Capítulo 2.
................................................................................................................................................................
YOONGI.
Tenía una fortuna en la punta de los dedos. Sin embargo, para lograr lo que deseaba, necesitaba una esposa.
Soy un hombre que cree muchas cosas. En trabajar duro para conseguir un objetivo. En controlar la furia y en recurrir al sentido común si se producía un enfrentamiento. Pero, sobre todo, en levantar edificios. Edificios sólidos y bonitos desde el punto de vista estético. En ángulos suaves y líneas rectas con perfecta armonía. En ladrillos, hormigón y cristal como símbolos de solidez que la gente anhelaba en su día a día. En el asombro fugaz que demostraban cuando veían por primera vez la creación final. Todas esas cosas le daban sentido a mi vida.
No creía en el amor eterno, en el matrimonio ni en la familia. Todo eso había perdido valor, y había decidido no incorporar esa faceta social a mi vida. Por desgracia, el tío Seong había cambiado las reglas.
Sentí un nudo en las entrañas y mi ácido sentido del humor estuvo a punto de arrancarme una carcajada. Me levanté del sillón de cuero y me retiré la chaqueta azul marino, la corbata de rayas y la camisa blanca. Tras desabrocharme el cinturón con un movimiento rápido, me quité los pantalones cambiándolos por unos cómodos de franela, junto con una camiseta a juego. Me calcé las Nike Air y entré en el santuario de mi despacho, lleno de maquetas, bocetos, fotos inspiradoras, una cinta de correr, algunas mancuernas, un centro de entretenimiento y un bar muy completo. Usé el mando a distancia para encender el reproductor MP3, y al instante un ritmo fuerte y marcado, me inundó los oídos. El hiphop siempre me había ayudado a mantener mi cabeza en su sitio. No tardaría mucho en aclararme las ideas. Me subía la cinta, tratando de no pensar en el tabaco. Lo había dejado hace tres años, pero aún me daban ganas de fumarme un cigarrillo cuando el estrés me superaba lo normal. Molesto por mi clara debilidad, comencé a hacer ejercicio. Correr me relajaba, sobre todo en este entorno tan controlado. No había voces que me interrumpieran, no hacía calor. Fijé los parámetros en la caminadora y comencé a correr, consciente de que encontraría una solución al problema. Aunque comprendía las intenciones de mi tío, me sentía traicionado. Al final, uno de los pocos miembros de mi familia a los que quería, me había utilizado como si fuera un simple peón.
Meneé la cabeza. Debería haberlo visto venir. Mi tío había pasado sus últimos meses de vida recalcando la importancia de la familia, y le había dejado claro que su actitud dejaba mucho que desear. No comprendía porqué esto me resultaba sorprendente. Al fin y al cabo, mi familia debería haber protagonizado anuncios de algún método anticonceptivo. A medida que me relacionaba con distintas mujeres, había comprendido una cosa: todas querían casarse y el matrimonio conducía al caos. Enfrentamientos provocados por emociones desbordantes. Niños exigiendo atención. Y una búsqueda de espacio personal hasta que al final todo acababa de la misma manera que acababan todas las relaciones. Divorcio. Niños víctimas.
Aumenté la inclinación de la cinta, así como la velocidad, con la mente convertida en un hervidero de pensamientos. El tío Seong me había mantenido hasta el final el firme convencimiento de que una mujer sería mi salvación. Su infarto fue fulminante. Cuando los abogados se presentaron en busca del dinero, cual banda de buitres atraídos por el olor a carne añeja, supe que los pormenores legales serían sencillos. Chaerin había dejado claro que no quería saber nada del negocio y mi tío no tenía más familia. De modo que, por primera vez en mi vida, me había dado el lujo de creer en la buena suerte. Por fin tendría algo que podía considerar completamente mío.
Hasta que leí el testamento.
Todo era una broma de mal gusto.
Heredaría la mayoría de las acciones de Bighit Industries en cuanto me casara. El matrimonio debía durar al menos un año y podía ser con la mujer de mi elección. También se aceptaba cualquier acuerdo prematrimonial. Si decidía no cumplir los deseos de mi tío, heredaría solamente el cincuentaiún porciento de las acciones, pero el control se repartiría entre los miembros del consejo de administración. Solo me haría una figura decorativa. Ya no construiría edificios, solo asistiría a reuniones y eventos políticos de la empresa. No era lo que quería. Y mi tío lo sabía muy bien. Así que, tenía que encontrar una mujer para casarme.
