¿Qué remedio me queda?

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Capítulo 1.

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Necesitaba un hombre. De ser posible uno al que le sobraran seiscientos millones de wons.

Contemplaba el silencio de la pequeña fogata que ardía en el centro de mi sala, y me pregunté si oficialmente acababa de volverme loca. El trozo de papel que tenía en la mano describía todas las cualidades que quería que tuviera mi alma gemela:
Lealtad.
Inteligencia.
Sentido del humor.
Fuertes vínculos familiares
Amor por los animales.
Ingresos considerables.
Suspiré, la mayoría de los ingredientes ya se estaban cocinando. Un cabello procedente de un miembro masculino de mi familia, específicamente de mi hermano, que seguía molesto conmigo por arrancárselo de una manera un tanto dolorosa. Una mezcla de hierbas aromáticas y un palito para... no lo sé. Solo espero que no sea para lo que me temo. Tomé una gran bocanada de aire, y después tiré la lista por el cubo metálico antes de observarla arder. Me sentía un poco idiota por emplear un hechizo de amor, pero era la única opción que me quedaba, y tenía muy poco que perder. Puesto que era la única dueña de una librería independiente en una moderna ciudad universitaria al norte de Seúl, pensé que podía permitirme ciertas excentricidades, como, por ejemplo, rezarle a la Madre Tierra para que me enviaran al hombre perfecto.
Extendí el brazo para tomar el extintor cuando vi que las llamas aumentaban. Al ascender el humo, me acordé de aquella vez que se me quemó la base de una pizza en el horno. Fruncí la nariz, pulvericé con agua el cubo y alrededor de la alfombra. Me fui a buscar una copa de vino tinto.
Mamá tenía que vender la casa.
Reflexioné sobre el dilema mientras tomaba la botella de Soju. La librería ya tenía una hipoteca que apenas podía pagar. Tenía que pensar bien las cosas cómo llevaría a cabo la ampliación para añadirle una cafetería. Eché un vistazo por el apartamento de estilo victoriano y tardé poco en llegar a la conclusión de que no había nada que vender. Ni siquiera por eBay. Me llevé la mano a la frente, frotándola. Tenía veintisiete años. Debería vivir en un apartamento más grande, moderno. Vestir ropa de marca y salir cada fin de semana. En cambio, era una maniaca de los refugios de animales y tenía una enorme colección de libros viejos. Había creído ciegamente en vivir el momento, estar abierta a cualquier posibilidad. Debía seguir lo que dictara mi corazón, pero, por desgracia, ese estilo de vida no salvaría el hogar de mi madre. Bebí un sorbo de soju de un golpe y reconocí que no había mucho que pudiera hacer. Nadie tenía el dinero suficiente, y esa vez, cuando llegara el cobrador, las cosas no acabarían bien. Yo no era alguien que perteneciera a la familia Kardashian. Además, tampoco creía que mi patético intento de hechizo lograra traer a mi puerta al hombre perfecto.
En ese momento llamaron al tiempo.
Mi boca se abrió. ¿Sería él? ¡Dios mío! Miré mis anchos pantalones de algodón y la enorme camiseta que tenía puesta. Me pregunté si me daría tiempo para cambiarme. Estaba a punto de dirigirme al armario, cuando el timbre volvió a sonar, de modo que me acerqué a la puerta, respiré hondo y tomé el pomo.
-Ya era hora de que abrieras.
Mis esperanzas cayeron en saco roto. Al abrir la puerta, me encontré con Chaerin, fruncí el ceño.
-Se suponía que debías ser un hombre.
Chaerin resopló antes de entrar. Agitó una mano en el aire, cuyas uñas larguísimas y en pico estaban pintadas de color blanco, se dejó caer en el sofá.
-Ya, sigue soñando. Asustaste al último con el que saliste, así que no pienso concertarte otra cita a ciegas en la vida-. Miró mi alfombra- ¿Qué ha pasado aquí?
-¿Qué quieras decir con que lo asusté? ¡Pensé que iba a atacarme!
Chaerin enarcó una ceja.
-Se inclinó para darte un beso de buenas noches. Tú perdiste el equilibrio y caíste de culo, así que lo hiciste sentir como un imbécil. La gente se besa después de una cita,  Es como un ritual.
Tomé los papeles que estaban sueltos por la sala, y los metí en una bolsa de basura, después tomé el cubo metálico.
-Le olía el aliento a salsa de fideos, y no me apetecía que se acercara.
Chaerin tomó mi copa de vino y bebió un buen sorbo. Estiró sus largas piernas, enfundadas en pantalones de cuero negro, y colocó los pies al borde de mi destartalada mesa.
-Si no recuerdo mal, llevas si acostarte con nadie unos siete años ¿no?
-Bruja.
-Monja.
Solté una risotada.
-Bien, tu ganas-. Le empujé los pies de la mesa-. ¿A qué se debe que me honres con tu presencia un sábado por la noche? Estás muy guapa.
-Gracias. He quedado con alguien a las once ¿quieres venir?
-¿A acompañarte a una cita?
Chaerin hizo un mohín y apuró el vino.
-Me la pasaré mejor contigo. Ese chico es un pesado.
-¿Por qué has quedado con él entonces?
-Porque está bueno.
Me dejé caer en el sofá junto a Chaerin, suspiré.
-Ojalá pudiera ser como tú, Chaerin ¿por qué no soy tan desinhibida?
-A mí me gustaría serlo un pelín menos-. Mi amiga mostró una sonrisa un poco triste. Después señaló el cubo-. Dime ¿qué has quemado?
Suspiré.
-Acabo de usar un hechizo. Para- no sabía como decirlo sin que sonara como una desquiciada, pero no encontré palabras, así que lo dije sin más- para conseguir un hombre.
Chaerin echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
-Bien ¿y qué pasó? ¿para qué el cubo?
Me puse colorada. Era tan vergonzoso. Chaerin jamás dejaría que olvidara este momento.
-Hice un fuego en honor a la Madre Tierra- susurré.
-¡Dios mío!
-Escúchame. Estoy desesperada. Todavía no he encontrado al hombre de mi vida, y me surgido otro problemilla que debo solucionar. Así que he unido las dos cosas para reducir la lista.
-¿Qué lista?
-Una de mis clientas me contó que se compró un libro de hechizos de amor, y que, después de hacer una lista con todas las cualidad que buscaba en un hombre, lo encontró de repente.
Chaerin pareció interesarse ahora.
-¿Apareció un hombre en su vida con todas las cualidades que ella quería?
-Ajá. Pero la lista tiene que ser muy específica. No puede ser muy general, porque de esa forma el universo se confunde y no te envía a nadie. Según me dijo la chica, si sigues el hechizo al pie de la letra, aparecerá el hombre adecuado.
Los ojos de Chaerin brillaron
-Enséñame el libro-. Nada como otra soltera para hacer que una se sienta mejor acerca de la búsqueda de un hombre. Le arrojé a Chaerin el librito con las tapas forradas de tela carmín. Dejé de sentirme tonta-. Quiero ver la lista.
Señalé el cubo.
-La quemé.
Chaerin enarcó una ceja.
-Sé que tienes otra copia debajo del colchón. Déjalo, lo haré yo-. Mi amiga caminó hasta el futón color verde pálido y metió la mano debajo de los cojines. Al cabo de unos segundos alzó la lista con un gesto triunfal entre sus inmaculadas uñas blancas, relamiéndose los labios como si estuviera a punto de zambullirse en una novela romántica de alto voltaje. Me senté en la alfombra y encorvé los hombros. Que comenzara mi humillación-. Número uno- leyó Chaerin- Que sea fan de los Busan KT Sonicboom.
Me preparé para el estallido.
-¿Básquetbol?- chilló Chaerin, que comenzó a agitar la hoja en el aire como toque dramático-. Joder, ¿cómo es posible que el básquetbol sea tu prioridad número uno?
Nunca habían quedado campeones de la temporada, pero era el equipo que había elegido seguir cuando era adolescente. No los defraudaría. Apreté los dientes. ¿Por qué todos querían a los equipos más grandes? ¿Por qué me criticaban por ello? Prefería respetar a Busan y sus Sonicboom.
-Los Sonicboom tienes carácter y mucha fuerza, y necesito un hombre capaz de apoyar a un perdedor. Me niego a acostarme con un seguidor de alguien fanático de los Ulsan Mobis Phoebus. Esos malditos se han llevado seis premios de temporada.
-Eres un caso perdido. Me rindo- dijo Chaerin-. Número dos: que le gusten los libros, el arte y la poesía-. Hizo una pausa para analizarlo y después de encogió de hombros-. Lo acepto. Número tres: que crea en la monogamia. Un dato muy importante que agregar a la lista. Número cuatro: que quiera hijos- Alzó la vista- ¿Cuántos?
Sonreí al pensarlo.
-Me gustaría que fueran tres, pero también me conformaría con dos. ¿Crees que debí especificar?
-No, la Madre Tierra seguro que lo tiene claro-. Chaerin siguió- Número cinco: que sepa como comunicarse con una mujer. Esta es importante. Estoy harte de leer libros sobre Venus y Marte. Me he leído la saga completa y sigo sin enterarme. Número seis: que le gusten los animales-. Chaerin gruñó- ¡Esta es tan mala como la de los Sonicboom!
Gateé por la alfombra para acercarme a mi amiga.
-Si odia a los perros, no podré continuar con mi programa en el refugio de animales. Además ¿y si fuera cazador? Me despertaría en plena noche y me encontraría a un ciervo muerto mirándome desde la repisa de la chimenea.
-Exagerada- Chaerin retomó la lisita- Número siete: que tenga código ético y moral estricto, y que crea en la honestidad. Esta debería ser la condición número no en la lista. Pero no me importa. No soy fan de los deportes. Número ocho: que sea buen amante-. Alzó las cejas- En mi lista, esta sería la número dos. Pero me enorgullece que hayas sacado el tema. Quizá y sí tienes remedio, después de todo.
Tragué saliva al tiempo que el temor me provocaba un nudo en el estómago.
-Sigue leyendo.
-Número nueve: que tenga fuertes vínculos familiares. Tiene sentido. Tu familia es toda una joya lationamericana. Bueno, la número diez...

-Se hizo un silencio. Vi a Chaerin releer la condición número diez.

-Te aseguro que la has leído bien.
Chaerin leyó la última condición en voz alta.


-Que tenga Seiscientos millones de wons-. Alzó la mirada-. Necesito detalles.
Levanté la barbilla.
-Necesito a un hombre quien pueda querer y al que le sobre dinero. Y lo necesito ya.
Chaerin meneó la cabeza, como si acaba de salir debajo del agua.
-¿Para qué?
-Para salvar la casa de mis padres.
Chaerin palideció.
-¿Qué?
-Sí, la casa de mis padres. ¿Recuerdas que comenzaron a vender muebles? ¿Qué mi madre solía bromear que decir que necesitaba más cosas que vender para pagar las facturas? Chaerin, no te he contado lo mal que han ido las cosas. Mis padres quieren vender la propiedad y yo me niego. No tienen dinero y tampoco sitio a donde ir. Haré cualquier cosa con tal de ayudarlos. Incluso casarme-.Chaerin jadeó y miró su bolso. Sacó su celular y marcó un número- ¿Qué haces?
Me esforcé por controlar el pánico que me invadía al pensar que quizá y mi amiga no me entendiera. Al fin y al cabo, era la primera vez que buscaba un hombre para solucionarme los problemas. Me sentía como un fraude.
-Estoy cancelando la cita. Debemos discutir este nuevo tema. Después llamaré a mi terapeuta. Es muy buena y discreta. Admite pacientes a medianoche.
Reí.
-Chaerin, eres una amiga estupenda.
-¿Qué remedio me queda?


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