Capítulo 4: Muerte en el teatro

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Capítulo 4: "Muerte en el teatro"
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El ambiente tenso comenzó a relajarse, ahora lo que reinaba era un sentimiento de angustia. Hiccup sólo miraba de manera comprensiva. Era empático a pesar de no haber pasado por una situación parecida antes, pero lo que lo hacía ser tan comprensivo era pensar en sus padres. Se preguntaba si ellos estarían bien, si en donde vivían las cosas no se habían puesto así de mal, se preguntaba cómo se estarían sintiendo en ese momento. Sin duda trataban con una tragedia muy grande, una tragedia en toda la extensión de la palabra.

Emma y Alan se abrazaron con mucho cariño, consuelo y afecto de por medio. La verdad dolía, pero mejor ser realista que engañarse, pues al final el golpe sería más duro. Además, lo más importante era que no sólo se exponían ellos, sino que exponían a un peligro muy grande a todos los presentes. Dejaron de abrazarse y entonces Alan los miró a todos.

— Está bien, sé lo que hay que hacer — dijo con pesar — no se preocupen, todo estará bien — dijo para calmar a todos.

Se giró para regresar al escenario, Emma lo siguió. El resto se quedó observando hasta que pasaron por el telón y se perdieron de vista.

— No imagino cómo deben de sentirse — comentó Nayara.

— Es terrible — dijo Fishlegs.

— Creo que deberíamos aprovechar este momento para descansar — les habló Hiccup — hay muchos asientos, podemos tomarnos un respiro.

— Es obvio que aquí no estaremos a salvo — replicó Robert — lo mejor sería que nos vayamos y sigamos con el plan.

— Amigo, relájate — le habló Ivar — no veo el problema en que descansemos unos minutos.

De mala manera, no tuvo otra opción que ir a sentarse, en el fondo sí estaba cansado, pero decidió no mostrarlo y en su lugar mostrar una cara malhumorada e inconforme con la decisión.
Hiccup se apartó un poco de la gente y se dirigió a una de las filas más alejadas del centro, una en la que tendría un poco más de "soledad". Tomó asiento y se recargó, suspiró, ahora podía descansar un poco sin miedo. Pero había algo que le preocupaba, algo que estaba allí y que quería ignorar, pero no podía. Una idea.

Cerró los ojos y trató de pensar en otra cosa, quería distraerse. Pocos minutos después escuchó pasos acercándose. Luego pudo oír como un peso caía en el asiento que estaba junto al suyo. Escuchó la voz antes de abrir los ojos para comprobar de quién se trataba.

— ¿Estás bien? — preguntó la rubia.

— Sólo estoy cansado — respondió — ¿Por qué viniste aquí? Podrías estar conversando con los demás, no deberías alejarte.

— ¿Tú por qué te apartaste? — le preguntó.

— Quería despejarme un poco.

— Allí tienes tu respuesta — le dijo — la verdad me cuesta un poco acostumbrarme a convivir con la gente, me toma tiempo adaptarme o sentirme realmente a gusto. Pero creo que como están las cosas, es mejor llevarse bien con los demás.

— Tienes razón — fue lo único que dijo.

— ¿Qué es lo que te pasa?

— ¿Por qué supones que me pasa algo?

— Sueles ser muy hablador, no eres de los que se aparta, al contrario, creo que te gusta convivir con la gente — le explicó — la que debería haberse apartado en un principio era yo.

— Hay algo en lo que no dejo de pensar — le confesó.

— Anda, suéltalo.

— ¿Y si no quiero?

Infección - Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora