Mal Tiempo

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Hermione se cobijó a sí misma mientras miraba por la ventana de su habitación hacia el paisaje blanco que tenía ante ella. Había nevado toda la noche y ahora azotaba una fuerte tormenta que impedía cualquier actividad en los patios del castillo. Los profesores habían puesto un hechizo para mantenerlo temperado porque con tantos pasillos y ventanas sin cristales, el frío se colaba. Aun así, decidieron suspender las clases de ese día, porque la gran tormenta había empezado durante la noche del día domingo y muchos se desvelaron producto del ruido y del no grato espectáculo que fue el sentir el silbido del vendaval atronador que aguijoneaba hasta los espíritus más fuertes del paraíso.

Tempestades similares habían soportado años anteriores, pero los maestros estaban todavía demasiado aprehensivos a raíz de los sucesos de la guerra recién pasada, que muchos se habían puesto sobreprotectores, no restringiendo en cuidados hacia los alumnos. Comprendían que todavía muchas familias lloraban pérdidas, así que, en este nuevo escenario, posponer uno o dos días las clases, a la larga, no significaría mayor desbarajuste en el programa escolar.

Intentó agudizar su vista por si conseguía distinguir algo en medio de la tormenta, pero era imposible... quería saber si era cierto eso que decían algunos compañeros en relación a que la cabaña de Hagrid había resultado con graves daños y que ahora se hospedaba junto a Fang, su fiel mastín, en una de las alcobas del colegio hasta que la pudieran reparar. Apenas tuviera oportunidad lo buscaría para saber cómo se encontraba.

Y, con todo eso, no había visto a Draco. El día anterior ella regresó sola al colegio, pues él tuvo que quedarse en Wiltshire ya que había recibido una lechuza de su madre pidiéndole que estuviese en casa cuando ellos regresaran de su viaje, sin saber claro está, que él ya estaba en la mansión.

La peculiar y pequeña lechuza tengmalm, de plumaje marrón y blanco, se había encariñado con Draco desde que él realizó un viaje a Los Pirineos y desde ese día se hizo su fiel mascota, tanto profesaba ese cariño que siempre lo encontraba, así estuviera en la parte más recóndita del mundo. Había un lazo extraño con ese animal, que no muchos sabían, pero que él le había confiado, por eso la avecilla no había perdido tiempo yendo antes a Hogwarts para entregar la misiva.

Extrañaba a Draco y sentía que él también a ella. Además, para colmo, Ginny continuaba en La Madriguera. Tampoco tenía información de su amiga. A esas alturas todos sabrían que esperaba un hijo y que, junto a Harry, tenían planes de contraer matrimonio. Así que de seguro los Weasley habían armado tremenda fiesta. No pensó en ningún momento que Molly o Arthur se enojarían con Ginny, al contrario, estaba segura que en ese momento la matriarca estaba ya preparando la lista de invitados...

Con todo eso, no tenía mucho qué hacer, más que enclaustrarse en su recámara y estudiar, a fin de aminorar las horas para ver a Draco nuevamente. Lo añoraba tanto y sabía que si él no regresó al colegio como lo tenía previsto, era porque algún problema se le había presentado.

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En ese mismo instante, Draco miraba con el entrecejo fruncido a su madre en la sala de la casa. Ella se veía algo alterada, porque él se había puesto demasiado negativo en relación al futuro matrimonio con Astoria, porque realmente no se quería casar, no ahora... no con ella.

—No entiendo el apuro que tienen. Todavía ni siquiera he finalizado el colegio —se acercó a la mesita que estaba en un costado y se sirvió un pequeño trago, el que se bebió al instante. Luego giró hacia su madre y la notó tensa. La conocía tan bien, que sabía que algo se traía entre manos, que tenía directa relación con el trillado argumento del matrimonio y que de seguro le pediría que se quedara en casa. ¡Debió haber hecho oídos sordos! Sería el momento que estaría compartiendo con Hermione en su habitación. Sabía que posiblemente la chica Weasley no estuviera en Hogwarts, así que él podría haber aprovechado para quedarse junto a ella... Una tosecita por demás fingida de parte de Narcisa hizo que la mirara nuevamente. Estaba claro que su madre se había dado cuenta de que su mente había viajado lejos. Lo que jamás sabría era que esos pensamientos estaban dirigidos a hacia una muchacha que nunca sería del gusto de sus padres.

OTRA OPORTUNIDAD PARA AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora