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—Ya… continuemos mañana, Ko— dijo la joven mientras respiraba entrecortadamente, estaba practicando una técnica de respiración.

—Ya te dije que no es divertido que acortes mi nombre, levántate y continúa. Si no puedes hacer esto, significa que no tienes futuro como cazadora y te matarán en la prueba— sentenció el demonio de seis ojos.

Llevaban dos semanas practicando la respiración de concentración total, la chica podía mantenerla a veces y después la perdía por completo. Kokushibo quería que dominara esa técnica por completo, con motivo de ampliar la potencia de sus ataques.

—No entiendo por qué es tan importante— reprochó la chica, con clara molestia —¿De verdad todos los buenos cazadores la usan?

—He respondido esa pregunta 5 veces hoy.

—Pero debo estar segura.

El demonio se llevó la mano a la frente fastidiado, era una chica de 15 años, mucha madurez no podría exigirle. Después de todo, a él se le ocurrió tenerla de aprendiz. Ella se levantó y volvió a intentarlo, logrando mantenerla.

—Creo que casi lo tengo.

—Bien, continúa así. Pronto oscurecerá y necesito…— se detuvo, sabía que a ella no le gustaba escuchar esas palabras —Alimentarme, ya sabes.

Ella no le dirigió la mirada, simplemente asintió y continuó en lo suyo. Kokushibo salió de aquella cueva en cuanto cayó la noche. La joven se encontraba dibujando con una tiza en el lateral de una roca.

Era consciente de que el demonio iba y mataba gente para comérsela, pero aún así, no podía reprochar nada, era su naturaleza. Sujetó entre sus manos la espada nichirin de dueño desconocido para ella, tenía unos juicios morales diarios, pero probablemente Kokushibo le había perdonado la vida al convertirla en su sucesora.

Observó la espada, era de un color azul brillante, ese color resonaba en ella. Al verlo, le provocaba una sensación extraña con mezcla de emoción y nostalgia, no comprendía del todo esa fascinación interna por el color de aquella hoja filosa, pero sentía que después lo descubriría.

Comió unas frutas que Kokushibo había conseguido. Se acurrucó entre su haori liso y una roca para dormir. Se había asentado temporalmente en esa cueva por el entrenamiento impartido por el demonio, no le agradaba mucho la idea, era un inconveniente haberle hecho la promesa de aprender su aliento.

Abrió los ojos y lo primero que divisó fue la alta figura del instructor frente a ella. Se talló los ojos para proceder a levantarse. Él la miraba molesto, se había quedado dormida más tiempo del que debería, pero después se dio cuenta de algo que cambió su ánimo por completo.

—Kyomi, lo lograste.

—¿El qué?

—La respiración.

Entonces la chica cayó en cuenta, había logrado mantener la respiración de concentración total. Se sentía vigorosa, con muchos ánimos rogó a Kokushibo que comenzara el entrenamiento verdadero.

No hace falta decir que el ánimo duró relativamente poco, practicar las posturas era algo agotador, pero aún así siguió esforzándose. En su primer día, pudo dominar la primera, lo cual era digno de admirar.

—Aliento de la luna: Primera postura, luna oscura.

Blandió su espada en un corte rápido y recto, concentrando su fuerza en esta. Como resultado, logró que su ataque destrozar a parte del suelo. Volteó a ver al demonio con emoción, este sólo le asintió con respeto.

El avance de la joven era rápido, en una semana ya había dominado por completo 4 posturas, cosa que a otros aprendices les toma meses e incluso años. Kokushibo estaba muy conforme de haber elegido a Kyomi para cederle su legado, en su mente estaba presente que ella era un prodigio.

Él no solía ser amigable con los humanos en absoluto, pero había visto que ella era una clara descendiente de él y al confirmar que no quería convertirse en demonio, pensó en la posibilidad de que heredara su técnica de aliento. Se estaba arriesgando a que llegara Muzan y la matara, sí, pero podría salir bien e ilesa de igual forma.

Después de 3 meses de arduo entrenamiento, Kyomi ya había dominado hasta la décima postura, por lo que Kokushibo consideró que era momento de dejarla ir por su cuenta. Muy en su interior, le había tomado cariño a la joven.

—Ko, mira lo que te hice— le entregó al demonio una pequeña caja de madera —Deberías abrirlo, lo tallé yo misma mientras estabas fuera.

Él abrió con cuidado la caja, sorprendiéndose del talento inmaculado en esa figura de piedra. Kyomi había hecho una estatuilla de él en una roca de tamaño considerable. A pesar de ser de una especie que se asociaba sólo con muerte y odio, un pequeño sentimiento de calidez lo invadió.

—Te lo agradezco, Kyo.

La chica lo había convencido de que acortar sus nombres no era algo tan ridículo y que les agregaba personalidad, terminó cediendo. Mantuvo la vista fija en la figurilla de piedra, no podía creer que una humana había hecho eso por él a pesar de enterarse de que era alguien potencialmente peligroso.

