.
Y Amelie no se lo negó. Ya había tropezado en primer lugar con el paragüero de Grimmauld Place 12 antes de salir y, más tarde, había caído sobre Paris.
Comenzó a despojar el polvillo de su blusa, mientras los demás los alcanzaban. Tenía raspones en todo el cuerpo y realmente agradeció el no haberse roto algo. Seguramente, mañana amanecería con los hematomas más grandes que alguna vez haya tenido.
Avanzó ignorando a los demás, ya estaba bien con que James se burlara como para que también se sumarán Paris y Albus. No tenía buen humor para tolerarlos, así que se adelantó, dispuesta a no dirigirles la atención.
En pocos minutos ya estaba frente a la pared que separaba al andén 9 del 10. Y allí se quedó, mirándola fijamente, congelada. Vio sin moverse como Albus, Paris, Lily y Ginny la atravesaban. Al final, ni cuenta se dio que tan sólo quedaban ella, James y Harry.
Hasta que el señor Potter hablo y aclaró lo que ella más temía.
-Yo que ustedes disfruto este momento... Será la última vez que atraviesen esta pared para comenzar un nuevo año.
Harry salió corriendo y desapareció, dejando en su lugar los ladrillos anaranjados. Amelie comenzó a sentir que sus ojos y nariz picaban, que su rostro estaba por contorsionarse en una mueca. Pronto, comenzó a ver borroso.
-Estas... ¿Llorando?
Sin saber cómo disimular, James se inclinó para poder ver el rostro de su compañera. Sus ojos verdes estaban rojos y noto como una gorda lágrima pendía de sus largas pestañas inferiores, hasta deslizarse por sus mejillas.
Como siempre cuando algo le daba vergüenza, Amelie tapó su rostro con los mechones pelirrojos que se habían desarmado de su coleta, ocultándose de la tierna y melancólica sonrisa de James.
-Ya, ya -trató de calmarla el muchacho, tomándola de la cintura con uno de sus brazos, mientras que con el dorso de su otra mano limpiaba cuidadosamente la lagrimilla de la pelirroja-. Aun tienes un año para soportarme. No te derrumbes tan fácilmente.
Al no poder controlar sus emociones, Amelie soltó una débil risita, a la vez que sentía como James, erguido en toda su altura, sonreía, antes de darle un largo y reconfortante beso en la coronilla de su cabeza.
Y así, James se perdió por el mismo lugar en que había visto a Harry. En cuanto se recuperó, Amelie hizo lo mismo.
Tal vez era el hecho de que este era su último año, pero todo le parecía aún más hermoso que de costumbre. Como si todos los alumnos y padres congeniaran para buscar su felicidad. Podía sentir en el aire el humo de la locomotora y los insistentes chillidos de los adultos, gritando a sus hijos que se cuidaran o los materiales que olvidaban.
Comenzó a buscar con la vista a los Potter, y los encontró con toda su familia. De haber sabido que se agruparían no hubiera sido tan difícil el encontrarlos, ya que todas las cabezas pelirrojas de los primos y tíos Weasley relucían en lo alto.
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Amelie Moore y la maldición de los Potter
Hayran KurguHasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella tendrá un don que se creía extinguido. Muy pocas personas saben de su secreto, es tan impresionante que nadie podría ni imaginarlo. Pero par...