¡Listos o no, allá voy!

8 2 11
                                    

Prólogo.
[Trece años antes...]

se quitó las manos de los ojos, y de dio media vuelta. En la vegetación de la montaña reinaba un silencio sobrenatural, pero percibía que sus amigas estaban cerca. Sin dudar, echó a correr, haciendo que el césped se hundiera entre sus zapatos. Unas cuantas ramas crujieron mientras ella zigzagueaba entre los enormes pinos.
Enderezó el cuello cuando escuchó una pequeña risa.
Caminó con la cautela de un zorro (o bueno, lo que ella consideraba que era el sigilo del animal) puesto que se vio sorprendida por una pequeña ardilla que saltó, provocándole un grito. Rio por su descuido. Una brisa fresca le hizo helar ligeramente las mejillas. Fue a un sitio conocido, al escondite habitual de Chaerin, sus pasos se habían hecho más lentos y cuidadosos. Estaba a punto de asustar a su amiga cuando escuchó una voz.
-Un poco mayor cita para jugar al escondite ¿no?

se volvió y fulminó con la mirada, al hermano de su mejor amiga.
-Es divertido-. Resopló con desdén. Habían sido unos niños muy unidos, hasta que él despertó un día creyendo que era superior y no tenía que perder su tiempo con ella. Ya no se hablaban, ni siquiera para ir a comer las deliciosas galletas de chocolate que su madre hacía. Parecía que solo le llamaban la atención las chicas mayores, tontas y con pechos grandes. Pero ¿a quién le importaba? Se negaba a seguirle de un lado a otro como perrito faldero-. Además, tú no lo entenderías. Nunca quieres jugar con nosotras. Ni siquiera sé qué haces aquí afuera...

Él se enderezó, despegando su espalda del enorme y grueso tronco donde se había recargado. Min YoonGi tenía dieciséis años, y era un pelmazo de lo peor. Se burlaba de ella a menudo, y parecía creer que tenía el derecho a jugar ser Dios porque era dos años mayor. Había crecido mucho, y sus delgadas piernas ahora eran largas y fuertes. El pelo le caía sobre las orejas y por encima de la frente, con una conservadora mezcla de tonos oscuros, que iban de un café sombrío hasta un negro azabache. Justo como un chocolate amargo, pensó ...

Una combinación de chocolates y nueces. Su cara ligeramente redonda se había deshecho de las suaves mejillas, dejando una mandíbula más esbelta con rasgos más definidos, con carnosos labios delicados con porte de muñeca de porcelana. Esos ojos misteriosos y profundos tenían un brillo presumido con un asomo de melancolía.conocía esa tristeza. Era lo único que mantenía en común.
Min YoonGi era un niño rico que se aislaba en su mundo y que parecía no tener amigos. siempre se había preguntado cómo su hermana, Chaerin, era tan extrovertida.
-Deberías tener cuidado en la montaña, mocosa. Podrías perderte.
-Conozco mejor el camino que tú.
Él se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.
-No lo dudo. Debiste haber sido un chico.
Le hirvió la sangre al escucharlo. Apretó los puños a los costados y meneó la cabeza, haciendo que su coleta se agitara.
-Y tú deberías haber sido una chica. Todo el mundo sabe que no te gusta mancharte las manos, Suga
Un golpe bajo, ese apodo se lo había ganado cuando en el colegio por su piel tan pálida como la azúcar glas, el comentario pareció tener efecto. YoonGi se había enfadado.
-Deberías aprender a comportarte como una chica de verdad.
-¿Cómo?
-Deberías maquillarte. Arreglarte. Besar a algún chico. jamás había malgastado su valioso dinero en brillo de labios. Ya era bastante difícil comprar algo nuevo, ni que decir maquillaje o perfume. fingió una arcada-. Seguro no has besado a nadie.
Detectó el deje burlón de su voz. Casi todas sus amigas, que tenían catorce años, ya habían experimentado sus primeros besos, incluida Chaerin, pero en su caso, la idea siempre le había revuelto el estómago. Aunque, antes muerta que admitirlo delante de YoonGi.
-Pues sí lo he hecho.
-¿Ah sí? ¿A quién?
-No es asunto tuyo. Me largo.
-¿A que no te atreves?
 dejó un pie suspendido en el aire. Sin acabar de dar el paso. Un graznido de un ave resonó en las alturas, y tuvo la sensación de que había llegado a un punto donde acobardarse sería caer en ridículo. Levantó la barbilla con gesto altanero.
-¿A qué?
-Demuéstrame que sabes besar.
El estómago le dio un vuelco, se le aceleró el corazón y las manos comenzaron a sudarle. Puso cara de asco.
-¿Besándote a ti?
-Lo sabía- se jactó YoonGi.
-¿Qué cosa? ¡Te odio! Jamás te besaría.
-Bien, olvida que lo he dicho. Solo quería comprobar si eras una chica de verdad. Ahora sé que no lo eres.
Sus palabras le hicieron hervir la sangre. Todas las dudas e incertidumbres que la consumían salieron a la superficie para confirmar que era distinta. ¿Por qué no era como Chaerin? ¿Por qué prefería pintar, leer y jugar con animales antes que fijarse en chicos? A lo mejor YoonGi tenía razón y era defectuosa. A lo mejor...
El hizo ademán de irse.
-¡Espera!
YoonGi se quedó de espaldas a ella un momento, como si estuviera considerando su súplica. Se dio la vuelta muy despacio.
-¿Si?
se obligó a acortar la distancia que los separaba y a plantarse delante de él. Le temblaban las piernas. Sentía algo muy raro en el cuerpo. Como si estuviera a punto de vomitar.
-Sé besar. Y te...- tomó aire- te lo voy a demostrar.
-Bien, hazlo entonces-. Demandó.
YoonGi ladeó la cadera, adoptando una pose altiva, como si hiciera eso todos los días, y ya se estuviera aburriendo. recordó lo que había visto en las películas y se inclinó hacia delante.
>>No voy a meter la pata. Relaja los labios. Inspira hondo. Ladea la cabeza para que no nos demos en la nariz. Dios ¿y si lo golpeo en la barbilla y le hago sangrar? No. No pienses en eso. Besar en sencillo
Nada del otro mundo.
Nada del otro mundo.
Nada del otro mundo...<<
Sintió el roce ligero y tibio de su aliento en los labios. Echó la cabeza hacia atrás y se detuvo. Acto seguido, los labios de YoonGi rozaron los suyos. Aunque fue una simple caricia, experimentó un sinnúmero de emociones. El contacto de sus dedos sobre los hombros. La dulce presión de su boca. El olor de la montaña mezclado con las tentadoras notas de su suave colonia. Esos breves segundos él le dio un regalo extraordinario. Le dio alas a su corazón mientras una extraña felicidad le corría por las venas. Su primer beso de verdad. ¿Cuántas veces había tenido esa experiencia, dejándose llevar por el pánico de que odiaría a los chicos y los besos, y de que no sería normal? En ese momento, ya se sabía que era una adulta y jamás volvería a cuestionar esa parte de sí misma.
YoonGi se apartó muy despacio mientras ella abría los ojos. Sus miradas se encontraron.  sintió que las emociones la asaltaban como olas agitadas, como si estuviera a punto de descender por la pendiente de una enorme montaña rusa y la consumieran el miedo y la expectación. Contuvo el aliento, a la espera. YoonGi tenía una expresión muy rara. La miraba como si nunca la hubiera visto en la vida. Por un glorioso instante, atisbó algo en las profundidades de sus ojos nocturnos. Un ramalazo de vulnerabilidad que él nunca compartía. Sus labios esbozaron una sonrisilla. le devolvió la sonrisa. Se sentía a salvo. Sabía que él ya no se reiría ni pasaría de ella. Las cosas habían cambiado. Lo que llevaba tanto tiempo negando, brotó de su boca de repente, sin pensar, sin tener en cuenta las consecuencias.
-Te quiero. Algún día nos casaremos.
No dudó de su respuesta en ningún momento, segura de su amistad y del beso. Confiaba en él, de forma innata, sin reservas.  esperó que su sonrisa se ensanchara, esperó que le diera la relación, esperó que su relación por fin cambiara después de ese beso tan perfecto. Sin embargo, tuvo la impresión de que algo velaba la cara de Yoongi, puesto que el chico que ella había besado desapareció. YoonGi soltó una carcajada. Su mente se puso en blanco, parpadeó ya que no comprendía su reacción, pero cuando volvió a mirarlo a los ojos, el hielo se apoderó de su pecho.
-¿Casarnos? Menuda idea, mocosa. Cuando me case, será con una mujer de verdad. No con una cría-.YoonGi meneó la cabeza con una expresión socarrona y desdeñosa, como si la mera idea pudiera hacerlo reír durante días. Como si pudiera hacer reír a sus amigos y a sus futuras novias.
 se quedó plantada en el bosque, incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirarlo espantada, incapaz de soltar una réplica ingeniosa por primera vez en la vida. Las carcajadas de YoonGi acabaron con una risilla-. Pero tienes potencial. Con un poco de práctica, quizá consigues besar bien y todo. Nos vemos.
Y se marchó.
escuchó unas risillas. Horrorizada, se volvió y vio a una de sus amigas escondida entre los arbustos. Todo el mundo se enteraría; y fue en ese preciso momento, a punto de convertirse en mujer, tomó su primera decisión adulta: jamás permitiría que cualquier persona la humillara de nuevo. En especial Min YoonGi. El único amor que valía la pena era el de su familia. El resto no era de fiar, y ella era lo bastante lista como para no necesitar más lecciones.
Se dio media vuelta y salió de la montaña con pasos apresurados, olvidando ya el juego del escondite, mientras se preguntaba qué era el dolor que le invadía el pecho. Por su puesto, todavía era demasiado joven para saber la respuesta, una que comprendió años más tarde.

Le habían roto el corazón... 

EN CUESTIONES DE NEGOCIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora