El Otro Positivo

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El rostro pálido y sin expresión de Astoria, parecía que fuera verdadera nieve congelada, estando de pie mientras el medimago pasaba su varita por el vientre.

En la biblioteca de la casa de los Greengrass solo se hallaban ella, el hombre de bata blanca y Draco quien, apartado un par de metros, tocándose el mentón, miraba expectante los extraños y sobreactuados movimientos que realizaba el hombre con la varita.

—¿Y bien? ¿Ya tiene un veredicto? Se ha demorado tanto, que llego a creer que no sabe lo que está haciendo —inquirió Draco inquieto. Mientras más pronto saliera de la duda y le dieran la respuesta que él esperaba, más rápido podría irse de ese lugar.

—No me apresure jovencito —gruñó el hombre de barba y cabello cenizo, que parecía hablar con un silbato entre los dientes.

—¿Está todo bien? —preguntó Astoria con voz trémula.

—Humm... sí... bien.

—¿Y? ¿Es mi hijo? —preguntó Draco y Astoria lo miró con rabia.

—Bueno joven. Aquí hay un pequeño Malfoy dentro del vientre de su novia —pronunció seguro el medimago en forma presuntuosa mientras guardaba la varita en el bolsillo para luego tomar su pequeño maletín—. Los dejo para que hablen, debo ver a Madame Greengrass antes de retirarme.

El hombrecillo, regordete y de caminar lento, salió de la biblioteca. Astoria dio un respiro fuerte y se acercó a Draco, lo miró a los ojos unos instantes y ni siquiera titubeó para estampar una fuerte y certera bofetada que él sintió como un rayo partiéndole la cara.

—¡¿Qué te ocurre loca del demonio?! —se quejó alterado Draco tocándose la cara, que de seguro tenía el color ojo fuego, porque le ardía como nada. Lo pilló desprevenido, jamás pensó que ella fuera a reaccionar de esa manera.

—¡Eres un maldito! ¡Sabes que este hijo es tuyo! Y aun así me humillas delante de ese viejo para saber si lo es o no.

—¡Tenía que hacerlo! Entiende, tú y yo no...

—¿No qué? ¿Tienes amnesia acaso? ¡Un poco hombre, eso es lo que eres! ¡Quieres dejarme e irte a revolcar quién sabe con quién! —espetó enfurecida.

—Es mi vida y yo sabré lo que hago con ella. Además, ni siquiera me acuerdo cuando fue la última vez que estuvimos juntos. Fue hace siglos... ¡meses! No puedes estar embarazada de mí.

—Lo acaba de confirmar el médico.

—Pero las fechas no cuadran.

—Sí que sí... ¿te olvidas de la fiesta que hizo Millicent cuando su gata de cincuenta años parió? —Draco frunció el ceño, en ese mes él ya estaba con Hermione—. Sí la recuerdo, ¿y qué hay con eso?

—Estuvimos juntos —respondió segura.

—¡Te metiste en mi cama, pero no hicimos nada!

—Estabas ebrio, muy ebrio... Hasta me dijiste que mis ojos cafés eran hermosos —aseveró acercándose a Draco mirándolo fijamente a los ojos en señal de desafío.

—Estás loca.

—¡El loco eras tú! Mis ojos son verdes... ¡muy verdes!

—Eso no dice nada.

—Claro que sí... si sacas cuentas, las fechas coinciden. Además, no tienes que ahondar mucho, el doctor lo acaba de decir... este es un Malfoy —señaló su barriga—... O qué... ¿hay más «Malfoys» aquí que tú?

—Mi padre.

—¡No seas idiota!

Draco bufó hastiado y desapareció. Astoria dio un respiro de alivio, puso su mejor cara y salió a la sala en donde se hallaba el resto de la familia para darles la buena noticia.

OTRA OPORTUNIDAD PARA AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora