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—¿Su tía? — IU me tomo del brazo antes de poder irme por completo con el pequeño.

Apreté con fuerza los ojos, podía explicarle fácilmente, pero no tenia ganas y tampoco veía un porqué más haya de que solo no vaya con el chisme, los padres de Ansel y yo, ya sabíamos que decir, por lo que ya con esto, ya sabía quiénes serían los siguientes en enterarse ahora que IU lo sabía.

—Adios IU, te he dicho que ya luego hablamos. — me solté de su agarré y por fin pude caminar tranquila con el pequeño tomado de mi mano.

Ansel entra detrás de mí en casa, llevo su mochila con todas sus pertenencias y a pesar de querer dejarla sobre el sofá, le pido que suba conmigo.

El pequeño aún parece algo sorprendido por lo que sucede y me causa demasiada ternura, sobre todo cuando llegamos a la puerta de su habitación.

Abro la puerta y le miro, sus ojos se han iluminado y su cola se mueve de un lado a otro, completamente feliz por lo que ve, su mirada conecta con la mía y le sonrío.

Aunque hubiera querido enseñarle la habitación en su cumpleaños, me vi en deber enseñársela antes, aún más al estar quedándose acá hasta que sus padres vuelvan y hasta que la semana de plazo para demostrar que puedo ser tu tía sin problema pase.

Pero por suerte, aún me quedan los que he guardado en mi habitación, en aquellas bolsas tengo diferentes regalos a los que ahora se encuentran en la habitación, podré dárselos en su cumpleaños sin problemas y espero causar la misma reacción, así tengo más tiempo y puedo comprar algunas bolsas y papel de regalo para envolver algunos.

Realmente espero le guste todo.

—Noona, ¿Todo esto es para mí? — parece incrédulo cuando lo pregunta, pero aun así puedo ver la alegría que se esconde en sus orbes.

—Claro que es para ti, aunque creo que necesitarás algo más, pero ya iremos  por lo que necesites más adelante. — sonrío en su dirección y entro en la habitación junto a él.



(...)

La hora de cenar llega y me encuentro cenando con Ansel frente a mí, devora su filete con hambre y puedo ver cómo, a pesar de querer mostrar que aún tiene energía de sobra, está agotado por todo lo que hemos hecho.

Termino de comer algunos minutos después de él y recojo ambos platos, después me siento en el sofá y el lobezno se acurruca junto a mí, apoya su pequeña cabeza en mi muslo y sin poder evitarlo, acabo acariciando su suave pelaje.

Pasan los minutos y por mi mente solo pasan momentos como este, en la cantidad de veces que podré hacer esto, pero que me perdí las de mayor tiempo por no haber vuelto antes, miro al pequeño, que bosteza sobre mi muslo, sus ojos están cerrados y su respiración es tranquila, de vez en cuando se le escapa algún pequeño ronquido que me roba toda la atención.

Miro el reloj nuevamente y creo que es momento de llevarle a la habitación por lo que, con cuidado, le cojo entre mis brazos, después de haber apagado la televisión y le llevo, con el máximo cuidado, hasta su habitación, le dejo sobre las mantas y se acurruca con el conejo gigante que le he comprado y con el que ha estado jugando gran parte de la tarde.

Realmente le gustan los conejos.

Me replanteo si debo arroparle un poco, pero no lo veo necesario, aún hace calor y no quiero que se sienta incómodo; acabo saliendo de la habitación en el máximo silencio posible, miro una última vez en su dirección antes de salir por completo e ir a mi habitación.

Me pongo el pijama y me tumbo en la cama, estoy agotada por lo que, esta vez, no me cuesta nada quedarme profundamente dormida o al menos, hasta pasada la media noche, cuando escucho unos fuertes quejidos desde la puerta de mi habitación.

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