—Oye, no necesitas decírmelo, ya sé que la selección se acerca... — dijo la joven desbordando nostalgia— Quiero agradecértelo todo, me imagino que tu “jefe” pondrá los ojos en ti de nuevo y no me gustaría representar un obstáculo para ti.

—Tienes una manera interesante de pensar las cosas.

—Lo estoy diciendo en serio, me iré mañana hacia algún pueblo, prácticamente nos despediremos hoy en la noche.

Él volteó a verla rápidamente, no podía creer que ella fuera la que se hiciera cargo de la despedida, aceptó con un gesto y desvió de nuevo la mirada hacia la mano que sostenía el obsequio. Realmente extrañaría a su aprendiz, el tiempo que pasaron juntos le demostró que aún tenía algunos rastros de humanidad.

Esa noche el de seis ojos salió en busca de algo especial. Llegó antes del amanecer en el momento que la aprendiz acomodaba sus reducidas pertenencias dentro de su canasta. Llamó su atención para darle un pequeño discurso.

—Espero fielmente que apruebes la selección sin ninguna herida, como muestra de apoyo, te traje esto.

La chica lo miraba sorprendida por la acción inesperada, frente a ella se encontraba un haori color azul lavanda con diseño de lunas, soles y estrellas en las mangas. Lo tomó dudosa, no creyendo ser merecedora de un regalo.

—Traté de buscar uno que combinara con tu ridículo broche de mariposa, pero cambié de opinión al ver este. Es mi forma de acompañarte, ya que supongo que no nos veremos más.

—No te hubieras preocupado.

—Te soporté varios meses, ¿en serio me dices eso?— preguntó obvio— Sé que lo lograrás y te convertirás en un pilar o algo así, sé amable con los que te rodean y no cometas ninguna imprudencia. Confía en tus habilidades y por favor recuerda quién te entrenó.

Ella le dio un abrazo fuerte, impactando al demonio quien no supo cómo reaccionar. Terminó dándole palmaditas en la cabeza. Al separarse, la chica no pudo evitar derramar un poco de lágrimas.

—Está bien Ko, debo irme. Realmente deseo poder verte después.

—Corre niña, el próximo pueblo queda como a una hora andando.

Tomó sus pertenencias y le dirigió una última mirada a su mentor antes de salir completamente de la caverna. El demonio no tuvo más remedio que aceptarlo y esperar de nuevo a la noche para retirarse de igual forma.

Kyomi caminaba tranquilamente, ya tendría ganas de correr después. Su cansancio era imperceptible, le alegraba haber aumentado tan drásticamente su resistencia y velocidad. Kokushibo le había asegurado que era uno de los humanos más rápidos que había visto en toda su larga vida.

La chica llegó al pueblo y buscó algún pequeño trabajo para comer ese día. Un señor le imploró ayuda para transportar unas canastas y se quedó anonadado de verla cargar todas sin esfuerzo. Recibió una buena paga y comió de un puesto ambulante.

En unas semanas ya se encontraba en la falda de la montaña Fujikasane. Habían muchos niños ahí, la mayoría se veían un poco más jóvenes que ella. Se le hacía extraño escuchar conversaciones sobre haber estado entrenando más de un año, pensaba ¿tanto tiempo les había tomado? Le parecía absurdo.

Su atención fue captada por dos niñas que hablaban tenebrosamente sincronizadas, dieron la bienvenida y explicaron la prueba. Kyomi se sentía algo nerviosa, pero para nada se echaría para atrás, no defraudaría al instructor demonio.

La selección final ya había comenzado, la chica ya había exterminado a cuatro demonios que se habían lanzado sobre ella. Los gritos desgarradores de participantes que perdían la vida la abrumaban un poco.

En el cuarto día notaba todo muy tranquilo, no veía indicios de algún demonio, pero de igual forma no veía a ningún participante. En eso, lo percibió, un ligero movimiento del árbol a su derecha la mantuvo en alerta. Salió de las hojas un demonio de aspecto grueso y fuerte, con prominentes brazos contrastando con su contextura delgada.

—Una niña joven, ¡Tu sabor me emociona! Hueles increíblemente delicioso… Hace tiempo que no pruebo la calidad que tú me ofreces.

—Aliento de la Luna: Segunda forma, Flores de perla contemplando la Luna.

De un veloz movimiento acabó con aquel fastidioso demonio. Otra cosa que consideraba fastidiosa eran los extensos nombres que habían sido designados por Kokushibo. Por respeto a su enseñanza los mantendría.

—La Luna es linda, ¿no?— preguntó la joven a la cabeza del demonio que se desintegraba lentamente— Espero seas perdonado y tengas una buena vida del otro lado.

Ese pequeño deseo le era brindado a cada uno de los demonios que había asesinado, era consciente de que habían matado personas, pero alguna vez fueron humanos y los humanos se equivocan.

Aliento de la Luna | Kimetsu No YaibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora