Capítulo 3.
................................................................................................................................................................YOONGI
Eché un vistazo a mi alrededor. Satisfecho con el resultado. Mi sala de reuniones destilaba un aire profesional, y el ramo de flores frescas que mi secretaria había colocado a modo de centro de mesa, le confería un toque personal a la mullida moqueta de color vino tinto, a la reluciente madera de cerezo y a los sillones de cuero claro. Los contratos estaban situados con suma precisión, junto a una elegante bandeja de plata con té, café y una selección de aperitivos. Un ambiente formal y amistoso. Tal como quería que fuese la condición de mi matrimonio.
Decidí olvidar el nudo que se me formaba en el estómago cada vez que pensaba en volver a ver . Me pregunté cómo habría madurado. Las anécdotas de mi hermana describían a una mujer impulsiva e imprudente. Al principio había pensado en rechazar la sugerencia de Chaerin, no encajaba con la imagen que necesitaba. Los recuerdos de esa niña extranjera de espíritu libre y con una coleta al viento me atormentaban con insistencia. Sin embargo, sabía que era la propietaria de una respetable librería. Aún pensaba en ella como la compañera de juegos de mi hermana. Pero se me acababa el tiempo.
Compartíamos vivencias del pasado y tenía el presentimiento que era de fiar. Tal vez no encajara con mi imagen de esposa perfecta, pero necesitaba el dinero. Deprisa. Chaerin no me había contado el motivo, pero sí me había asegurado que estaba desesperada. Que necesitara dinero me resultaba cómodo, porque dejaba las cosas muy claras. Sin ambigüedades. Sin sueños de establecer una relación íntima. Era una simple transacción de negocios formal entre viejos amigos. Algo claramente soportable.
Apenas me iba a dirigir al interfono, para hablar con mi secretaria cuando la pesada puerta se abrió antes de cerrarse con un golpe seco. Giré. Unos ojos se clavaron en mi cara sin titubear, y con una expresión tan serena que me indicó que esa mujer sería capaz de ganar una partida de póquer. Aunque reconocía esos ojos, la edad había cambiado el color a una inquietante mezcla entre zafiro y canela. Mi mente imaginó una imagen muy concreta: me vi sumergiéndome en una neblina para desentrañar sus misterios e imaginé un amanecer con un horizonte tan amplio que ningún hombre sabía donde empezaba y dónde acababa. Sus ojos contrastaban muchísimo con el negro puro de su cabello, una melena ondulada que le llegaba casi a la debajo de la cadera, con una rebeldía que parecía imposible de controlar. Los pómulos marcados destacaban su voluptuosa boca. Cuando eran pequeños solía preguntarle si le había picado una abeja para después echarme a reír. No obstante, al final, la broma se había vuelto sobre mí. Esos labios eran el sueño erótico de cualquier hombre, y sin necesidad de implicar a las abejas. Más bien a la miel, una cálida y suculenta sobre esos labios carnosos que podía lamer despacio...
Joder.
Controlé mis pensamientos y terminé con la inspección. Recordé haberle torturado cuando descubrí que ya usaba sujetador. Como se desarrolló pronto, se sintió muy avergonzada. De modo que utilicé esa información para hacerle un par de bromas. En ese momento, ya no me hacía gracia. Sus pechos eran tan voluptuosos como sus labios, y encajaban a la perfección con la curva de sus caderas. Era un poco más baja que yo. Su atrayente femineidad iba envuelta en un vestido rojo pasión que resaltaba sus hombros delgados, le acariciaba las caderas y caía hasta el suelo. se quedó quieta en la puerta, como si estuviera permitiendo que la admirase antes de decidirse a hablar. Un tanto desconcertado, intenté recomponerme y me aferré a la profesionalidad para ocultar mi reacción. Ella había madurado muy bien. Quizá demasiado bien para mi gusto. La miré con la misma sonrisa neutral con la que miraría a cualquier otro socio.
-Hola, . Hace siglos que no nos vemos.
Ella le devolvió la sonrisa, si bien su mirada siguió siendo seria. No descolocó esa curvatura de sus labios. Noté que cerró los puños.
-Hola YoonGi. ¿Cómo estás?
-Bien, por favor. Siéntate ¿Quieres café? ¿Té?
-Café, por favor.
-¿Leche? ¿Azúcar?
-Solo azúcar. Gracias.
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EN CUESTIONES DE NEGOCIOS
Teen FictionSe quitó las manos de los ojos, y de dio media vuelta. Fue a un sitio conocido, al escondite habitual de Chaerin, sus pasos se habían hecho más lentos y cuidadosos. Min YoonGi tenía dieciséis años, y era un pelmazo de lo peor. Su cara ligeramente re...