Presioné el botón para disminuir la inclinación de la cinta y reduje la velocidad. Mi respiración se hizo más pausada. Con precisión metódica, mi mente apartó el vacío emocional y sopesó las posibilidades. Tras bajar de la cinta y tomar una botella fría de agua del minibar, me dirigí al sillón. Pasé un sorbo de agua helada por mi garganta. Dejé la botella en el escritorio y esperé unos minutos mientras organizaba mis pensamientos, tomé un bolígrafo de oro que guardaba en el cajón, lo hice girar entre mis dedos. Una vez que empecé a escribir, tuve la impresión de que cada palabra era un clavo que cerraba la tapa de mi ataúd: Encontrar una esposa.
No pensaba perder más tiempo rezongando sobre la injusticia. Había decidido hacer una lista que detallara todas las cualidades que necesitaba en una esposa, para, de esa forma, intentar averiguar si conocía a alguna mujer apropiada. Inmediatamente, recordé a JiWon, pero no tardé en alejarla de mis pensamientos. Era una modelo despampanante con la cual salía en estos momentos. Perfecta para lucirla en eventos sociales y también era genial en la cama, pero no podía considerarla como mi esposa. JiWon era una gran conversadora y disfrutaba mucho con su compañía, pero me temía que se estaba enamorando de mí. Ya me había insinuado su deseo de tener niños, un detalle que sentenciaba nuestra relación. Si tenía algo claro con respecto al matrimonio, es que las emociones lo arruinarían. Si JiWon se enamoraba de mí, terminaría siendo víctima de celos y se convertiría en una mujer exigente, como todas las esposas. Bebí otro sorbo de agua, mientras acariciaba mi cuello con el pulgar. En alguna ocasión había leído que si se hacía una lista con las cualidades que se buscaban en una mujer, aparecería una de repente. Fruncí el ceño analizando la idea. Estaba casi seguro de que la teoría decía estar unida al universo y no sé que más idioteces.
Pero a estas alturas estaba desesperado. Coloqué el bolígrafo en el marguen del papel y comencé a escribir:
Una mujer que no me quiera.
Una mujer con la que no deseé acosarme.
Una mujer que no tenga familia.
Una mujer que no tenga animales.
Una mujer que no quiera tener hijos.
Una mujer con una carrera profesional independiente.
Una mujer que se planteé el matrimonio como un proyecto empresarial.
Una mujer que no sea demasiado sensible ni impulsiva.
Una mujer en la que pueda confiar.
Releí lo escrito. Me había dejado llevar por el optimismo y añadí algunas de las cualidades que deseaba en una mujer, pero si la teoría del universo funcionaba, era mejor especificar bien lo que quería. Necesitaba a una mujer que se planteara el matrimonio entre ellos como un negocio. Tal vez alguien que necesitara el dinero. Que fuera simplemente un papel firmado. Sin sexo no había celos. Sin una mujer sensible no había amor. Si no había caos sería el matrimonio perfecto.
Repasé la lista de mujeres con las que había salido, así como con las que me había relacionado en un ámbito profesional. No encontré lo que buscaba. Comenzaba a frustrarme. Tenía veintinueve, era atractivo, inteligente y con buena posición económica. Sin embargo, no conocía a alguna mujer con la cual casarme. Y tenía una semana de plazo para encontrar a mi futura esposa. En ese momento, me llamaron al móvil.
-¿Si?
-YoonGi, soy yo. Chaerin-. Mi hermana guardó silencio- ¿Has encontrado esposa?
Estuve a punto de reírme entre dientes. Mi hermana era la única mujer del mundo que lograba hacerme reír. Aunque a veces fuera de mí mismo.
-Estoy en ello.
-Creo que la he encontrado.
Sentí que se me aceleraba el pulso.
-¿Quién es?
Otra pausa de Chaerin.
-Tendrás que escuchar sus condiciones, pero no creo que te supongan problema. Debes estar abierto a opciones, aunque sé que no es tu fuerte. Pero eso sí, puedes confiar en ella.
Vi la última frase de mi lista. De repente un zumbido en mis oídos me puso en alerta.
-¿Quién es, Chaerin?
Su silencio se prolongó durante unos segundos.
La estancia comenzó a darme vueltas alrededor con tan solo escuchar ese nombre que se había escurrido de entre mi pasado. Mi mente esbozó un único pensamiento que se encendió como un cartel de neón: Ni en broma.
ESTÁS LEYENDO
EN CUESTIONES DE NEGOCIOS
Novela JuvenilSe quitó las manos de los ojos, y de dio media vuelta. Fue a un sitio conocido, al escondite habitual de Chaerin, sus pasos se habían hecho más lentos y cuidadosos. Min YoonGi tenía dieciséis años, y era un pelmazo de lo peor. Su cara ligeramente re...