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La chica de cabello azabache y puntas fucsia recorría los campos arroceros a trote constante, debía llegar al siguiente pueblo a tiempo o corría el riesgo de encontrarse con esas criaturas que repudiaba. Sujetaba fuertemente el pequeño saco de glicinias, esperando que la efectividad fuera tal y como le dijo la señora que se lo vendió, no había sido barato.

Si sus cálculos no habían fallado, ese día era su cumpleaños número 15, se compraría una buena comida para celebrarlo en soledad. Esa también era una de las razones por las que necesitaba llegar a un pueblo.

Después de un tiempo, divisó una aldea que se veía muy concurrida, aceleró el paso y en menos de lo que pensó ya estaba incluida en el flujo de gente yendo de allí para allá. Su sonrisa era brillante, el olor a comida se divisaba en el ambiente.

Sin querer chocó con una joven un poco más alta que ella, con dos llamativos broches de mariposa, los cuales captaron la total atención de la azabache. Se disculpó rápidamente, algo avergonzada por su torpeza.

—Lo siento mucho, no era mi intención— Mencionó la más joven haciendo una pequeña reverencia.

—No te preocupes, en parte fue mi culpa— Pareció notar la mirada atenta hacia los broches de mariposa. —Oh, ¿te gustan? Toma, se te verá lindo— La mayor se desprendió de uno de sus adornos, dándoselo a la chica.

—¿En serio? ¡Muchas gracias!— Hizo una pequeña pausa, esperando el nombre de la amable señorita.

—Mi nombre es Kanae Kocho, ¿y el tuyo?

—Kyomi Tsukino, te agradezco mucho Kanae.

La mayor asintió feliz, despidiéndose al escuchar el llamado de su hermana menor. La chica, quedando de nuevo sola, admiró el broche recién obsequiado. Pensó un poco en cómo ponérselo, hasta que optó por recoger unos mechones de cabello hacia un costado de su cabeza.

Ese día celebró mentalmente su cumpleaños, imaginándose que su padre seguía vivo. Compró un platillo que comúnmente consideraría un lujo y se hospedó en una posada digna.

Antes de dormirse, pensó en la amabilidad de la chica, había notado que llevaba una especie de espada bajo su haori, ¿acaso esa mujer tan amable era una cazadora? Tal vez, a veces le daban ganas de unirse a esa corporación, pero no sabía si contaría con la habilidad, además de que un mentor quizá sería difícil de encontrar. No pensando más, cayó en un profundo sueño.

Despertó temprano para seguir su viaje y si podía trabajar un poco, el dinero que llevaba con ella probablemente no sería suficiente para llegar al siguiente pueblo. En eso se basaba su vida, viajar por los pueblos y trabajar en el proceso. Se le hacia aburrido tener que asentarse en un solo lugar.

Consiguió ayudar a unas ancianas limpiando y entregando mercancía, le dejaron una buena paga más la propina de los clientes, había sido una buena elección de empleo. Consideró que el poblado no tenía nada más que ofrecer, así que compró comida y continuó su trayectoria.

Sintió que llevaba caminando demasiado tiempo, tenía una vista asombrosa, pero no lograba ver poblaciones cercanas y ya estaba demasiado lejos del pueblo anterior. Se adentró en el bosque, para su mala suerte comenzó a nublarse y la humedad mas el calor en el aire le avisaban que no tardaba en llover. Su única solución era una pequeña cueva formada gigantes rocas intercaladas, se veía amplia.

Caminó cautelosamente hasta la caverna, notando una figura humana en el lado más oscuro de esta. Simuló no notarlo para ver qué tipo de persona era. Entró y se posicionó en un lugar que consideraba cómodo. Un ligero gruñido se escuchó en el aire, llamando la atención de la joven.

Aliento de la Luna | Kimetsu No YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora